Dom 11.02.2007

EL MUNDO  › OLMERT DIJO QUE TODAVIA HAY TIEMPO PARA NEGOCIAR CON TEHERAN

Israel se aferra a la “ambigüedad”

El premier israelí sostiene que el programa nuclear iraní no está tan avanzado, pero también critica las sanciones de la ONU.

› Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv

“Yo pienso que existe la forma de evitar, sin acciones violentas, que los iraníes avancen con su programa nuclear”, dijo días atrás el primer ministro israelí, Ehud Olmert, ante un grupo de dirigentes judeonorteamericanos reunidos en Jerusalén. El premier agregó, no obstante, que las medidas diplomáticas contra Irán aprobadas recientemente, incluidas las sanciones limitadas rubricadas por la ONU, “no son suficientes ni eficientes, como muchos quisieran creer”. A ellas debiera sumarse –según Olmert– la presión económica necesaria para que el gobierno de Mahmud Ahmadinejad recapacite y frene sus aspiraciones en materia de armamentismo nuclear. El mandatario israelí señaló que en la actual etapa, cuando el proyecto iraní no está tan avanzado como lo sostiene Teherán, aún hay chance para las instancias no militares.

La capacidad de Israel para asestar un golpe preventivo con armas atómicas también fue insinuada por Ehud Olmert el pasado mes de diciembre, cuando en una entrevista a un canal alemán de TV incluyó a su propio país en la lista de potencias nucleares integrada por los Estados Unidos, Francia y Rusia. Considerada por muchos analistas como un “desliz”, esa declaración le valió al premier una lluvia de críticas por haber violado uno de los pilares más sagrados de la doctrina de la seguridad israelí: la llamada “ambigüedad” en torno de su presunto arsenal nuclear (es decir, no reconocer ni refutar su existencia). Desde entonces, Olmert ha guardado prudencia en la materia, dejándole el campo libre a su principal contendiente político del flanco derecho del espectro partidario, el líder del Likud Benjamin Netanyahu. Este último, ciertamente, no desaprovecha tribuna alguna, sobre todo entre sus seguidores en el seno de la comunidad judía de los Estados Unidos, para repetir su mensaje sobre el asunto, simple y contundente cual lema que promueve una película-catástrofe al mejor estilo hollywoodense: “Estamos en el año 1938, e Irán es Alemania”.

“No seremos los primeros en introducir armamento nuclear en la región”, le contestó instintivamente Shimon Peres, entonces director del Ministerio de Defensa, al presidente norteamericano John F. Kennedy, quien lo sorprendió con una pregunta acerca de los esfuerzos israelíes en el terreno de la tecnología nuclear, invertidos en la central de Dimona. La conversación tuvo lugar en la casa Blanca en 1963, y la respuesta apresurada de Peres dio origen a la doctrina sobre la cuestión atómica adoptada por todos los gobiernos israelíes, desde entonces hasta la actualidad. En los años sesenta la genial salida del dirigente laborista logró aplacar la presión norteamericana sobre el programa nuclear de Israel, y las maniobras y subterfugios que los israelíes montaron para engañar a los inspectores norteamericanos que visitaban la planta de Dimona (llegaron a construir instalaciones especiales destinadas a encubrir la verdadera naturaleza del proyecto) ayudaron a persuadir a Washington de que era mejor desistir en los intentos orientados a evitar que Israel se sumara al selecto club de estados productores de armas nucleares. Así, pues, los Estados Unidos dejaron de presionar e Israel, por su parte, se comprometió a no realizar experimentos con bombas atómicas, a no declarar que posee la capacidad de fabricarlas y a no amenazar con la posibilidad de usarlas.

La ambigüedad en materia nuclear le ha brindado a Israel el poder disuasivo frente a los países árabes enemigos y, además, el privilegio de evadir las limitaciones y controles que demanda el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que Jerusalén no está dispuesta a firmar. A este componente esencial de la estrategia de la seguridad israelí hay que añadirle lo que algunos analistas llaman la “Doctrina Begin”, en referencia al hecho de que el ex primer ministro sostuvo que Israel no puede permitir que en el Medio Oriente exista un país poseedor de armamento nuclear que amenace a su propia subsistencia.

Fiel a su prédica, Menajem Begin ordenó a la fuerza aérea israelí atacar la central nuclear iraquí en 1981. En esa década, durante la guerra entre Irán e Irak, Israel apoyó al primero mediante la venta masiva de armas, a pesar del embargo decretado por el Congreso norteamericano contra el régimen de los ayatolás. Ese canal de abastecimiento poco convencional desembocó en el escándalo Irán-contras. Tras la derrota iraquí en la primera Guerra del Golfo, Irán pasó a ser la nueva “amenaza estratégica” a ojos de la dirigencia israelí.

En la actual coyuntura, cuando el gobierno de George W. Bush impulsa la opción de la presión diplomática internacional y de las sanciones económicas contra Irán, no hay motivos para creer que la cúpula israelí decida abandonar la estrategia de la ambigüedad. La pregunta inquietante es si –y, en caso positivo, cuándo– esa vía, de no resultar efectiva, será reemplazada por el otro componente de la seguridad nacional: la Doctrina Begin. Tomando en cuenta el rumbo en que viene orientándose el gobierno de Ahmadinejad en la confrontación por la hegemonía regional, la dilucidación de ese enigma tendrá lugar en los próximos años.

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