EL MUNDO › ENTRE ELLOS ANDREOTTI, CONTRIBUYERON A LA CRISIS
› Por Oscar Guisoni
Fueron 281 días de martirio al más puro estilo italiano para Romano Prodi. Su gobierno nació bajo el signo de la debilidad, con apenas dos senadores garantizándole una mayoría exigua. Los mismos dos senadores que le faltaron el miércoles para confirmar las líneas de su discutida política exterior. Pero detrás de su caída se esconde algo más que el extremismo de los pequeños partidos de izquierda que forman la coalición de gobierno. Tres senadores vitalicios vinculados con la Iglesia, con Estados Unidos y con la confederación empresarial fueron claves a la hora de provocar el derrumbe.
“Se sumaron dos situaciones virtualmente explosivas”, explica en diálogo con Página/12 Gabriele Polo, director del diario Il Manifesto de Roma. “Por una parte, la imposibilidad del gobierno de dar respuesta a los sectores más a la izquierda de la coalición, sobre todo en un ámbito tan difícil como es en Italia el tema de las relaciones con Estados Unidos. Y por otra parte, el deseo de intereses muy fuertes, como la Iglesia, de hacer naufragar al gobierno.”
Prodi sabía desde el principio que mantener unida La Unión, una coalición formada por nueve partidos muy diferentes entre sí, iba a ser una tarea de titanes. Desde los católicos de centroizquierda de La Margarita a los comunistas al viejo estilo de Rifondazione, todo cabe dentro del heterogéneo conglomerado político unido en un principio por la voluntad de sacar al ex premier Silvio Berlusconi de palacio.
La agenda política se fue llenando durante los primeros meses de gobierno de cuestiones conflictivas: una nueva norma para legalizar a las parejas de hecho puso los pelos de punta a la Iglesia, que movió sus hilos para tocar a sus adeptos dentro de La Unión, que amenazaron con una crisis. La propuesta de la izquierda más radical para legalizar las drogas blandas sumó preocupaciones al centro de la coalición. La suba de impuestos a los más ricos dejó heridos dentro de la poderosa Confindustria (el sindicato de los empresarios), lo que llevó al senador vitalicio Sergio Pininfarina, una de las voces claves del sector en el recinto, a sumar su granito de arena a la caída de Prodi, cuando el miércoles se abstuvo de votar (en el Senado italiano las abstenciones se cuentan como votos en contra). La retirada de las tropas de Irak y la polémica en torno de la ampliación de la base militar americana de Vicenza tensaron las relaciones con Estados Unidos.
El auténtico hombre en las sombras detrás de la caída del gobierno parece ser el nonagenario Giulio Andreotti. Siete veces primer ministro y con más de medio siglo de vida política a sus espaldas, Andreotti fue el hombre clave dentro de la política italiana en los tiempos en que gobernaba la Democracia Cristiana. Nueves meses antes, en una jugada maestra, Silvio Berlusconi lo había propuesto para presidir el Senado, pero Prodi movió sus piezas y frustró la operación. Prodi y Andreotti nunca se llevaron bien, a pesar de que ambos proceden del riñón de la DC (Prodi fue incluso ministro de Industria de Andreotti durante un breve período en 1978).
“No sabía que el gobierno se caería por mi voto”, se disculpó Andreotti ayer con los periodistas, sin que nadie le creyera demasiado sus palabras. Sus vínculos más que aceitados con el Vaticano, sobre todo con su hombre fuerte, el cardenal Camilo Ruini (archienemigo declarado del gobierno de centroizquierda), y su fama de viejo zorro de la política le otorgan al ex democristiano todas las cartas a la hora de identificar la mano negra que hizo caer al primer ministro.
“Ahora nos encontramos en medio de una situación muy confusa”, concluye Gabriele Polo, “ya que al gobierno le quedan muy pocas opciones. O se extiende el consenso hacia ciertos sectores de la UDC (Unión Demócrata de Centro, heredera política de la Democracia Cristiana. NDLR), de Pierferdinando Casini, o se va hacia un gobierno Prodi bis, dejando en claro ciertas líneas políticas para evitar que esta situación se vuelva a repetir. Si fallan ambos caminos, sólo quedará convocar anticipadamente a elecciones”. Un escenario que ayer festejaban por anticipados los círculos cercanos al ex primer ministro Silvio Berlusconi, favorito en las encuestas gracias a los tropiezos del centroizquierda y al férreo control sobre los medios de comunicación que mantiene intacto el magnate milanés.
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