EL MUNDO › OTRO DURO GOLPE PARA LA ESTRATEGIA DE ESTADOS UNIDOS
› Por Rupert Cornwell *
Puede o no quedar en la nefasta historia reciente de Irak como “la masacre del Día de Gracias”. Pero una cosa es segura. El coche bomba que mató a más de 150 personas en el distrito de Ciudad Sadr, en Bagdad, no podría haber llegado en un peor momento para la golpeada administración Bush. La Casa Blanca está intentando desesperadamente poner fin a la violencia sectaria que está destruyendo al país para poder traer de vuelta a casa a sus tropas.
Igual que con el asesinato de Pierre Gemayel en Beirut, esta atrocidad podría haber estado programada para exponer cómo Estados Unidos –y su poder militar y autoridad moral corroído por la guerra– ha perdido cualquier influencia que tenía en los asuntos de Medio Oriente.
En los próximos días, el presidente George Bush y el vicepresidente Dick Cheney liderarán personalmente una iniciativa diplomática inédita al intentar encontrar una fórmula para retirarse del conflicto y salvar su imagen. Esta iniciativa se implementará antes de que se terminen los tan esperados análisis y críticas de la política de Irak, formulados por el Pentágono y el comité bipartidario dirigido por el ex secretario de Estado, James Baker.
Cheney parte hoy a Arabia Saudita para dialogar con el rey Abdullah. El tema principal en su agenda sería el posible rol de los sauditas para controlar la insurgencia sunnita, la que se sospecha estaría detrás de los ataques del distrito chiíta Ciudad Sadr. Ayer por la mañana, los medios iraquíes aseguraban que el vicepresidente había adelantado su viaje para realizar una visita sorpresa por el Día de Gracias a los 145 mil soldados estadounidenses en Irak, similar a la que hizo Bush en noviembre de 2003. Pero la Casa Blanca rechazó rápidamente este rumor.
La próxima semana, el propio presidente irá a la región para conversar con el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki. Pero –como prueba de lo peligroso que se ha tornado Bagdad– la reunión se realizará en el territorio más seguro de Amman, Jordania.
Oficialmente, se lo presenta como una muestra de confianza de Washington hacia el golpeado primer ministro, quien ha sido muy criticado por los funcionarios de su administración por no poder controlar a las milicias chiítas que controlan grandes zonas del país. Estos cuestionamientos serán otra vez ejes de las conversaciones en Amman, junto con la necesidad de encontrar políticas efectivas para restaurar el orden en Bagdad. Este último punto es entendido por todos los actores como el principal prerrequisito para cualquier plan de retirada de las tropas extranjeras. Y como se vio ayer, está muy lejos de concretarse.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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