EL MUNDO › OPINION
› Por Washington Uranga
“Un juicio injusto no hace justicia”, declaró el vocero de Amnistía Internacional (AI) en España, Esteban Beltrán, poco después de que se difundiera la noticia del asesinato en la horca de Saddam Hussein. Esa es una de las muchas voces de condena que se alzaron contra la venganza que Estados Unidos ejecutó con quien, otrora, fuera su aliado. Sólo para George Bush y sus socios más cercanos, la muerte de Hussein fue el resultado de un “juicio justo” aunque bien saben y reconocen que la muerte del iraquí “no terminará con la violencia en Irak”. En realidad, en todos los sentidos, la muerte en la horca de Hussein no es otra cosa que un asesinato más de los que Estados Unidos viene consumando con Bush a la cabeza a lo largo y a lo ancho del mundo, bajo el pretendido discurso de la “justicia global”. En la era de la globalización muchos han levantado la bandera de la llamada “justicia global” para aplicarla a los delitos de lesa humanidad. Entendible y aceptable como principio, hoy el concepto pierde validez porque no existe un verdadero equilibrio en el planeta respecto de las fuerzas que pueden ejercer la presión del derecho. Porque en todo caso habría que medir con la misma vara a quienes, como el presidente Bush, han instalado la prepotencia y la violencia permanente como lógica de poder en el mundo. Estimaciones no oficiales hechas por People’s Kifah sitúan en 37 mil el número de víctimas civiles en Irak desde la invasión norteamericana. El Brookings Institute habla de entre 10 mil y 27 víctimas y, por supuesto, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña dice que los muertos civiles no superan los 10 mil. Poco importa, a estos efectos, el debate sobre el número. En todo caso, cualquiera de estas cifras es una enormidad. Sobre todo, si se tiene en cuenta que al registro anterior hay que sumar 12 mil policías iraquíes muertos desde que Saddam Hussein fue detenido, en el 2003, hasta su asesinato en la horca la semana pasada. Según GlobalSecurity.com son 3000 los militares norteamericanos que perdieron la vida desde que Estados Unidos controla Irak y en ese mismo tiempo 22.401 militares del mismo país resultaron heridos. Entre tanto, 88 periodistas ya perdieron la vida en el mismo escenario. ¿Quién es el culpable de todo esto sino el propio Bush?
La Justicia no se puede construir sembrando muerte, violando los derechos humanos, torturando e imponiendo la ley del pánico y del terror. Cada día más, sobre la base de un falaz discurso sobre la Justicia, otras veces con el argumento de la “guerra santa”, George Bush sigue atropellando y generando pánico y usa para ello todo el poder de fuego que le da la condición de potencia hegemónica en el mundo. Atada a los mismos intereses, la llamada “comunidad internacional” se limita a las condenas retóricas. Desde las Naciones Unidas hasta la Unión Europea. Apenas declaraciones, supuestamente, para salvar cuestiones de principios, cuando en la práctica lo único que se hace es seguir convalidando los atropellos. Y así seguirá siendo, mientras se producen más asesinatos que no contribuyen en nada a la justicia verdadera y se cometen tantos otros que aumentan los crímenes de lesa humanidad. Así no hay justicia global, sino ajusticiamiento global basado en la prepotencia del poder.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux