Ante unos sondeos a la baja y la amenaza del candidato de centro, la candidata socialista se presentó en el programa de mayor rating.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Las pesadillas tienen un carácter recurrente. El socialismo francés, en plena crisis de sondeos de opinión, comienza a ver la posibilidad de que se repita la pesadilla de las elecciones presidenciales de 2002. En ese entonces, el primer ministro y candidato del PS, Lionel Jospin, se quedó sin pasar a la segunda vuelta debido a la disipación de los votos de la izquierda en candidaturas menores, lo que le abrió el camino al representante de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen. Un escenario similar amenaza con renovarse, pero esta vez a causa de la estrepitosa caída en los sondeos de opinión de la candidata del PS, Ségolène Royal, y del ascenso del candidato centrista François Bayrou. Menos de 25 por ciento en la primera vuelta, una diferencia de diez puntos en contra en caso de duelo Ségolène Royal-Nicolas Sarkozy (candidato de la conservadora UMP) en la segunda, las cifras suministradas ayer corroboran la tendencia negativa para la representante socialista.
Consciente de la urgencia, Royal decidió cambiar esta semana la estructura de su equipo de campaña y apostó por el efecto que puede tener en el electorado su participación, ayer, en un popular programa de televisión, “Tengo una pregunta que hacerle”. Esa emisión es, hoy, la más vista por los telespectadores de Francia y consiste en un simple juego de preguntas y respuestas entre el público presente en el estudio y el candidato presidencial invitado. El equipo de Royal contaba anoche con el impacto de ese programa para reactivar una campaña electoral que avanza con pies de plomo.
Los socialistas pagan el tributo de la persistente incoherencia entre el partido y el equipo de la candidata y de los desencuentros públicos a propósito de la política fiscal o el presupuesto necesario para aplicar las 100 medidas presentadas hace dos semanas por Royal. La candidata enfrenta un diluvio de 26 sondeos consecutivos negativos, así como la irrupción de un hombre político del centro, François Bayrou, antes aliado de la derecha. El llamado tercer hombre de la política francesa, presidente de la Unión por la Democracia Francesa, UDF, se presentó con el objetivo de romper el ciclo de alternancias izquierda/derecha. Bayrou había obtenido 6,8 por ciento en las elecciones presidenciales de 2002 y hace unos meses empezó su campaña con un modesto 3 por ciento. Pero su posición de ruptura y la bajísima calidad del debate electoral lo han propulsado a 16% de las intenciones de voto. En los últimos cinco sondeos Bayrou supera incluso al líder de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen. Más notable aún, según una encuesta publicada anoche, Bayrou derrotaría hoy tanto a Royal como a Nicolas Sarkozy.
“Los franceses necesitan salir de la tenaza que los encierra”, dice Bayrou. El candidato centrista argumenta que representa un voto útil, a la vez de protesta y constructivo. Durante los cinco años de la presente Legislatura Bayrou integró la mayoría conservadora pero luego rompió con ella para fomentar la emergencia de una tercera vía. La lotería de las encuestas lo ubica en posición de fuerza. Si su ascenso se mantiene y el ocaso de Ségolène Royal se confirma, el hombre del centro disputaría la segunda vuelta. Bayrou ya prometió que abriría el juego: “Construiré un gobierno con un equipo plural, equilibrado, de demócratas, hombres y mujeres venidos de sitios diferentes con la misión de poner en práctica el mismo proyecto republicano”. Con ese propósito ya evocó los nombres de los dos candidatos socialistas que Royal derrotó en la interna, Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn. Este europeo reformista amenaza el orden establecido y puede romper con la hegemonía tripartita que marcó las últimas elecciones presidenciales: socialismo-derecha liberal-extrema derecha.
Vestida con su ya emblemático saco blanco, la candidata se jugó ayer la carta del renacimiento. Serena y convincente, Royal defendió su estatuto de mujer y evocó las dificultades que ello acarreaba en la carrera presidencial. La candidata enumeró sus “estudios, su pasado político, los tres ministerios que ocupó y reconoció que un hombre con un recorrido semejante no estaría sometido, como ella, “a la duda permanente”. Asimismo, Royal argumentó que era la única que podía llevar a cabo el cambio que Francia necesita: “Pienso que estoy preparada. Ha llegado el momento en Francia para que una mujer sea presidenta de la República”.
La candidata socialista se pronunció en contra de la regularización masiva de los extranjeros indocumentados y optó por el control de la inmigración. Luego detalló lo que ya había adelantado antes: aumento de las jubilaciones bajas, aumento del salario mínimo y, elemento nuevo, una política a favor de las empresas. Este fue el primer acto de una semana decisiva. El segundo se jugará el jueves, cuando anuncie la recomposición de su esquema de campaña, es decir, en lo concreto, la ampliación de un grupo del cual habían sido excluidos los llamados elefantes rosas. Se trata de los dirigentes de peso y quienes encarnan otras corrientes en el seno del PS. Son, en suma, los mismos que, públicamente o en voz baja, contaminaron su campaña a riesgo de sembrar una derrota anticipada.
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