EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Es el nuevo fenómeno de la política paraguaya. Acaba de lanzarse al ruedo y ya encabeza todas las encuestas con miras a las elecciones presidenciales del 2008. Lidera una incipiente coalición que busca aglutinar a todo el arco opositor para acabar con 60 años de gobiernos del Partido Colorado. Acaba de renunciar a su investidura de obispo. A juzgar por las reacciones que generó, su candidatura sacudió al ambiente político y eclesiástico del Paraguay con toda la fuerza de un tsunami.
Desde que anunció, el lunes, que renunció a la iglesia para dedicarse a la política, Fernando Lugo no ha tenido respiro. Va de reunión en reunión juntando voluntades para construir su armado político alrededor de la coaliciones de movimientos sociales que se presentaron en sociedad esta semana, Tekojoja (“Igualdad”), de izquierda, encabezado por agrupaciones campesinas, y “Paraguay Posible”, encabezado por su hermano Pompeyo Lugo, que define su agrupación como “del centro, pero un poco a la derecha.”
Todo eso en menos de una semana. Encima encontró tiempo para levantar el teléfono y contarle a Página 12 por qué quiere ser presidente.
“Yo nunca he abordado el tema personalmente. Lo que hubo es un pedido, un petitorio con 100.000 firmas de personas que ven en mí a la figura más creíble, más confiable, para llevar adelante los cambios que necesita el país,” señaló.
“Si me pregunta por lo que quiero hacer, quiero cambiar el modelo económico para revertir los graves desequilibrios sociales que sufre este país, donde la gran mayoría vive en un nivel de pobreza y el 30 por ciento en la miseria más escandalosa, que como cristiano no puedo aceptar.”
Los jerarcas de la Iglesia no están muy contentos con el descenso de Lugo a la lucha por el poder terrenal. El cardenal Giovanni Battista le mandó una carta desde el Vaticano el martes donde le comunica que fue sancionado con una “amonestación” papal por meterse en política, y le ordena que desista inmediatamente. El obispo Ignacio Goraya, presidente de la Comisión Episcopal del Paraguay, le advirtió el miércoles que si no cambia de opinión será excomulgado. La Congregación del Verbo divino lo conminó el jueves a retirar su ropa y sus papeles del colegio secundario donde el ex obispo venía enseñando hasta la semana pasada.
Ante las críticas y amenazas de la Iglesia, Lugo prefiere poner la otra mejilla. “Amo a mi iglesia. Quiero y conservo mi fe. He renunciado al ministerio, pero sigo perteneciendo a la Iglesia”, aclara. Sus asesores agregan que mal puede ser sancionado cuando no es candidato a nada y falta tanto para el 2008.
Los políticos del oficialismo no esperaron que Lugo oficializara su candidatura para dedicarle algunas frases. El vicepresidente Luis Castiglioni lo tildó de “manipulador y farsante”. Castiglioni no es un mero provocador mandado a hacer el trabajo sucio. Es el principal candidato de los colorados para enfrentar a Lugo en el 2008. El presidente Nicanor Duarte Frutos tampoco se quedó atrás. “Yo he visto a Lugo tomando champán y farreando con (el ex presidente) Wasmosy y los barones de Itaipú.” El diputado colorado Benjamín Passotti fue más lejos: lo llamó “Lucifer”.
Monseñor Lugo, como lo siguen llamando sus seguidores, nació en 1951 en la localidad de San Pedro de Paraná. “Pertenezco a una familia de campesinos. Mis padres labraban la tierra” cuenta con orgullo. Cuando tuvo edad de colegio se mudó a la ciudad de Encarnación, donde fue educado por los jesuitas. Terminó el magisterio a los 17 años, con un título de docente y se fue a trabajar a una escuela de campo. Al poco tiempo ingresó en el seminario del Verbo Divino y fue ordenado sacerdote. Durante cuatro años trabajó como misionero en comunidades indígenas del Ecuador, país que hoy gobierna otro católico formado en la Teología de la Liberación, Rafael Correa.
