Mar 06.02.2007

EL MUNDO

Antiguos colaboradores de Pinochet empiezan a hablar de sus crímenes

La confesión del teniente coronel retirado de carabineros Ricardo Lawrence y de sus cómplices permitió al juez Víctor Montiglio procesar y detener a siete ex uniformados por el secuestro y homicidio de Víctor Díaz. Su hija supo la verdad 31 años después.

› Por Manuel Délano *
Desde Santiago

La vicepresidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), Viviana Díaz, de 56 años, que desde 1976 busca a su padre, detenido por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), una mujer curtida en el dolor de las víctimas de la dictadura del general Augusto Pinochet, supo finalmente qué ocurrió con él 31 años después.

“Siempre dije que queremos la verdad por dolorosa que sea. Al saberla, sentí una pena tan profunda que me desahogué y lloré diez minutos..., una es humana. Sentí tan terrible que mi papá estuvo ocho meses vivo a merced de sus captores y pensé en mi mamá que murió sin saber. Pero me recompuse porque quería ir tranquila a hablar con el juez”, contó Viviana Díaz. Ella vio por última vez a su padre, el dirigente sindical Víctor Díaz, cuando, muy temprano en la mañana del 11 de septiembre de 1973, le avisaron del golpe militar contra el presidente Salvador Allende. Hasta su detención, tres años después, dirigió el Partido Comunista (PC) chileno en la clandestinidad como subsecretario general.

Después de la muerte del ex dictador Augusto Pinochet, en diciembre pasado, el pacto de silencio de los antiguos agentes de la represión está comenzando a desmoronarse. Un teniente del ejército que dirigió decenas de fusilamientos de campesinos en Paine, en las afueras de Santiago, llevó a una jueza hasta el lugar donde dijo que había sepultado los cadáveres, pero no se encontraron restos.

La confesión del teniente coronel retirado de carabineros Ricardo Lawrence, ex agente de la DINA, y de sus cómplices permitió al juez Víctor Montiglio procesar y detener a siete ex uniformados, incluyendo dos mujeres, por el secuestro y homicidio calificado de Víctor Díaz.

“Mientras estuvo vivo Pinochet ningún ex agente se atrevió a hablar. Al morir desapareció el peso que mantenía el pacto de silencio, algo cuyo significado los civiles no asumíamos en plenitud”, sostuvo el abogado Eduardo Contreras, querellante en este caso.

Tras aplastar al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y al Partido Socialista (PS) en los primeros años después del golpe militar, la represión se concentró en 1976 en el PC. Los agentes de la DINA trasladaron a Díaz, que entonces tenía 56 años, hasta Villa Grimaldi, donde más de cuatro mil personas fueron torturadas, de las cuales 226 siguen desaparecidas. En el cuartel se disputaban entre ellos el “privilegio” de torturar al líder comunista.

El propio Pinochet estaba interesado en la suerte de Díaz, testificó el oficial Lawrence, que amplió su confesión después de la muerte del ex dictador. En una oportunidad, Pinochet fue a visitar al líder del PC y conversó con el prisionero. “Díaz le dijo a Pinochet que cometía un error al meterse en contra del PC, porque era como intentar vaciar el mar con un balde, algo que nunca se iba a poder lograr”, afirmó el ex agente.

A Díaz lo llevaron a un cuartel de la DINA desconocido hasta la confesión de Lawrence. Ahí, cumpliendo una orden del jefe de la DINA, Manuel Contreras, dos agentes, ambos de la Armada, Bernardo Daza y Sergio Escalona, ataron a Díaz de pies y manos a una silla, le cubrieron su cabeza con una bolsa de plástico y lo asfixiaron. Como hizo en otros casos, la teniente Gladys Calderón inyectó cianuro al cadáver.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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