Luego de 71 años en el poder, el Partido Revolucionario Institucional cumplió seis años en la oposición contemplando su derrumbe hasta quedar relegado como tercera fuerza política nacional, atrás del oficialista PAN y del izquierdista PRD, tras las elecciones presidenciales del año pasado. Desgajado desde hace dieciocho años por escisiones, asesinatos de notables dirigentes (incluyendo a su candidato presidencial y a su secretario general, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, respectivamente, en 1994), fugas de militantes desplazados que prefirieron postularse por otros partidos y disputas internas por el control del partido, el PRI ensayó nuevamente su regeneración, eligiendo ayer a Beatriz Paredes como su nueva presidenta, pero el concepto de democracia interna le quedó grande otra vez, pues la jornada estuvo plagada de irregularidades que llegaron al extremo de cancelar el proceso interno en el estado de Morelos.

Vinculada con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, la nueva dirigente priista ofreció “inclusión” como fórmula para detener las crecientes divisiones que se agudizaron bajo la dirigencia de Roberto Madrazo, quien aprovechó su cargo para convertirse en candidato a la presidencia de la República, el año pasado, lo que a final de cuentas se tradujo en el mayor descalabro electoral en la historia del PRI. Aun así, este partido aún es la maquinaria electoral mejor afinada, y su presencia nacional incluye el gobierno de 17 de 32 entidades federativas, que abarca todo el norte del país y la mayor parte del oriente.

Ahora, con Beatriz Paredes, el PRI apuesta a cogobernar con el PAN, tal y como lo hizo durante el gobierno de Vicente Fox, a pesar de su endeble posición, aprovechando el distanciamiento entre el oficialismo gobernante y la izquierda. Los priistas podrían convertirse en una bisagra para sacar adelante aquellas iniciativas legislativas que más le interesen, a cambio de ceder ante el PAN en los acuerdos necesarios para facilitar la tarea del presidente Felipe Calderón. PRI y PAN suman más del 51 por ciento de los votos necesarios para hacer mayoría simple en las cámaras de Diputados y de Senadores, aunque juntos no alcanzan los dos tercios requeridos para asegurar reformas constitucionales y tendrán que negociar con la izquierda.

Por lo pronto, el PAN celebró la victoria de Paredes –quien tomará posesión del cargo el próximo 4 de marzo– y le tomó la palabra para trabajar juntos en una reforma del Estado promovida por el gobierno conservador de Calderón. Según el senador panista Santiago Creel –que fuera secretario de Gobernación en el gobierno de Fox–, la nueva dirigencia del PRI “facilitará más las cosas para trabajar con mayor eficacia en las reformas del Estado y la estructural que requiere el país”. La parte verdaderamente difícil será al interior de su partido, pues los priistas primero eligieron a su dirigencia y después se enfrascarán en una disputa para definir hacia dónde quieren llevar a su partido. En menos de dos semanas, Paredes deberá encabezar una asamblea nacional extraordinaria que ya presenta nubarrones de tormenta, pues de ahí deberá salir el nuevo estatuto del PRI, cuyos borradores son rechazados de antemano por algunos grupos internos.