EL MUNDO › CIVILES ARMADOS SE PASEAN IMPUNES POR LA CALLES
› Por Robert Fisk *
Así comenzó el conflicto de 1975-1990 en el Líbano. Estallidos de odio sectario, llamados a la calma, promesas de ayuda de naciones occidentales y árabes y una negativa total a comprender que es así como comienzan las guerras civiles. El ejército libanés levantó su toque de queda de la noche sobre Beirut ayer a la mañana sólo por el lenguaje incendiario de los más amargos antagonistas del país. Los diarios de la mañana en Beirut publicaban fotos de hombres armados –tanto de musulmanes sunnitas leales al gobierno y como de partidarios chiítas de Hezbolá– quienes probaron más allá de ninguna duda que los hombres armados y organizados están ahora en las calles de la capital.
Una foto muy difundida mostraba a un empresario con corbata disparando una pistola contra los chiítas durante los combates alrededor de la Universidad Arabe Libanesa, otra de un hombre encapuchado con un rifle de francotirador que disparaba desde un techo. Los tres muertos eran partidarios de Hezbolá y sus funerales ayer en el sur de Beirut y en el Valle de Bekka fueron acompañados por gritos de venganza y –en un caso– de una guardia de milicianos y salvas de despedida sobre su tumba. Después que la viuda de 29 años de Adnan Shamas y varios niños llegaron a su funeral en Ouzai, hubo gritos de “sangre por sangre”.
Está todo muy lejos de la autofelicitación de los líderes occidentales y árabes en París, el viernes, donde diplomáticos europeos y estadounidenses –después de obtener 5160 millones de dólares para asistir al Líbano– parecían creer que acababan de salvar al gobierno de Faoud Siniora de las fuerzas “extremistas” islámicas. Los grupos, tanto los pro como los antigobierno, están utilizando armas en las calles de Beirut y el ejército libanés –que constantemente busca la ayuda de los líderes de todos lados–- tenía muchas dificultades para reprimir los últimos combates.
Samir Geagea, el ex asesino de la guerra civil convertido en un ardiente partidario del gobierno –el embajador de Estados Unidos le hizo una visita de cortesía esta semana– se volvió al líder de Hezbolá, Sayad Hassan Nasrallá ayer, recriminándolo por la guerra de Hezbolá contra Israel el verano pasado, cuando los combatientes chiítas dispararon miles de cohetes hacia Israel. “No crea, Sayad Hassan, que Beirut es Haifa o el Monte Carmel”, advirtió. “Sentémonos y discutiremos las cosas juntos. De lo contrario el país se dirige hacia lo peor.” Talal Arslan, un líder druso pro sirio, se refirió ferozmente a los grupos del gobierno como un “sindicato del crimen organizado” que quería que el Líbano fuera otro Irak.
Que es exactamente el lenguaje de 1975. Todo parecía tan lejano en París donde Siniora, hablando ayer con residentes libaneses y periodistas, respondía preguntas sobre la industria agrocultural y futuras perspectivas turísticas. Justo ahora, cuando en el Líbano una nueva y terrible página parece estarse abriendo mientras el resto del mundo mira despreocupadamente.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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