El resultado de los comicios en una de las regiones autónomas más importantes de España fue un duro revés para el Partido Socialista y su premier, José Luis Rodríguez Zapatero.
› Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
Los nacionalistas catalanes de Convergencia i Unió, una formación de centroderecha muy influida por sectores cercanos a la Democracia Cristiana, se alzaron ayer con una victoria pírrica en las elecciones regionales al Parlamento catalán, tal como auguraban los sondeos previos, alcanzando cerca del 31,50 por ciento de los votos, superando a sus principales rivales del Partido Socialista que lograron el 26,84 por ciento de las preferencias de los electores, una diferencia de 140 mil votos. Los resultados muestran una ligera variación con respecto a los que se habían obtenido en las anteriores elecciones de 2003, de donde surgió un gobierno tripartito de centroizquierda, con eje en el PSOE catalán y con el apoyo de Izquierda Unida y los nacionalistas de izquierda de Ezquerra Republicana (ERC). Y no despejan las dudas acerca de las posibles coaliciones que se pueden llegar a formar en los próximos días para ocupar el gobierno regional.
Los socialistas, que llevaban como candidato al ex ministro de Industria de Rodríguez Zapatero José Montilla, han sido los más castigados por el electorado, pasando de 42 a 37 escaños en un Parlamento formado por 135 diputados. Un duro golpe que puede interpretarse como la consecuencia lógica de tres años de gobierno en los que no han faltado sobresaltos y diferencias de gran calibre con sus propios socios y por la apuesta arriesgada de llevar como candidato por primera vez a un español en una de las comunidades autónomas con más tendencias nacionalistas. Mientras que los grandes ganadores han sido los ex comunistas de IU, que han pasado de 9 a 12 diputados, un resultado que, de reeditarse la actual alianza de izquierdas, les reportará grandes beneficios a la hora de discutir espacios de poder. Mientras que el otro socio del tripartito, ERC, pagó también ante los electores sus excesos nacionalistas, dejándose dos escaños en el camino, pasando de 23 a 21.
El PP, un partido que a nivel local no tiene gran relevancia, a pesar de ser el principal partido opositor a nivel nacional, pasó de 15 a 14 escaños, una pérdida menor a la que le auguraban los sondeos, luego de su virulenta oposición a la promulgación del nuevo estatuto de autonomía que impulsó Zapatero desde Madrid.
Pero a pesar de que los números le dan la mayoría a la actual alianza en el poder para continuar gobernando la región durante cuatro años más, la gran incógnita política que se ha abierto luego de las elecciones tiene su epicentro en Madrid y en los grandes juegos de la política nacional, más que en los actores locales. José Luis Rodríguez Zapatero nunca ha ocultado sus buenas relaciones con los nacionalistas de CiU y en el PSOE en Madrid son muy conscientes del gran costo político a nivel nacional que le reportó la conformación del Tripartito catalán en 2003, con socios tan incómodos como ERC, cuyo principal líder, Carod Rovira, no tuvo empacho, por ejemplo, en reunirse en Francia con líderes de ETA, provocando la ira de una gran mayoría de españoles.
Es un secreto a voces que Zapatero preferiría un gobierno en Barcelona comandado por CiU y con el Partido Socialista de principal aliado, lo que le daría también una mayor tranquilidad en el Parlamento de Madrid, donde el PSOE no tiene la mayoría absoluta. Pero el Partido Socialista Catalán (PSC) es un partido autónomo, incluso en términos legales, que siempre se ha mostrado muy remiso a la hora de acatar las directivas que llegan de Madrid. Y pedirle que pacte con CiU significa exigirle a su candidato, José Montilla, que abandone las pretensiones de ser él el nuevo presidente de la comunidad autónoma, reeditando el pacto con los otros dos partidos de izquierdas.
Los dirigentes socialistas en Madrid siguieron ayer con mucha atención el proceso con la vista puesta en las próximas elecciones regionales que se celebrarán a principios del próximo año. Todos en el PSOE saben que una reedición del tripartito sería beneficioso para sus correligionarios en Cataluña y perjudicial para el partido a nivel nacional, como saben también que la decisión final difícilmente pase por sus manos. En el último mitin previo a las elecciones, Zapatero fue bastante claro con sus socios catalanes: “La decisión es tuya”, le dijo a su candidato José Montilla. Y Montilla ahora decidirá, sin pensar demasiado en los intereses de su partido a nivel nacional.
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