EL MUNDO › DICE QUE LAS ARMAS LLEGAN A IRAK POR EL CONTRABANDO CHIITA
Washington sentó las bases de un nuevo enfrentamiento con Teherán al afirmar que bombas iraníes fueron vendidas a Irak y causaron la muerte de 170 soldados estadounidenses. De este modo, sugiere que Irán apoya a la insurgencia de su vecino.
› Por Patrick Cockburn *
Estados Unidos está cada vez más cerca de una guerra con Irán. Ayer acusó a los más altos niveles del gobierno iraní de ser el proveedor de bombas sofisticadas que ya han matado a 170 soldados estadounidenses y herido a otros 620 en Irak. Las acusaciones contra Teherán tienen un tono y una credibilidad similares a los que había hecho el gobierno estadounidense hace cuatro años contra Irak y sus supuestas armas de destrucción masiva. Estas denuncias fueron la principal justificación de la invasión de 2003.
Importantes funcionarios estadounidenses de seguridad en Bagdad sostuvieron que creían que las bombas eran producidas en Irán y contrabandeadas a través de la frontera por los militantes chiítas iraquíes. Las armas, identificadas como “penetradores construidos con explosivos”, serían capaces de destruir un tanque Abrams. Los funcionarios estadounidenses sugirieron, utilizando una retórica llamativamente agresiva, que Washington querría acelerar la confrontación con Teherán. No descartaron usar la fuerza y ya enviaron una segunda fuerza táctica al Golfo.
“Estimamos que estas actividades son ordenadas por los niveles más altos del gobierno iraní”, sostuvo uno de los funcionarios estadounidenses, recordando que los explosivos vienen de las Brigadas al Quds y que éstas responden al ayatola Ali Jamenei, el líder supremo de Irán. Esta es la primera vez que Estados Unidos acusa abiertamente al gobierno de Teherán de estar involucrado en la venta de armas, que luego son utilizadas para matar estadounidenses en Irak.
Pero la situación en Irak no es tan simple como la intentan explicar estos funcionarios estadounidenses. Desde el principio de la invasión, Washington ha estado combatiendo una insurgencia sunnita, que es profundamente hostil a Irán. Para estos grupos insurgentes, el gobierno iraquí elegido democráticamente es sólo un peón de Irán. Por eso es improbable que las guerrillas sunnitas estén recibiendo cantidades significativas de armas militares de Teherán. Alrededor de 1190 soldados estadounidenses han fallecido por las llamadas bombas improvisadas en Irak, desde la caída de Saddam Hussein. Pero la mayoría de estos artefactos explosivos proviene de los arsenales del antiguo régimen, también sunnita.
A fin del año pasado, el informe Baker-Hamilton, redactado por una comisión bipartidaria, sugería abrir las conversaciones de paz a Irán y Siria para lograr resolver la crisis iraquí. En cambio, el presidente George Bush decidió tomar el camino contrario y responsabilizar a Teherán y a Damasco de las bajas en Irak.
El mes pasado, Washington arrestó a cinco funcionarios iraníes en Arbil, la capital kurda. Un diplomático iraní fue secuestrado en Bagdad, supuestamente por miembros de una unidad militar iraquí, bajo la influencia de Estados Unidos. El presidente Bush había advertido antes que los iraníes que están atentando contra las fuerzas estadounidenses podrían ser atacados, lo que abría la puerta a posibles asesinatos selectivos.
Las declaraciones de Washington dan la impresión de que Estados Unidos ha estado en guerra con las milicias chiítas desde hace tres años y medio, cuando invadió el país. Sin embargo, casi todos los enfrentamientos y los combates han sido contra insurgentes sunnitas. Estos grupos generalmente son liderados por importantes oficiales y expertos de la antigua elite militar y de inteligencia de los años de Saddam Hussein. Durante la guerra entre Irán e Irak (1980-1988), el entonces presidente iraquí, apoyado por Estados Unidos y la Unión Soviética, había podido entrenar a sus tropas en el uso de armamento de avanzada.
La Casa Blanca podría haber decidido que, con la carrera presidencial ya en marcha, sería beneficioso desviar la atención del fracaso militar en Irak, culpando a Irán de ser la mano negra que apoyaba a los insurgentes. La evidencia en contra de Teherán es todavía más insustancial que las pruebas falsas que presentaron Washington y Londres en 2002 y 2003 contra Irak. Las acusaciones actuales parecen estar llenas de exageraciones. Pocos tanques Abrams han sido destruidos. Y, principalmente, supone que los chiítas han estado en guerra con Estados Unidos, mientras que en realidad son la etnia que controla los partidos más poderosos que componen el actual gobierno iraquí.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux