Sáb 30.12.2006

EL MUNDO  › EL EX LIDER FUE EJECUTADO EN MEDIO DE UNA INVASION MILITAR QUE DERIVO EN GUERRA CIVIL

Mientras se desgarra Irak, fue ahorcado Hussein

Saddam Hussein, sentenciado por su responsabilidad en una masacre de 148 chiítas por un tribunal, fue ejecutado en medio de un clima de alta tensión en las calles de Bagdad. Durante su gobierno había invadido Irán y Kuwait y soportado dos invasiones de Estados Unidos. Soportó muchos complots y libró muchas guerras.

› Por Patrick Cockburn *

El ex dictador iraquí Saddam Hussein fue ejecutado en la horca cerca de la medianoche de ayer, informaron al cierre de esta edición Al-Hurra y Al-Arabia, dos cadenas árabes de televisión. La noticia llegó sólo tres días después de que los tribunales iraquíes rechazaran la apelación de su sentencia. En un juicio reciente, Saddam fue encontrado culpable de la masacre de Dujail, donde 148 iraquíes chiítas fueron asesinados en represalia por un fallido magnicidio. “Saddam Hussein será ahorcado antes de las seis de la mañana locales (las 12 de la noche de Argentina)”, afirmó ayer por la tarde un responsable iraquí próximo al primer ministro, Nuri al Maliki, que pidió el anonimato. La muerte del ex dictador llegaría horas después.

La orden de ejecución de Saddam se firmó mientras el toque de queda paralizó a Bagdad, la ciudad en la que ejerció el poder supremo sobre Irak por un cuarto de siglo. El abogado principal de Saddam, Khalil al Dulaimi, dijo que funcionarios norteamericanos que lo tenían prisionero en Fort Cropper, cerca del aeropuerto en las afueras de Bagdad, le habían pedido que recogiera las posesiones de Saddam y los de su medio hermano, Barzan al Tikriti, quien también sería ejecutado. Sus dos otros medio hermanos, Watban y Sabawi, lo visitaron el jueves y les dio su testamento.

Vi a Saddam Hussein por primera vez dando un discurso en una plataforma distante en Bagdad en 1978. Ya se lo conocía como “El hombre fuerte de Irak” y al año siguiente ejecutó a varios líderes del gobernante Partido Baas que se oponían a que se convirtiera en el presidente todopoderoso. Las críticas al líder y su familia eran muy peligrosas. La gente en los bares en Bagdad se ponía nerviosa si accidentalmente derramaban café sobre sus diarios. Temían que se los acusara de desfigurar la fotografía de Saddam Hussein deliberadamente.

Saddam quería ser una figura mundial histórica y en cierta forma logró su ambición. Se comparaba con los grandes héroes iraquíes del pasado, y en la cumbre de la guerra Irak-Irán, cuando los recursos iraquíes eran escasos, reconstruyó parte de la antigua Babilonia con horribles ladrillos amarillos, cada uno de los cuales tenía su nombre impreso. Sorpresivamente, tuvo éxito en lograr que a todo el mundo le sonara su nombre. Pero lo logró a través de la derrota y no de la victoria. En 1980 invadió Irán y comenzó una guerra de ocho años en la que murieron y resultaron heridos un millón de iraquíes e iraníes. En 1990 invadió Kuwait y fue derrotado por fuerzas lideradas por Estados Unidos.

Saddam destruyó su propio país. Cuando llegó al poder tenía petróleo, dinero, una administración competente y una población bien educada. Lo dejó en ruinas. Era cruel por naturaleza. Pero también era producto de un país violento y profundamente dividido. Saddam era sunnita, y representó a esta minoría de Irak que sólo tomó el poder por la fuerza. A pesar de que se describía a sí mismo como un soldado, sus verdaderas habilidades eran como policía secreto, reforzando medidas de seguridad contra potenciales complotadores. Incluso en la cumbre de su poder, brigadas de tanques alrededor de Bagdad eran aprovisionadas con sólo unas pocas municiones para prevenir un golpe.

A la hora de manejar la política iraquí, Saddam siempre mostró cierta genialidad. Sus muchos enemigos dentro de Irak nunca estuvieron cerca de derrocarlo. Pero si Saddam fue astuto sobre la política iraquí, nunca supo mucho sobre el mundo más allá de sus fronteras. Sólo una vez pasó un período extenso en el exterior, cuando vivió en el exilio en Egipto después de su intento fallido de asesinar al presidente Abd al Karim Qassim en 1959.

Saddam era el producto de su pasado. Había nacido en Quija, un pueblo típico iraquí, el 28 de abril de 1937. Fue miembro del partido baasista, que tomó el poder en forma permanente en julio de 1968. Durante 10 años Saddam controló la seguridad y la inteligencia mientras su primo, el general Ahmed Hassan al Bakr, era presidente. Tomó medidas extraordinarias para protegerse, manteniendo sus movimientos siempre en secreto. No sólo institucionalizó la tortura sino que la publicitó, asegurándose de que ningún iraquí ignorara el destino de cualquiera que se le opusiera.

En 1980 Saddam invadió Irán, pero descubrió que el gobierno iraní podía movilizar gran número de voluntarios, no entrenados pero entusiastas. Muchas tropas iraquíes se rindieron. Fue sólo cuando Irán invadió a Irak que las apelaciones de Saddam al nacionalismo iraquí obtuvieron respuesta. Fue apoyado por los regímenes sunnitas en Medio Oriente, Estados Unidos, la Unión Soviética y Europa Occidental, que no se opusieron cuando comenzó a usar gas venenoso contra las tropas iraníes. En una foto famosa de 1983, Saddam está estrechándole la mano a Donald Rumsfeld en Bagdad.

Fue Irán el que pidió la paz en 1988, pero Irak había ganado poco con la guerra. Saddam exageró la creencia en su éxito, lo que lo llevó a invadir Kuwait. En enero de 1991 los primeros aviones estadounidenses bombardearon Bagdad. El ejército iraquí en Kuwait fue enviado a casa y se amotinó cuando llegó a Basora. En pocos días las provincias chiítas del sur de Irak y la provincias kurdas del norte se rebelaron. El régimen de Saddam se tambaleaba. Saddam se salvó porque tenía nervios de acero. Los oficiales del ejército sunnita del centro de Irak se unieron contra los kurdos y los chiítas. Por sobre todo, Estados Unidos no quería que partidos religiosos chiítas que simpatizaban con Irán reemplazaran a Saddam. El sobrevivió pero su poder estaba limitado por las sanciones de la ONU y por los inspectores de armas de la ONU. Se fue debilitando y perdió control de Kurdistán, pero aun así aplastó las conspiraciones en su contra.

Durante todo este tiempo vivió en un esplendor palaciego. Desarrolló un gusto por los cigarros cubanos. Como para compensarse por su derrota en Kuwait, construyó palacios para él y para su familia por todo Irak. También construyó mezquitas, a menudo gigantescas. Comenzó a escribir novelas históricas, de las cuales muchas fueron impresas. Saddam pudo haber sobrevivido. En realidad, hasta los ataques del 11 de septiembre parecía probable que lo hiciera.

En 2003, así como en 1991, el ejército iraquí no luchó por él. La carrera de Saddam parece haber terminado en la humillación total. Pero mientras estaba sentado en su celda en la prisión en la enorme base de Estados Unidos durante los últimos tres años, debe haberse dado cuenta de que si bien él había perdido, sus captores no habían ganado.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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