EL MUNDO › EL ABOGADO DE HUSSEIN CRITICA LA PENA DE MUERTE
› Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
Javier Saavedra Fernández es el único español en el equipo internacional de abogados que defendió a Saddam Hussein ante la Justicia iraquí. En esta entrevista exclusiva concedida a Página/12, el letrado, conocido en España por defender a miembros del jet set internacional como la Duquesa de Alba o a personajes del bajo mundo como el capo de la mafia rusa Sergei Butorin, condena la ejecución del ex dictador de Irak y explica las razones por las cuales el juicio, plagado de vicios e irregularidades, no tuvo ningún tipo de legitimidad jurídica.
–¿Qué opinión le merece la ejecución de Saddam Hussein?
–Este es un día muy triste para nosotros, ya que no esperábamos que lo ejecutaran al presidente Saddam Hussein. Y sobre todo teniendo en cuenta que se ha aplicado la pena de muerte, que es un tipo de pena absolutamente repudiable para la cultura y el derecho europeos. Le puedo asegurar que nadie hubiera querido ser juzgado en las circunstancias en que fue juzgado Saddam. Es triste también para la Unión Europea, que no ha podido evitar la ejecución. ¿Qué queda de aquellas intenciones que manifestaron los que en su día invadieron Irak de convertirlo en un país libre y democrático?
–¿Qué tipo de irregularidades detectó a lo largo del proceso?
–La más importante es que se cambió de juez cuando se vio que no interesaba al gobierno el juez que había sido elegido. Además, los abogados tuvimos que hacer verdaderos actos de heroísmo para llevar a cabo nuestro trabajo. Murieron tres letrados defendiendo a Hussein. A su vez, el presidente del tribunal rechazó varios testigos de modo injustificado. Entonces no se han dado ninguno de los requisitos que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo o la Ley Penal Internacional hubieran podido garantizar de otra manera. En el supuesto de que se hubiera dado un juicio con pruebas y garantías necesarias y que Saddam hubiera sido condenado, tendría que haber sido sentenciado a una pena de prisión pero nunca a la pena de muerte. Para los europeos lo que ha ocurrido es contrario a nuestro ordenamiento jurídico y a nuestra cultura.
–¿Por qué cree que fue ejecutado con tanta prisa?
–Yo creo que había mucho apuro porque un segundo juicio hubiera sido muy complicado. La gran pregunta del segundo juicio hubiera sido: ¿quién proporcionó el gas para gasear a los kurdos? Además, la opinión pública europea hubiera hecho mucha presión en los próximos días para impedir la ejecución. Ha sido todo tan rápido... Con decirle que ayer a mí me dijeron que no lo iban a ejecutar, porque era la Fiesta del Cordero. Y cuando me he levantado hoy por la mañana ya lo habían hecho. Fue muy triste ver que mientras Saddam moría con dignidad, sus verdugos aplaudían. Lo mínimo que espera alguien que va a morir es un poco de respecto.
–¿Fue muy difícil para sus abogados acceder a Saddam durante el juicio?
–Yo estuve por última vez con él en noviembre, pero muchas otras veces que intenté viajar no pude porque había que llegar a un acuerdo con el sistema de seguridad americano, que era el que te daba la protección cuando llegabas al aeropuerto. Por suerte el embajador de España, de un modo muy valiente, acudió a buscarme en más de una ocasión.
–¿Tiene usted pruebas de que el tribunal iraquí fuera presionado por los norteamericanos para ratificar la condena a muerte?
–Eso no lo sé. Aunque me parece impropio de un país que se supone que es soberano, que deje la custodia del preso en manos de otra potencia. Nosotros en su momento pedimos que Hussein fuera juzgado por un tribunal internacional constituido por expertos árabes, lo que le hubiera dado al proceso otra legitimidad. Yo espero que todo esto que ha ocurrido sirva al menos para tener conciencia de que hace falta luchar contra la pena de muerte. Los europeos también tenemos que ser conscientes de que no puede haber juicios de primera y juicios de segunda. Todos tenemos derecho a ser juzgados bajo las mismas condiciones. La próxima vez que nos embarquemos en una aventura militar tendríamos que exigir que luego se respetaran los principios del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
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