EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O'Donnell
El próximo presidente de Ecuador no la tendrá fácil. Gobernará un país fragmentado y dominado por los caciques regionales que controlan el Congreso, desde donde jaquean al Ejecutivo, manejan al Poder Judicial y traban cualquier intento de reforma política. Al menos ése es el diagnóstico del analista Adrián Bonilla, profesor de Relaciones Internacionales de Flacso-Ecuador a pocas horas de la segunda vuelta electoral entre el candidato del centroizquierda Rafael Correa y el empresario bananero Alvaro Noboa.
“Creo que en esta elección está en juego la presidencia, que no es poco, pero no está en juego un cambio de sistema político ni una transformación radical del Ecuador. La arquitectura de nuestro sistema político hace que tengamos un presidente de la República estructuralmente débil, asediado por un Congreso de gran poder, que no sólo legisla y fiscaliza, sino que también nombra a los funcionarios de los organismos de control y al Tribunal Constitucional, define la Corte Suprema y el Tribunal Electoral sin ninguna intervención del gobierno”, explica el profesor por teléfono desde Quito.
Semejante activismo parlamentario hasta sería bienvenido en un país hiperpresidencialista como la Argentina. Pero en Ecuador, señala Bonilla, ningún presidente en la historia reciente ha tenido una mayoría parlamentaria.
“Tendremos un presidente con capacidades muy limitadas y un Congreso con pocos incentivos para la colaboración, compuesto por caudillos locales que exigen prebendas, recursos y nombramientos para la construcción de mayorías efímeras que sirven para temas específicos”, grafica Bonilla.
Obviamente los candidatos deberían ser los primeros interesados en romper esta inercia que ha producido ocho presidentes en los últimos diez años y un Congreso que, según algunos sondeos, goza de un nivel de aprobación popular del 2 por ciento. Pero no es tan fácil.
Durante toda la primera vuelta Correa hizo campaña haciendo eje casi exclusivamente en la necesidad de una reforma política, mientras Noboa ponía el acento en las expectativas inmediatas del electorado con propuestas de vivienda y empleo. El resultado de estas estrategias es que Correa cayó más de 20 puntos en las últimas semanas y terminó cuatro abajo. En la segunda vuelta, Correa dejó de lado el tema de la reforma y se dedicó a difundir sus propias propuestas de vivienda y empleo. Ese cambio le trajo un repunte y ahora los candidatos están otra vez cabeza a cabeza.
“Noboa no tiene una agenda de reforma política. Su propuesta es económica y sus allegados están con él porque tienen expectativas económicas, no por ideología. Las propuestas de Noboa provienen de intereses privados que siguen lógicas corporativas. En cambio Correa plantea una reforma política a través de una Asamblea Constitucional. Pero es muy difícil que se dé ese escenario porque Correa no tiene ninguna fuerza parlamentaria que lo respalde. En Ecuador, hasta un llamado a consulta popular debe ser aprobado por el Congreso”, se resigna Bonilla.
Si la inoperancia del sistema político diluye la discusión ideológica, la rigidez del sistema económico directamente la aplasta. En la Argentina, durante 10 años la convertibilidad fue un dogma intocable. Hasta que un día llegó la recesión y el corsé asfixió la economía. Hoy en Ecuador pasa algo parecido a lo que pasaba acá en la época del voto-licuadora.
“Correa ha sido un crítico de la dolarización, pero el esquema monetario es muy popular aquí porque existe creencia de que ha estabilizado la economía. Cualquier candidato que plantee abiertamente desdolarizar habría perdido las elecciones. Por eso Correa ha prometido sostener el esquema monetario durante su presidencia”, dice Bonilla. “Si gana Noboa, intentará reestablecer las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.”
Fragmentación política. Rigidez económica. Caciques regionales que jaquean al débil gobierno central. Control político del Poder Judicial y los organismos de supervisión. En medio del escepticismo generalizado aparece un candidato desconocido, surgido del centroizquierda, que desafía al veterano representante del establishment. ¿Cómo sigue esta película? En Ecuador, digo.
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