Vie 17.11.2006

EL MUNDO

Una rosa para los socialistas

Ségolène Royal se impuso en la primera interna abierta del PS francés. Su campaña se basa en “pequeñas cosas” para la gente.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

La mayoría de los 4000 locales de voto socialistas abiertos en las municipalidades, escuelas, sedes del partido y cafés nunca habían visto una afluencia semejante. Los casi 220.000 adherentes que anoche eligieron a la socialista Ségolène Royal como candidata para las elecciones presidenciales de 2007 tomaron por asalto los centros de votación. El resultado reflejó la pasión con que los militantes acudieron a las urnas: 80 por ciento de participación y un voto masivo para la ex ministra y compañera del actual primer secretario del PS, François Hollande.

Al cierre de esta edición, las últimas cifras proporcionadas en París le daban a Ségolène Royal entre 54 y 60 por ciento de los votos. La ya oficial candidata del PS a la cita presidencial de mayo próximo se dio el lujo de desplazar a dos hombres de la carrera presidencial, de derrotar a dos pesos pesados del PS, antaño ministros a cargo de carteras de peso, la jefatura de gobierno para Laurent Fabius y el Ministerio de Economía para Dominique Strauss-Kahn, y, por añadidura, de ganarle a Strauss-Kahn hasta en su propio bastión de Val-d’Oise.

Apenas elegida y con visible emoción, Ségolène Royal reconoció los sentimientos que la animaban: “Quisiera decir toda la felicidad que siento, que vivo intensamente este momento”. La candidata socialista, primera mujer en la historia francesa que representa en la disyuntiva presidencial a uno de los grandes partidos de gobierno del país, llamó a la unión de todos y prometió que no decepcionaría a los socialistas: “Es la hora de la unión (...). Todos los militantes socialistas y los otros electores, que también quieren un cambio, no serán decepcionados (...). Seguiré siendo yo misma. Francia está escribiendo una nueva página de su historia”. Los tres candidatos a la candidatura del partido de la rosa se habían presentado bajo la influencia de la llamada democracia de la opinión, es decir, los sondeos previos a las consultas. Desde hace varios meses, éstos vienen marcando la figura de Ségolène Royal como la favorita de las urnas, a la vez de la interna socialista y del conjunto del electorado nacional, con una considerable ventaja de más de 20 puntos sobre Strauss-Kahn y de 40 sobre Fabius.

Si había un misterio que ayer rodeaba el voto éste giraba en torno de saber si Ségolène Royal ganaba de un golpe o si sus adversarios internos la obligaban a disputar una segunda vuelta, prevista para el próximo 23 de setiembre. La incertidumbre duró poco más de una hora. Cuarenta y cinco minutos después del cierre de las urnas –22 hora local– las primeras estimaciones confirmaban la tendencia global de los sondeos. De manera solapada, sin un programa enunciado, con apenas un portal de Internet como soporte inicial y la breve tribuna que le ofrecieron las semanas de campaña interna, Ségolène Royal dejó en el camino a quienes, en apariencia, tenían más peso que ella, tanto en la sociedad como en el seno del partido. Su proclamación crea una notable ruptura con el pasado, tanto por su juventud, 50 años, como por el hecho de que sea mujer en un país donde, en el campo de la política, la paridad entre los dos sexos suele ser un nudo de buenas intenciones. Los electores socialistas tenían todas las opciones abiertas, menos votar en blanco. Las boletas sólo permitían votar por uno de los tres.

La definición de un candidato a partir de una elección primaria es un hecho inédito en Francia. La apuesta, arriesgada, le permitió al PS salir del pantano de disputas y arreglos internos en el que se había estancado y ofrecer una imagen totalmente nueva en un sistema político donde los aparatos partidistas son predominantes. Si la práctica es la regla de oro en los Estados Unidos y dio resultados masivos en Italia, donde Romano Prodi fue designado como candidato de la izquierda por más de cuatro millones de electores, en Francia la introducción de una primaria suscitó muchas dudas. Incluso si el modelo operativo del PS se limitó a la participación de sus adherentes oficiales, el método aportó un dato objetivo, la afluencia masiva de nuevos adherentes, y la restauración de la imagen socialista. La novedad es tal que analistas como el politólogo Jean-Luc Parodi la consideran una auténtica innovación. “Estamos asistiendo en directo a una invención”, graficó. La actitud de los nuevos militantes fue el elemento clave de la elección de la candidata. Entre marzo y junio pasado, el PS consiguió casi 70 mil nuevos adherentes que pagaron los 25 dólares de la adhesión, es decir, 45 por ciento más de adherentes que antes. La elección de Ségolène Royal esboza también el rostro de un partido que vio mudarse su identidad, particularmente entre 2004 y 2006. Vincent Feltesse, secretario nacional del PS para las nuevas tecnologías, hace un retrato breve y lúcido del partido que ayer eligió a la primera mujer de su historia como candidata a la presidencia de la República: “El perfil sociológico del PS es el de un partido feminizado, rejuvenecido, urbano y diplomado”.

Royal ganó sus galones presidenciables en la acción concreta. Desde que el 2004 asumió la presidencia de la región de Poitu-Charentes, la mujer dejó su marca gracias a un modo de acción política muy concreto, siempre pegado a lo real, es decir, a las necesidades de la gente. Su triunfo en las primarias se tejió con una curiosa modestia: un portal de Internet, Deseo de Porvenir, y un puñado de frases simples cuya divisa principal siempre fue: “Cambiar la vida”. Nicole Bonnefoy, una de las vicepresidentas del PS, reconoce a la vez la simpleza y la eficacia de ese principio: “Tal vez no sea muy revolucionario, pero para las clases populares las pequeñas cosas a veces bastan para cambiar la vida”. Manuales escolares gratis, transportes a precio reducido una vez por semana, becas para los creadores de empresa, apoyo escolar gratuito, en suma, la lista de pequeñas cosas que cambian la vida decididas por Ségolène Royal en su región convencieron a un abanico más amplio de militantes que el cambio más global era posible.

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