A partir de hoy, un diplomático de carrera ocupará la silla de tanta exposición que deja Kofi Annan. Como especialista que es en el tema de la península coreana, tendrá un papel activo en el asunto nuclear norcoreano, que preocupa a las potencias.
› Por Ramiro Trost
Desde Seúl
Desde esta mañana, el surcoreano Ban Ki Moon ocupará formalmente el escritorio del secretario general de la Organización de Naciones Unidas. Esa oficina será el lugar donde más cómodo se sentirá este diplomático de carrera de 62 años. Desde allí reemplazará a una figura como la de Kofi Annan, quien ha hecho un culto de la alta exposición. Ban ha dedicado su vida a la carrera diplomática, pasando prácticamente por todos los puestos a los que lo asignó el servicio exterior de su país. El ex canciller surcoreano llega a la organización internacional en medio de un proceso de reformas. Allí dedicará su energía y su reconocida capacidad para lograr consensos.
Esa habilidad fue fundamental en la estrategia de Corea del Sur para ubicar en el máximo cargo de la ONU a una persona prácticamente desconocida hasta hace unos meses. El ministerio que comandó hasta octubre fue quien estuvo operando en pos de su candidatura, según comentó a Página/12 un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, que pidió mantenerse en el anonimato. Desde comienzos de 2006, los lineamientos que recibían todos los diplomáticos del servicio exterior surcoreano estaban relacionados con ese objetivo, especialmente en los contactos con los países miembro del Consejo de Seguridad. El por entonces canciller Ban realizó decenas de viajes, e incluso visitó la Argentina en dos oportunidades, uno de los primeros países que le confirmó su apoyo. Por ese motivo, Ban Ki Moon ha expresado en varias ocasiones su agradecimiento a diplomáticos argentinos.
Ban Ki Moon no será Kofi Annan, por diferencias de personalidad y de objetivos para abordar su labor. Annan deja su mandato de diez años, entre otras cosas, con un Premio Nobel de la Paz para él y la propia organización. Las pretensiones de Ban son más modestas, ya que ha dicho que se dedicará a ser un buen administrador.
Los 192 miembros de la Asamblea General de la ONU le dieron a comienzos de octubre la aprobación final a su nominación, que había sido remitida por el Consejo de Seguridad. Así se convirtió en el segundo asiático en estar a cargo de Naciones Unidas, luego de U Thant, representante de la ex Birmania, hoy Myanmar, que dirigió la ONU entre 1961 y 1971.
Ban Ki Moon nació el 13 de julio de 1944, está casado, tiene un hijo y dos hijas. Se graduó como licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Seúl, la casa de altos estudios más prestigiosa del país, y obtuvo una maestría en Administración Pública de la Universidad de Harvard. Habla inglés y francés, aunque con un nivel inferior al de Annan, y se declara cristiano.
Con el nombramiento como secretario general de la ONU, Ban ve coronada una intachable carrera diplomática de 36 años. Fue, entre otras cosas, dos veces embajador de Corea del Sur en Estados Unidos y también el máximo representante de su país ante la ONU. Además, participó en el armado de la reunión nuclear a seis bandas para abordar el desarme de Corea del Norte. Ya había logrado en 1992, como vicepresidente de la Comisión de Control Nuclear de las dos Coreas, la Declaración Conjunta de Desnuclearización de la península coreana.
El profesor Lee Seo Hang, del Instituto de Asuntos Exteriores y Seguridad Nacional de Corea del Sur, dijo a este diario que Ban, como especialista que es en el tema de la península coreana, tendrá un papel activo en el problema nuclear norcoreano y previó incluso una visita del nuevo jefe de la ONU a Pyongyang para encontrar una salida al conflicto.
Ban Ki Moon, hombre tranquilo y de carácter afable, goza de una muy buena imagen entre sus compatriotas. Kim Jae Young, una profesora universitaria, dijo a Página/12 que se siente muy contenta por el rol que asume Ban, agregando que está convencida de que hará un muy buen trabajo y que elevará la imagen de Corea en el exterior.
Más allá de los desafíos que tiene por delante Ban Ki Moon en la resolución de conflictos internacionales y los cambios en la propia ONU, los surcoreanos parecen estar más interesados en que mejore la percepción que tiene el mundo de su país. Interpretan su designación como un logro nacional. La opinión pública surcoreana enmarca la designación de Ban Ki Moon en la campaña que abiertamente se ha lanzado para que más coreanos ocupen cargos de relevancia en el ámbito internacional, a tono con el elevado status económico del que goza hoy Surcorea.
El coreano recibe a la ONU en pleno proceso de transformaciones, con denuncias de corrupción por el programa de Petróleo por Alimentos con Irak e irregularidades en las finanzas. Como lo dijo a mediados de diciembre cuando juró el cargo, Ban Ki Moon se considera a sí mismo un hombre con un objetivo claro: reconstruir la confianza hacia la organización, y entre los estados miembro y la secretaría. El mismo ha dicho que espera que ésa no sea una misión imposible.
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