El ex vicepresidente norteamericano recorre el mundo para crear conciencia de los peligros del calentamiento global. Hizo un documental sobre el tema y por ahora no habla de candidaturas.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Al Gore es un hombre que vuelve de lejos. Uno de esos regresos que fascinan a los norteamericanos y que se llaman come back, lo que quiere decir, a su manera explícita y silenciosa, resurgir del pozo. El ex vicepresidente norteamericano de la administración Clinton, candidato a la presidencia en el año 2000 y vencido por George W. Bush en condiciones controvertidas, regresa precisamente de una derrota. En el 2000, Gore sacó poco más de medio millón de votos de ventaja a su adversario republicano, pero el Colegio Electoral y la Corte Suprema de los Estados Unidos inclinaron la victoria a favor de la administración actual. Desde entonces, cada vez que se presenta en público, en conferencias o en debates, Gore pronuncia la invariable primera frase: “Hola, yo fui el ex próximo presidente de los Estados Unidos”. Así apareció en París, pero no para hacer política sino como el abanderado de la causa que le permitió resurgir de las cenizas y que lo ha llevado de nuevo no sólo al primer plano de la actualidad mundial sino también a que su nombre circule en los Estados Unidos con la estatura de un posible candidato demócrata. Su redención es la defensa del medio ambiente y, más concretamente, la lucha contra el recalentamiento del planeta.
Al Gore recorre Europa para presentar su película, An Inconvenient Truth –-Una verdad incómoda–, un virulento alegato documental contra la imparable destrucción del planeta. Al Gore perdió el aura de adolescente que tenía y parece más duro, más maduro en su nueva cruzada, con un perfil casi de boxeador y una lucidez mordaz. Cuando alguien evoca su candidatura y la rival que encontraría en el camino, Hilary Clinton, Gore aparta la especulación con una sonrisa: “Soy un hombre político en plena convalecencia”. An Inconvenient Truth es un poderoso argumento sobre la realidad científica del cambio climático, sus abismales consecuencias y la necesidad de disminuir sin tardanza las emanaciones de gas con efecto invernadero. Es un documental eficaz, tejido con los métodos narrativos norteamericanos, de un implacable rigor científico y actuado y promovido por un hombre de prestigio. La combinación de todos esos factores lo hace tanto más convincente cuanto que Al Gore ha invertido los últimos años de su vida en gritar en los cuatro puntos cardinales que el mundo está el peligro.
Las curvas exponenciales, los gráficos, los detalles, las explicaciones y las pruebas se suceden a un ritmo de película policial en donde cada plano aporta una información o un suplemento de acción. Los argumentos son claros y contundentes: “En el verano del año 2050 todo el hielo del Artico se habrá derretido. 279 especies animales ya comenzaron a reaccionar a ese calentamiento climático y se van acercando a los polos”. El mensaje ha golpeado con fuerza. An Inconvenient Truth representa hoy el tercer documental más visto de la historia, detrás de Fahrenheit 9/11 y La marcha de los pingüinos. Su discurso es tanto más escuchado cuanto que las catástrofes provocadas por los huracanes y ciclones vienen a apoyar su tesis: “Lo que ha cambiado después del huracán Katrina es que ahora sabemos que deberemos enfrentar las consecuencias de nuestros actos”.
Al Gore hizo de su derrota una rampa de lanzamiento y de la pedagogía sobre el recalentamiento del planeta un proyectil audaz. El ex vicepresidente y ex futuro jefe de Estado asegura que la preocupación no le nació de repente. “El calentamiento del planeta es un problema que me preocupa desde muy joven. Creo que las acciones que he emprendido contribuyeron a cambiar las mentalidades.” Gore no escatima términos para convencer, ni lugares donde presentar su película: la Asamblea Nacional francesa, festivales de cine, el palacio presidencial. Allí donde va repite lo mismo: “La democracia y el clima están en peligro”.
Curiosa vuelta de la historia. Inmerso en uno de los más inesperados enredos electorales de los Estados Unidos, Gore salió de escena en silencio, compró un canal de televisión alternativo en San Francisco y puso capitales en un fondo de inversiones –Generation– que se especializa en las nuevas tecnologías para el medio ambiente. La inversión fue fructífera, en lo político, en términos de capital de imagen y en rédito económico.
Hilary Clinton encabeza las intenciones de voto de los militantes demócratas con 35 por ciento de los votos, pero Al Gore le sigue atrás con 16,8 por ciento. Sin embargo, Gore reitera que no se trata de calentar las urnas sino de evitar que se derrita el planeta. Y pone el riesgo de una catástrofe climática hasta por encima de la amenaza terrorista. “La crisis más seria que hayamos tenido que enfrenar es la crisis climática. Esa crisis amenaza el porvenir de la civilización humana.” Con todo, el ex dirigente está convencido de que una vez de que la familia Bush deje la Casa Blanca –en el 2009– el Congreso norteamericano ratificará el protocolo de Kioto. Pero el tiempo apremia: “La urgencia actual es planetaria porque estamos enfrentados a una crisis climática y las experiencias pasadas no nos ponen en buenas condiciones para asumir el desafío que tenemos por delante”. Gore alega que existen todos los medios necesarios para actuar a tiempo pero que falta voluntad política. Optimista, se permite decir (diario Le Monde): “La voluntad política es un recurso renovable”.
A veces, cuando se explica, Gore parece un adolescente romántico que suena con un mundo más limpio, y no sólo en materia de medio ambiente. “A medida que avancemos en la sociedad de la información, cuyos valores dominantes serán las ideas, la innovación, el ingenio, vamos a utilizar menos madera, plástico, acero y caucho.” Esa sociedad de la información futura no se parece en nada a la que tenemos hoy. Gore critica la actual, sobre todo la dominación que ejerce la televisión: “El diálogo político está hoy restringido a anuncios televisivos de 30 segundos”. Una democracia ecológica, con Internet como centro de la interconexión y la difusión de ideas, ésa parece ser la idea del porvenir de Al Gore. “La televisión suprimió el debate democrático. Internet lo reinstalará en un primer plano. El problema radica en que hoy el dinamismo de los intercambios intelectuales, que son fantásticos en Internet, no basta para influir la política sobre cuestiones como la crisis climática. Estamos en un período en el cual la democracia es frágil.” Seis años después de que la Justicia lo dejara fuera de juego, Al Gore se instaló allí donde nadie lo esperaba.
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