EL MUNDO › LAS AUTORIDADES TURCAS TEMEN LA POSIBILIDAD DE UN ATENTADO
Mientras realizan manifestaciones en rechazo a su visita, el pontífice busca reducir la tensión con el mundo islámico.
› Por Enric González *
Desde Roma
El papa Benedicto XVI y el primer ministro de Turquía, Tayyip Erdogan, mantendrán hoy un breve encuentro en el aeropuerto de Ankara. El Vaticano confirmó ayer que Erdogan había decidido retrasar unas horas su desplazamiento a Riga, donde se celebra una cumbre de la OTAN, para recibir al Pontífice y acabar con las especulaciones sobre una supuesta “descortesía” en la difícil visita papal. El Papa busca en este país, con un 98 por ciento de musulmanes, reducir la tensión con el mundo islámico. Pese a la hostilidad de gran parte de la población, que tiene previsto protestar contra su visita, y al temor del gobierno turco a un atentado, Ratzinger parece convencido de que su viaje ayudará a un mejor entendimiento con ortodoxos y musulmanes.
Benedicto XVI realiza el viaje más difícil de su pontificado. Un gobierno receloso pero interesado en acreditar sus méritos como aspirante a la Unión Europea, una población mayoritariamente hostil y un alto riesgo de atentado: eso es lo que encontrará el Papa en Turquía. Joseph Ratzinger llega hoy a Ankara, la primera etapa, y regresará el viernes a Roma. Ayer mismo, en Estambul, una gran manifestación de protesta dio inicio a una semana plagada de riesgos. Más de 15.000 policías, auxiliados por los servicios secretos turcos, italianos e israelíes, velarán por la seguridad papal. El Vaticano no acepta, por el momento, la sugerencia turca de que Benedicto XVI utilice en todo momento un chaleco antibalas.
La agenda del viaje ha estado abierta hasta última hora. El domingo se confirmó que Benedicto XVI visitaría la Mezquita Azul de Estambul, como muestra de respeto hacia el Islam. Y ayer se incluyó el encuentro con Erdogan. El ministro de Asuntos Exteriores, Abdullá Gul, envió la semana pasada una invitación a cenar para la noche del 30, en compañía de otras personas. La iniciativa de Gul fue muy mal acogida en el Vaticano por su tono informal y se rechazó con seca cortesía: se le hizo saber al ministro que el Papa “no participa en acontecimientos mundanos”.
La visita de un papa a Turquía no es ninguna novedad. Ya lo hicieron Pablo VI y Juan Pablo II. Pero las circunstancias han cambiado mucho desde 1979, cuando Karol Wojtyla efectuó su viaje. Turquía, el único país de mayoría musulmana con una Constitución estrictamente laica, tiene hoy un gobierno islamista. Ya no existe la Unión Soviética, por lo que el territorio turco ha dejado de marcar una de las fronteras de la guerra fría para convertirse en bastión de la OTAN en una región más convulsa que nunca.
Lo que más preocupa a las autoridades turcas no son las manifestaciones, sino el riesgo de atentado. Uno de los libros más vendidos en el país se titula Atentado contra el Papa: Quién matará a Benedicto XVI en Estambul, lo que da una idea del ambiente. Hace varias semanas fueron detenidas en Estambul, la mayor ciudad del país, varias personas acusadas de preparar un atentado contra la comitiva papal. Los servicios de espionaje locales, ayudados para la ocasión por el Sismi y el Sisde italianos y por el Mossad israelí, temen, según el diario La Repubblica, que el primer objetivo de una posible acción terrorista no sea el Papa, sino el cardenal Walter Kasper, alemán como Ratzinger y como él contrario al ingreso de Turquía en la UE; asesinar a Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, podría resultar más fácil que asesinar al Papa y tendría un efecto propagandístico comparable.
También ha cambiado el Papa y eso es importante: el cardenal Joseph Ratzinger se ganó las antipatías turcas cuando declaró que la Unión Europea no podría acoger jamás a un país “formado en la lucha contra el cristianismo, principio fundacional de la civilización europea”. Ya como pontífice, el malinterpretado discurso de Ratisbona, en septiembre, empeoró la imagen de Benedicto XVI en el mundo islámico.
Desde el punto de vista del Vaticano, el objetivo principal del viaje es el acercamiento con los cristianos ortodoxos, que Ratzinger señaló como máxima prioridad de su pontificado inmediatamente después de ser elegido como sucesor de Juan Pablo II. El Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, representa a una pequeñísima comunidad en Turquía, pero se atribuye la herencia bizantina y es considerado una de las grandes figuras de la ortodoxia. Bartolomé I, en declaraciones al diario griego Kathimerini, calificó ayer de “crucial” la visita de Benedicto XVI. “Desde un punto de vista histórico –dijo el Patriarca–, este viaje representa una piedra miliar en el lento y doloroso camino hacia la reconciliación. Por muchos siglos nuestras iglesias no han mantenido ningún contacto, especialmente tras el gran cisma del siglo XI. Las breves ocasiones de encuentro y diálogo ocurridas en los siglos XIII y XV dejaron a los cristianos ortodoxos orientales más sentimientos de amargura que de esperanza.”
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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