Dom 05.11.2006

EL MUNDO  › HOY SE VOTA EN UNA ELECCION MARCADA POR LA INJERENCIA DE EE.UU Y VENEZUELA

Otro round en la pelea de Chávez y Bush

La península centroamericana es el escenario de una nueva disputa electoral entre las fuerzas de la centroizquierda, tuteladas por el presidente venezolano, y las de centroderecha, que cuentan con el visible apoyo del gobierno estadounidense. Daniel Ortega es el leve favorito para volver a la presidencia tras 16 años.

› Por María Laura Carpineta

Nicaragua se juega hoy su lugar en la región. El resultado de las elecciones presidenciales determinará si se suma a los aliados de Estados Unidos o a los amigos de Hugo Chávez. El interés de uno y el otro sólo ha ayudado a polarizar el escenario electoral que, no obstante, sigue siendo incierto por el alto número de indecisos que en las próximas horas se verán obligados a acudir a las urnas. Después de 16 años, el sandinismo podría volver a gobernar el país. La posibilidad de un nuevo gobierno sandinista ha prendido todo tipo de alarmas en Washington y una esperanza en Caracas. Daniel Ortega, ex presidente y uno de comandantes de la Revolución Sandinista, se perfila como el favorito de las elecciones. Si gana, el sandinismo volverá al gobierno después de 16 años. Pero la victoria de Ortega en primera vuelta está amenazada por el avance del ex banquero Eduardo Montealegre, el candidato apoyado por la Casa Blanca que arrancaría como favorito en un eventual ballottage.

Los nicaragüenses se sienten de vuelta en 1990, cuando el mundo entero observaba con asombro e intentaba comprender la caída del sandinismo. Hoy la historia podría ser diferente. Todos los ojos están puestos en lo que sucederá en las urnas, especialmente los estadounidenses. Con Ortega, figura emblemática de la revolución y del antiimperialismo, retornarían al poder algunas de las personas que la Casa Blanca combatió durante toda la década del ’80, gastando millones de dólares en grupos paramilitares, conocidos como la Contra, que desde Honduras mantuvieron una guerra de desgaste contra el sandinismo que terminó con 50 mil muertos. De poco sirvió el cambio de discurso que adoptó el líder sandinista en la campaña, en la que priorizó las palabras paz, reconciliación y consenso.

Mi amigo el embajador

Nicaragua no tiene grandes riquezas ni un extenso territorio. Es uno de los países más pobres y –en términos de geopolítica– menos importantes del continente. Sin embargo, esta pequeña nación centroamericana parece estar destinada a ser el terreno de batalla de los países poderosos. La elección presidencial de hoy es una nueva prueba de ello. Los dos candidatos con más posibilidades decidieron hacer a un lado sus programas políticos y utilizar el título de aliados para hacer campaña. Ortega es el hombre de Hugo Chávez. Sin muchas declaraciones pero con contundentes regalos, el mandatario venezolano dejó clara su simpatía por el otrora comandante de la revolución. Estados Unidos eligió el camino contrario. Durante toda la campaña, e incluso meses antes, el embajador estadounidense, Paul Trivelli, funcionarios del gobierno y senadores republicanos se esforzaron en unificar a la derecha nicaragüense y denostar al líder sandinista. En lo primero fracasaron estrepitosamente. En lo segundo, siguen intentando.

Ortega está primero en todas las encuestas con un 33 por ciento, a sólo dos puntos de lo que necesita para ganar en primera vuelta. Eso sí, tendrá que tener una diferencia del cinco por ciento con respecto a Montealegre o del que quede segundo. El hombre de Washington contaba con el 26 por ciento en las últimas encuestas. Si estas cifras más o menos se mantienen, Chávez podría tener un nuevo presidente aliado. En una emisión de su programa Aló Presidente, el presidente venezolano dejó muy en claro sus preferencias para el futuro de la pequeña nación centroamericana. “Daniel, no voy a decir que quiero que ganes tú porque van a decir que me estoy metiendo en los asuntos internos de Nicaragua... pero quiero que ganes tú”, bromeó.

Igual de claro fue el embajador estadounidense Trivelli al adelantar que, si ganaba Ortega, Estados Unidos “revisaría” todas sus políticas bilaterales. Ante la lluvia de críticas que siguió a este comentario, el diplomático se defendió: “Estamos tratando de hablar de una manera directa para que la gente entienda bien cuál es nuestra decisión y yo creo que es importante para que no haya duda de qué pensamos nosotros”.

La advertencia de Trivelli pareció convertirse en una amenaza concreta cuando varios legisladores republicanos pidieron en estos últimos días que se revea el envío de remesas a Nicaragua en el caso de una victoria del sandinismo. Esta es, sin dudas, lo que causa más miedo entre los nicaragüenses. El año pasado las remesas que entraron al país alcanzaron los 850 millones de dólares, lo que equivale al 17,5 por ciento del PBI y al 99,2 por ciento de todas las exportaciones de 2005. Más del 60 por ciento de las remesas provenían de Estados Unidos.

