Fernando Araújo es el nuevo canciller de Colombia. Carece de preparación en diplomacia y estuvo desvinculado de la realidad política por seis años como rehén de las FARC.
› Por Pilar Lozano *
Desde Bogotá
“Del monte al mundo, sin tiempo para adaptarse.” Así resumía el martes el diario El Tiempo la sorpresa y el desconcierto que ha producido en Colombia el nombramiento de Fernando Araújo como ministro de Exteriores. Este ingeniero de 51 años estuvo secuestrado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) durante seis años y logró huir el 6 de enero pasado. “Es un símbolo de que Colombia necesita superar esta tragedia”, afirmó el presidente Alvaro Uribe, en alusión a la actividad de los grupos armados ilegales, para justificar el nombramiento. “Tengo autoridad moral para pedir a la comunidad internacional que nos ayude en la lucha contra el secuestro”, añadió Araújo.
El nuevo canciller reemplaza a María Consuelo Araújo –pese al apellido no son familiares–, que dimitió el lunes pasado por el escándalo de la llamada parapolítica, que vincula a políticos y paramilitares colombianos y por la que ya hay detenidos ocho congresistas aliados de Uribe. Uno de los detenidos es el senador Alvaro Araújo, hermano de la ex ministra.
La elección del nuevo titular de Exteriores es, para algunos expertos, una jugada maestra de Uribe. El nuevo canciller puede generar credibilidad en el ámbito internacional. “Es audaz”, opina el ex ministro del opositor Partido Liberal, Rafael Pardo, “y pone en primer plano el problema de las FARC”. El todavía rehén aprovechó una redada militar sobre un campamento de las FARC para ponerse a salvo, lo que consiguió tras caminar cinco días para regresar a Cartagena, su lugar de domicilio.
Pero el nombramiento no está nada claro para otros. “Me extrañó”, afirmó el senador uribista Germán Vargas y, sin mucho convencimiento, añadió: “Eventualmente la tesis oficial de que puede ayudar a mejorar la compresión de lo que ocurre en Colombia puede resultar”. Otras fuentes consultadas creen que nombrar a un ministro de Exteriores sin experiencia diplomática es un acto populista e irresponsable, mientras se preguntan si una persona que ha estado tanto tiempo aislado del mundo puede manejar las complejas relaciones internacionales de Colombia.
El canciller debe encarar varios frentes difíciles, como defender ante la comunidad internacional el cuestionado proceso de paz con los paramilitares. Además, en Estados Unidos, con un Congreso mayoritariamente demócrata, está enredada la aprobación del Tratado de Libre Comercio y la ampliación de la ayuda para la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Otro frente está en Nicaragua, que insiste en reclamar las islas de San Andrés y Providencia, un archipiélago de la costa norte colombiana. Por último, las relaciones con países vecinos como Venezuela y Ecuador no son muy fáciles.
Para Araújo, su falta de experiencia no es un impedimento. “Estoy enterado de lo que ocurre en el mundo”, aseguró ayer. Durante su secuestro siempre tuvo, excepto los siete primeros meses, una radio que lo mantenía informado. “Lo que no conozco son los detalles de la política colombiana en el campo internacional”, admitió el nuevo ministro. Y este agujero, aseguró a los periodistas, lo subsanará estudiando y dejándose ayudar por los que saben.
Araújo rechazó recientemente una propuesta para ser alcalde de Cartagena, su ciudad de origen, porque quería recuperar el tiempo perdido con sus tres hijos. Ahora dice que lo consultó con ellos, que todos lo apoyan en su nueva tarea y que lo hizo “por admiración al presidente Alvaro Uribe”. Los psiquiatras estiman que, tras un cautiverio prolongado como el que sufrió Araújo, las víctimas se deben tomar un tiempo para recuperar el ritmo normal de la vida. La cuestión es si Araújo ha esperado lo suficiente.
Mientras el canciller se estrenaba, se conoció que la parapolítica se ha extendido a la región de la Orinoquia, donde un congresista ha sido vinculado con el escándalo. Además, cinco alcaldes han sido acusados de haber firmado un acuerdo con un jefe paramilitar en el que se comprometían a entregar a la organización criminal el 50 por ciento del presupuesto municipal y el 10 por ciento de todos los contratos.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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