EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Faltan 15 días para las elecciones presidenciales en Venezuela y Hugo Chávez viene ganando cómodo, al tranco y con la fusta debajo del brazo. Muy lejos quedó la incertidumbre previa al referéndum revocatorio de hace dos años, cuando la oposición prometía un batacazo. Muy lejos, también, quedaron las elecciones legislativas del año pasado, cuando la oposición se bajó, apostando todo a deslegitimar el proceso, para quedarse sin bancas. Esta vez prevalecieron cabezas más frías, que entienden que habrá Chávez para rato y que vale la pena construir a mediano plazo. Mientras tanto, en el chavismo, las preocupaciones van más allá del voto. Se percibe una creciente tensión entre las bases, donde se abren canales de participación y se suman actores nuevos, y la dirigencia, donde impera el estilo personalista e informal del líder.
¿Por qué gana Chávez?
“Es por las políticas públicas”, dice Edgardo Langer, sociólogo de la Universidad Central de Caracas. “Se han promovido unos niveles de organización social y participación de sectores populares en las políticas de educación, salud y alimentación que son inéditos en la historia de Venezuela. Son políticas con fallas, con improvisaciones, pero están orientadas a ir más allá de los modelos asistenciales de gobiernos anteriores. Están pensadas en términos de construcción de ciudadanía, de transformación política de sectores populares. Hay que ser muy crítico de algunos aspectos como la improvisación, la lucha facciosa de sectores, la corrupción. Pero es innegable que hay una transformación. Antes la ayuda social se focalizaba en los más necesitados, como una suerte de política compensatoria. Hoy se trabaja con un modelo de asistencia social universal”, dijo el profesor, al teléfono desde Caracas.
Da un ejemplo: los centros de salud.
“Se abrieron centros de atención primaria en todo el país que para funcionar requieren la constitución de Comités de Salud. Llevan a cabo tareas de diagnóstico, censo, seguimiento, insumos que llegan, que no llegan. Todo eso requiere un proceso de organización. No sólo es necesario para que el centro funcione, sino que va creando una organización a nivel social, va construyendo ciudadanía.”
¿Y la oposición?
“La oposición ha logrado después de muchas dificultades, después de tantos errores políticos, reconocer que no van a salir de Chávez de un día para el otro, y quieren construir una alternativa recorriendo el país con un proyecto. Sigue siendo una fuerza heterogénea, con sectores golpistas, pero hoy prevalece un sector que parece haber aprendido la lección, después del apoyo al golpe, al paro petrolero, el no haber capitalizado los votos del referéndum por no reconocer el resultado, el retirarse de la elección legislativa y dejarle la Asamblea al chavismo, que se puede consolidar como fuerza si piensa en el futuro.”
¿Cómo compite?
“En la campaña, Rosales sabe que tiene asegurado el voto de la derecha, entonces intenta competir en los sectores populares con una campaña muy populista, una especie de populismo liberal medio raro. Promueve la creación de un sistema de una tarjeta de débito para repartir regalías petroleras a la población. Me parece un planteo profundamente irresponsable. Sería un reparto de recursos públicos individualizado, que es lo contrario a lo que se está haciendo ahora.”
¿Y el chavismo?
“En el chavismo hay un déficit, una tensión muy fuerte entre esta organización social popular muy extendida por un lado, y por el otro una estructura política en la cual hay carencias organizativas, de instrumentos y procedimientos para la toma de decisión, de la intermediación social entre el liderazgo de Chávez y los sectores populares, que se expresan en muchos lugares del proceso y que no se han resuelto. Se promueve, reivindica, celebra, impulsa el mecanismo de construcción democrática, pero se concentra el poder de decisión, a riesgo de socavar el proceso que se está construyendo. Es una tensión característica de liderazgos de esta naturaleza, que con el tiempo pueden vaciar el sentido democrático que ellos mismos promueven. Muchas organizaciones sociales que están de acuerdo con el proceso de cambio encuentran muchos motivos para el descontento: sectarismo, corrupción, clientelismo: son los retos pendientes de un debate aguantado porque hoy se ve como prioritaria la reelección de Chávez. Creo que alguna vez muchos de estos asuntos surgirán en el debate público, no desde la oposición sino desde adentro del chavismo. Hay muchos malestares contenidos, como por ejemplo con la política ambiental.
¿Y la alianza con Irán?
“Localmente no ha tenido mayor impacto. No la llamaría una alianza. No es como China, que tiene una presencia política muy importante aquí. Con Irán hay un acuerdo de inversión para una planta de ensamblaje de tractores iraníes que serían exportados a Bolivia. Pero son relaciones que complican. Afortunadamente el gobierno venezolano tomó distancia de la bomba atómica de Corea del Norte, cuando al principio parecía que la iba a apoyar. Caminamos un poco al borde del precipicio. Pero el problema principal es la política agresiva de Estados Unidos. Invadió a Irak cuando no tenía armas de destrucción masiva y ellos lo sabían. Yo no sé si el programa nuclear de Irán está destinado a las armas nucleares. Yo estoy en contra de las armas nucleares. Pero la política de la comunidad internacional es de una extraordinaria deshonestidad, ya que les permite armas nucleares a Israel, India y Pakistán.
¿Sirve pelearse con Estados Unidos?
“La provocación continua a Estados Unidos no me parece buena. La confrontación de ideas y la diferenciación me parecen muy buenas. Yo estoy de acuerdo con lo que dijo Chávez en las Naciones Unidas, porque además es necesario que lo diga porque es el único que lo dice. Pero no estoy de acuerdo con el tono que usó. Lo del diablo es innecesario. Venezuela no puede confrontar con la principal potencia mundial. La relación de fuerzas es demasiado desigual.”
¿Ayudó el apoyo de Lula?
“A Chávez le sirvió. Para él es muy importante todo aquello que desmonte la construcción que hace Estados Unidos de la izquierda respetable por un lado y el eje del mal por el otro. El acuerdo político con Lula desmonta esa construcción. A Lula lo han criticado por apoyar la reelección de Chávez, pero a mí me parece que el cuento de la no intervención es una farsa mundial. Los partidos políticos tienen internacionales desde hace años. Estados Unidos viene impulsando su proyecto político en todo el mundo. Que los sectores progresistas se identifiquen y se apoyen me parece perfectamente legítimo.”
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