EL MUNDO › A UNA SEMANA DEL VOTO EN VENEZUELA, CRECE LA CONFRONTACION
A pocos días de las elecciones, todo está en discusión: el sistema de votación, los sondeos y lo que hará la oposición el día después.
› Por Lucía alvarez y Diego González
Desde Caracas
Si bien tanto para el gobierno como para la oposición las máquinas captahuellas no violan el derecho al secreto del voto, el debate en torno de ellas ocupa un lugar central en la elección venezolana del 3 de diciembre, en la que el presidente Hugo Chávez buscará su reelección ante el candidato de la oposición, Manuel Rosales. Este sistema de identificación biométrico (o, en otras palabras, este mecanismo automatizado de reconocimiento de una persona basado en la comparación de las impresiones dactilares) garantiza, según autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE), el principio de “un hombre, un voto”.
Quienes se oponen a su uso, como el dirigente de Izquierda Democrática, Vicente Bello, sostienen que el gobierno las utiliza para amedrentar a los funcionarios públicos, beneficiarios de las misiones sociales y contratistas del Estado: “Les dicen que deben votar por Chávez, porque van a conocer su voto por los equipos; las personas temen represalias”. Otro de los detractores es el rector del CNE, Vicente Díaz, quien votó en contra de su utilización. Según él, su uso intimida a la ciudadanía.
Los partidarios, como el diputado del partido Podemos, Ismael García, argumentan que “en la recolección de firmas del referéndum revocatorio (del 2004) se evidenció que muchas firmas fueron chimbas (falsas); ahora el voto está seguro y blindado”.
En las elecciones, estos dispositivos serán de uso obligatorio en ocho estados (Zulia, Miranda, Anzoátegui, Táchira, Carabobo, Monagas, Apure y el Distrito Capital) de los veinticuatro que componen el país.
Mientras tanto, los juegos de opuestos que expresan el antagonismo de cara a las elecciones: Rojo-rojito o azul, “diez millones por el buche” o “por 26 millones de venezolanos”, “rumbo al socialismo del siglo XXI” o “atrévete a cambiar”.
La última iniciativa vino desde Miraflores, cuando se difundió el “mensaje para el pueblo de mi Venezuela”. Allí se expresaba un inusual llamado a los votantes: “Por amor al pueblo me hice presidente.. Todavía hay mucho por hacer. Necesito más tiempo. Necesito tu voto. Tu voto por amor”. La respuesta opositora no se hizo esperar: “Por amor al dinero, por amor al poder”, parodiaban. Chávez, entonces, contestó con el hit revolucionario de Silvio Rodríguez: “¿Te molesta mi amor?”.
Como consecuencia, las calles volvieron a inspirarse en las disputas mediáticas y hoy los chavistas, con la convicción del triunfo y la masividad que ostentan en los actos, responden al gesto de “Fuera” de los opositores –imagen que recuerda los días del golpe de Estado del 2002– con “ustedes no entienden de amor”.
La diferencia entre ambos es que los primeros se sienten partícipes de la “Revolución Bolivariana”, de un proceso que ellos consideran de profunda transformación del país y que ha cambiado sus vidas.
Rosales, en cambio, unifica a todo el espectro opositor que se encolumna detrás del no-Chávez, detrás del gran odio que generan también las grandes pasiones.
Al grito de una muchacha de 15 años en una de las movilizaciones: “Sí, soy revolucionaria con orgullo y convicción”, se contrapone a las consignas opositoras unidas sólo bajo la negación del actual gobierno.
Los perfiles de la campaña no hacen más que confirmar esta situación. Mientras Chávez mantiene su retórica en inauguraciones de obras públicas como hospitales y puentes y multitudinarios actos en los principales centros electorales del país, Rosales hace permanente hincapié en la necesidad de que la gente esté en las calles (y no necesariamente en las urnas) el 3 de diciembre.
Así, sus principales propuestas como el respeto a la propiedad privada y la tarjeta de débito “Mi Negra”, que ofrece entre 600.000 y 1 millón de bolívares (entre 900 y 1500 pesos) “a más de 2.500.000 familias de la clase media empobrecida y sectores populares”, pasan a un segundo plano.
En este contexto, las encuestas son parte controversial del proceso electoral. Aunque la gran mayoría señala un triunfo del candidato-presidente con más de veinte puntos (50 a 55 por ciento contra 25 a 30 por ciento a favor de Rosales según Datanalisis), algunas otras encuestadoras como Survey Fast, publicadas en los diarios opositores, aseguran un empate técnico que le otorga a Chávez un 48,1 contra un 47,7 de Rosales.
La conclusión a la que pretenden arribar, tomando como parámetro los siete puntos de Rosales cuando en agosto aún no se había definido la candidatura única, es que “uno sube y otro baja”. La estrategia de estos datos es generar una desconfianza generalizada que permitan la acusación del fraude electoral.
Lo cierto es que en Venezuela no hay tregua, puntos medios; las pasiones, de uno y otro lado, son las que imponen las reglas del juego en este caldeado clima preelectoral.
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