EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Mercedes López San Miguel
Lula es el gran vencedor del ballottage y lo es en menor medida el Partido de los Trabajadores (PT). La continuidad de Lula en el Planalto es más pragmática que ideológica: ha tejido acuerdos con 17 gobernadores y tiene garantizada la sustentación parlamentaria. De cómo logre el equilibrio en la relación con el Congreso nacional, la economía y la concertación de los principales partidos dependerá el éxito de su nueva administración.
“La reelección de Lula significa la victoria de los programas sociales para los pueblos más desafortunados, porque la condición de vida de las clases pobres mejoró”, dijo a Página/12 el analista Francisco Fonseca, de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo. Hay datos que lo sustentan: desde el principio del gobierno petista la pobreza se redujo 19 por ciento, la economía tuvo un crecimiento promedio del 2,58 y en 2005 la renta media creció en 29,75 por ciento. “El desafío del nuevo gobierno será llevar a Brasil a un crecimiento económico con transferencia de renta”, advirtió el experto.
Existe un consenso entre los analistas de que el líder del PT asumirá un nuevo mandato con una mayor capacidad de negociación y de constitución de una base parlamentaria estable. Para Fonseca el sistema político está en crisis. “El reto será la capacidad que tengan los principales partidos políticos –PT, PSDB, PMDB-, de lograr una concertación que viabilice las reformas” , dijo. En 2002, el PT no tuvo el apoyo del PMDB ni de los gobernadores. Una razón por la que el oficialismo se tentó a comprar parlamentarios. Ahora, es probable que Lula se alíe formalmente con el centrista Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la primera fuerza en Diputados y la segunda en el Senado.
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