EL MUNDO › LAS PICARDIAS DE CHIRAC TRABAN SU ESTRATEGIA
› Por Eduardo Febbro
Desde París
El suspenso es un atributo narrativo de gran eficacia, pero en política puede ser un arma puesta en la nuca de un adversario. En momentos en que Francia se apresta a vivir este domingo un episodio masivo y de costosa escenificación, la entronización de Nicolas Sarkozy como candidato oficial de la derecha en un show de más de cuatro millones de dólares, el presidente francés, Jacques Chirac, ha decidido jugar con la nuca de su movedizo ministro de Interior y enemigo tan público como íntimo. Por enésima vez en el curso de los últimos meses, Jacques Chirac jugó la carta del suspenso a la hora de anunciar si se presentaría o no una vez más a competir por el sillón supremo. Esta semana, en dos ocasiones, el mandatario dejó la cuestión envuelta en la ambigüedad. La primera: “En las próximas semanas me encontrarán plenamente comprometido, tanto en el plano nacional como internacional”. La segunda, cuando se le preguntó directamente si sería candidato: “No lo había pensado. Este tema merece reflexión y, por consiguiente, voy a reflexionar”.
Francia amaneció el sábado y el domingo en plena sarkomanía, o sarkozisación. Cuatro de los cinco semanarios nacionales hicieron tapa con la candidatura del ministro, todos los diarios lo amplifican en las primeras planas y las radios, Internet y las televisiones no hacen sino proyectar sus luces sobre un acto sin sorpresas, ni debates, ni adversarios: Nicolas Sarkozy es el único candidato.
Se esperan entre 60 y cien mil personas en el ego-mega-acto organizado por el partido UMP en la Porte de Versailles, sur de París. Los adherentes de la UMP tienen hasta este domingo para elegir, vía Internet, el candidato que debe recibir el apoyo del partido. Elegir es un eufemismo porque ya está electo sin previo proceso de selección interna, a no ser el de la sondología nacional. Ya ha trascendido incluso el slogan de campaña del candidato: “Todo se vuelve posible con Nicolas Sarkozy”.
Pero entre ese posible y lo real media el presidente francés. El tema de la presencia de Jacques Chirac en la cita presidencial es un capítulo recurrente de la gran escena de las próximas elecciones de abril y mayo. Su esposa, sus allegados y él mismo mantienen una suerte de estado de compromiso inminente, pero nunca confirmado. Frases soltadas al azar, intervenciones de hombres de segundo plano pero allegados al jefe del Estado y hasta el pulcro y sugestivo lenguaje del interesado han hecho del presidente francés una ficha posible, es decir, el factor Chirac.
Cuando faltan cien días para el fin de su mandato, el presidente ocupa el espacio político con intervenciones de todo tipo, menos las referentes al balance de sus dos presidencias y a la eventualidad de su candidatura. Por lo demás, Jacques Chirac aparece como el padre de la nación y, como buen padre, no se priva de dar lecciones a sus hijos y de pronunciarse en contra de las políticas defendidas por el candidato Sarkozy. Pleno empleo, reparto de las riquezas entre accionarios y empleados, voto de una ley que otorga a los ciudadanos el derecho a una vivienda digna garantizado por el Estado, tirón de orejas a los ministros que descuidan su trabajo para ocuparse de la campaña electoral, advertencia sobre los riesgos de las ideologías, de las ilusiones y de la frecuentación del pasado. Chirac se ha vuelto un sabio que destila consejos con un objetivo declarado: “Explicar a los franceses el mundo en el cual estamos hoy”.
En su empeñada intención de seguir vivo y poniendo trabas en el camino de Nicolas Sarkozy, el presidente cuenta con un escudero de peso, su jefe de gobierno, Dominique de Villepin. La rivalidad en el seno de este trío de la república es legendaria, pero en las últimas semanas el antagonismo se ha condimentado con algunos gestos memorables. Villepin hizo saber que este domingo estaría presente en la coronación de Sarkozy pero se abstendría de votar. Y como para marcar un poco más su diferencia, el jefe del Ejecutivo presentó esta semana un programa económico y social válido para los próximos cinco años: desempleo, crecimiento, cobertura social, sistema de jubilaciones, nada fue olvidado. Pero ese programa no coincide exactamente con la “ruptura tranquila” defendida por Sarkozy. Hay incluso pasajes –jubilaciones– que están en franca oposición con los postulados de Sarkozy. La derecha tiene así un candidato oficial, otro eventual y un tercero –Villepin– que no es pero pone sobre la mesa un programa de gobierno de cinco años... exactamente lo que dura una legislatura.
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