Después de su misión Lugo viajó a Roma y allí obtuvo una licenciatura en Ciencias Sociales. Regresó a Paraguay en 1987 para dar clases universitarias y fue nombrado asesor teológico de la Celam (Consejo Episcopal de América Latina). En 1994 fue nombrado obispo y enviado a San Pedro, la diócesis más pobre de Paraguay, donde estuvo 10 años hasta que el año pasado fue jubilado por el papa Juan Pablo II a la edad de 55 años y enviado a enseñar en un colegio secundario del Verbo Divino en Encarnación.
Nunca se hicieron públicos los motivos de la jubilación prematura, pero el presidente de la Asociación Rural de Paraguay, Alberto Soljancic, dio un indicio la semana pasada cuando criticó el lanzamiento político del ex obispo. “Siendo obispo, Lugo alentaba y orientaba a los campesinos sin tierra del departamento de San Pedro a invadir propiedades”, declaró.
Lugo prefiere explicar su renuncia con una parábola: “Cuando uno deja de ser el acelerador para convertirse en el freno, debe dar un paso al costado”, grafica. Cuando se le pregunta por esos “frenos,” Lugo se apura en aclarar, de manera poco convincente, que en todo caso el problema era de él y no de la Iglesia. “Yo mismo presenté la renuncia. San Pedro es una diócesis muy grande y hacía falta un obispo joven, con mucha energía, y yo en ese tiempo tenía algunos problemas de salud.”
Sea como fuere, su desplazamiento no lo alejó de la política, sino todo lo contrario. En marzo encabezó una protesta de 40.000 personas en Asunción contra Duarte Frutos, al que acusó de querer violar la Constitución. Nadie esperaba semejante concurrencia. A partir de entonces sus opiniones empezaron a hacerse más conocidas. Lugo hablaba de reforma agraria, de la necesidad de recuperar la “soberanía energética”, supuestamente arrebatada por Brasil y Argentina a través de compras subsidiadas de energía hidroeléctrica, y de expulsar a los “militares extranjeros” de Paraguay, en referencia a las operaciones en la Triple Frontera.
Cuando se le pregunta por estos temas nueve meses después, Lugo no reniega de sus posiciones, pero las relativiza para no alienar a potenciales aliados: “Aparte de todo eso, la alternancia en el poder es un valor en sí mismo. Las cuestiones ideológicas están en un segundo plano. Antes están los temas que nos unen: la convocatoria a una amplia concertación social y política para poner fin a la hegemonía del Partido Colorado –se ataja–. Hará falta un nuevo programa económico y una reforma agraria, pero debe ser el resultado de un gran pacto nacional, con la participación de todos los sectores.”
El pragmatismo demostrado por Lugo para sumar voluntades dispersas saca de quicio a sus oponentes, empezando por Duarte Frutos. “Lugo no es de izquierda ni de derecha ni de centro. Es pragmático, y el pragmático no tiene valores éticos y actuaría de acuerdo al vaivén de las circunstancias político sociales”, acusó el jefe de Estado.
A caballo del éxito alcanzado con la protesta contra Duarte Frutos, en agosto Lugo logró juntar a los principales partidos políticos y movimientos sociales de la oposición en una mesa de Concertación Nacional. Aunque los políticos tradicionales desconfían de él y los partidos opositores por ahora mantienen sus propias candidaturas presidenciales, saben que sin Lugo y por fuera de la Concertación es imposible derrotar a los colorados. El ex obispo encabeza las encuestas con una intención de votos del 25% seguido por el vicepresidente colorado Castiglioni, que suma el 21% de las voluntades.
Como es de rigor mencionar en estos casos, los pingos se ven en la cancha y de acá al 2008 falta una eternidad. Pero lo cierto es que Fernando Lugo ha dejado a los colorados al borde de un ataque de nervios, y a los cardenales del Vaticano rojos de indignación. Por ser su primera semana como político declarado, no estuvo nada mal.
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