Pero los dirigentes estadounidenses no se limitaron a lanzar amenazas. Desde principio de año, Trivelli ha intentado unir a los dos candidatos de derecha para conseguir vencer al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), como en las últimas tres elecciones. En abril llegó incluso a proponer que la embajada estadounidense organizara, financiara y fiscalizara las internas. La oferta fue aceptada por el ex banquero millonario Montealegre, el hombre que goza del apoyo de la Casa Blanca y del empresariado local.

Desprecio por Alemán

Sin embargo, el candidato del tradicional Partido Liberal Constitucional (PLC), José Rizo, se negó a participar, retirando de la mesa su capital electoral, una intención de voto que rondaría el 16 por ciento, según los sondeos.

El PLC perdió el beneplácito de Washington al decidir aferrarse al liderazgo del ex presidente Arnaldo Alemán, un hombre despreciado por Trivelli y el Departamento de Estado por estar condenado a 20 años de arresto domiciliario por varios casos de corrupción. Rizo nunca consiguió despegarse de esta herencia, perdiendo su discurso toda credibilidad para la mayoría de los nicaragüenses. Pero no todos piensan igual. Hace apenas dos semanas, el coronel deshonrado Oliver North estuvo 24 horas en Managua para recordar que algunos siguen apoyando al PLC en Estados Unidos. Para los jóvenes fue otro estadounidense que quería opinar sobre las elecciones. Sin embargo, sus padres seguramente lo recordarán como la cara visible del caso Irán-Contras, el escándalo que reveló al mundo que Estados Unidos estaba financiando el movimiento contrarrevolucionario con el dinero de la venta de armas a Teherán.

La visita de North dejó al descubierto que en Estados Unidos quedan resabios de la Guerra Fría. “Desafortunadamente quienes implementan la política de Estados Unidos en Nicaragua han estado ciegos a la realidad política nicaragüense. El país sólo tiene dos partidos que importan: el FSLN y el PLC”, aseguró el ex coronel.

En Caracas, en cambio, no hubo ninguna duda: todos apoyan al FSLN. Sin visitas a Nicaragua ni constantes intervenciones en los medios nicaragüenses –seguramente un aprendizaje de la elección peruana–, el gobierno venezolano colaboró con ayuda concreta a crear una imagen de lo que sería un eventual gobierno sandinista. En abril pasado incluyó a Nicaragua en el proyecto Operación Milagro, financiando el viaje de cientos de nicaragüenses pobres a Cuba para ser operados de cataratas de forma gratuita. Además, donó todos los materiales escolares necesarios para comenzar un programa de alfabetización, basado en el modelo cubano.

La punta del iceberg

Ya más cerca de las elecciones, la ayuda se amplió con el suministro de miles de toneladas de fertilizante barato para pequeños agricultores y con petróleo a menor precio, para paliar la desesperante crisis energética del país. Sin embargo, ninguna ayuda es desinteresada. Todos estos beneficios están monopolizados por las alcaldías controladas por el sandinismo. “Esto es apenas la punta del iceberg”, aseguró emocionado Daniel Pozo, un líder cooperativista y ex coronel sandinista, al recibir los primeros cargamentos de fertilizante. “A partir de que gane Ortega recibiremos mucha más de esta ayuda”, prometió.

Washington y Caracas, cada uno con su estilo, decidieron utilizar las elecciones nicaragüenses como su nueva arena de combate. El único candidato que quedó por fuera de este enfrentamiento regional fue el disidente sandinista Edmundo Jarquín, del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), que en las últimas encuestas le estaba pisando los talones a Rizo con un 15 por ciento. A pesar de que Estados Unidos le tendió una mano por considerarlo una alternativa de izquierda más moderada, el partido prefirió separarse, presentándose como la única opción no contaminada por la injerencia extranjera. Las ambiciones electorales del MRS sufrieron un serio revés con la muerte de su primer candidato presidencial, el carismático ex alcalde de Managua Herty Lewites, quien falleció tres meses atrás de un infarto.

Nunca antes se había visto una participación tal de gobiernos extranjeros en una campaña electoral nicaragüense. Para el editor de la revista Confidencial de Managua, Carlos Chamorro, nada se puede comparar a lo que sucedió en los últimos dos años. “Sin embargo, ni las intervenciones de Estados Unidos ni las de Venezuela tuvieron una incidencia electoral significativa”, le dijo a Página/12 el hijo de la ex mandantaria Violeta Chamorro, recordando que los números de los sondeos se han mantenido relativamente estables a lo largo de la campaña. Sin embargo, el analista destacó: “Los nicaragüenses sí tienen miedo de tener otra vez un presidente que tenga una mala relación con Estados Unidos”. Lo cierto es que en las últimas tres elecciones las encuestas nunca acertaron y el resultado terminó sorprendiendo a propios y extraños. Hoy todos se preparaban para una nueva sorpresa.


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