El premier británico se jugó una de sus últimas cartas políticas para mejorar su alicaída imagen al anunciar que unos 1600 soldados se irán de Basora. En contraste, EE.UU. prevé mandar más tropas.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
Nos vamos, pero de a poco. El anuncio del primer ministro Tony Blair ante el Parlamento fue más elegante y formal que estas palabras, pero en resumen eso fue lo que dijo. No hubo cronograma preciso, ni un giro político de 180 grados, pero sí un compromiso de que “en los próximos meses” unos 1600 militares británicos dejarán Irak reduciendo el total de efectivos de 7100 a 5500. Sin pronunciar la palabra “retirada” que equivaldría a “derrota” y “requiem político”, Blair aclaró que habrá fuerzas británicas “hasta fines del 2008” y reiteró su apoyo a la misión para “democratizar” Irak.
El discurso del primer ministro tuvo algo para todos los gustos. A la opinión pública británica, cada vez más crítica con la aventura iraquí, Blair le ofreció un cambio claro de dirección con el anuncio de una disminución de su presencia militar. Para Estados Unidos y la cada vez más reducida legión de simpatizantes de la invasión, el primer ministro defendió la decisión de derrocar a Saddam Hussein y reiteró el compromiso británico con el proceso iraquí. Actualizando su retórica y despejándola un poco de mesianismo, el primer ministro indicó que “más allá de lo que se piense hoy de la invasión” lo que sucede en Irak es una lucha entre las “fuerzas progresistas y la reacción”: entre la coalición y el terrorismo internacional de Al Qaida.
El primer ministro atribuyó el cambio de política al éxito del operativo Simbad para traspasar del control de la seguridad a fuerzas iraquíes en la zona de Basora en el sur de Irak. “Las fuerzas británicas se retirarán al Palacio de Basora y a la Base Aérea de la provincia, donde cumplirán un rol de apoyo”, anunció Blair. El mismo ejército británico, que raramente hace declaraciones políticas, indicó recientemente que la visibilidad militar en las calles de Basora era “contraproducente” y ofrecía un blanco de ataque a grupos insurgentes. Según esta visión, a diferencia del triángulo sunnita en torno de la capital Bagdad, dominado por la violencia entre chiítas y sunnitas, el sur de Irak es relativamente calmo debido a su homogeneidad religiosa. Pero no todos coinciden con esta interpretación. En una entrevista con el servicio latinoamericano de la BBC, Khalaf el Manshadi, editor del periódico Al Manara en Basora, se mostró “asombrado” por la decisión de Blair. Según el editor hay unas 20 muertes diarias en Basora por enfrentamientos entre milicias chiítas que desatarán un baño de sangre apenas se vayan los británicos. “Yo no defiendo la presencia del ejército británico en mi tierra, al contrario, pero la situación sobre el terreno está fatal”, dijo el Manshadi a BBC Mundo.
El editor de Al Manara coincide con la interpretación de muchos analistas británicos: el anuncio de Blair no se explica por la situación militar en Irak. El pasado septiembre Blair anunció que dejaría el cargo en los próximos 12 meses. Nadie cree que sobreviva más allá de la conferencia de los países más industrializados, los G8, en junio, siempre y cuando un escándalo de financiamiento partidario que investiga la policía británica (la venta de títulos honoríficos por donaciones de campaña) no termine echándolo mucho antes, a las patadas y por la puerta trasera. Irak ha sido su talón de Aquiles. El anuncio ayer ante el Parlamento es una de las últimas cartas que tiene el primer ministro para asegurar que sus diez años en el poder, record para un líder laborista, no sean recordados pura y exclusivamente por el fracaso iraquí.
El gobierno estadounidense reaccionó a dos voces al anuncio. A pesar de que Blair se comunicó con George W. Bush el martes por la noche, ayer las voces oficiales tenían toda la homogeneidad de un concierto desafinado. Para la secretaria de Estado Condoleezza Rice nada había cambiado. “La coalición permanece intacta. El plan es transferir responsabilidades a los iraquíes de manera que las fuerzas de la coalición ya no sean necesarias”, dijo Rice. Entre los halcones, el vicepresidente Dick Cheney dejó en claro que él estaba siguiendo otra partitura. “El pueblo estadounidense no está de acuerdo con una retirada. Queremos completar nuestra misión. Queremos regresar con la frente alta”, dijo Cheney. Más allá de la retórica, lo cierto es que mientras Estados Unidos anunció el mes pasado el envío de más de 20 mil efectivos a Irak, su hasta ahora aliado incondicional acaba de indicar que está cada vez más interesado en buscar otros rumbos. En otra clara señal de que el barco se hunde, Dinamarca, cuyas fuerzas se encuentran bajo mando británico en Basora, anunció que retiraría todos sus efectivos en agosto.
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