Hace cinco años, informes de inteligencia que predecían que a esta altura Pyongyang estaría produciendo dos bombas atómicas por año desataron la crisis que llega a hoy.
› Por Andrew Gumbel *
Desde Los Angeles
Estados Unidos parece haber metido la pata con la inteligencia en relación con el programa nuclear de armas de Corea del Norte, lo que puede haber exacerbado las tensiones con Pyongyang durante los últimos cuatro años y provocado que Kim Jong-ll siguiera adelante con la prueba nuclear de octubre pasado, según la inteligencia y los funcionarios de la administración Bush. La metida de pata no es en relación con la tecnología de la bomba de plutonio que Corea del Norte usó en su prueba y que claramente se ha estado desarrollando durante décadas. Más bien se refiere a la conclusión, detallada en el informe de la Agencia Central de Inteligencia al Congreso en noviembre de 2002, de que Corea del Norte estaba llevando a cabo un programa paralelo de enriquecimiento de uranio capaz de proveer la materia prima para dos o más armas nucleares por año a partir de la mitad de esta década.
Esa evaluación llevó a Estados Unidos a cortar su abastecimiento de petróleo a Pyongyang, a lo que Corea del Norte respondió echando a un equipo de inspectores internacionales de armas y acelerando su programa de bomba de plutonio. Ahora, muchos funcionarios de inteligencia se preguntan si los coreanos del norte tienen realmente un programa de enriquecimiento de uranio viable y los funcionarios de la administración se preguntan si no hubieran manejado la crisis de Corea del Norte más inteligentemente de no haberse apurado a confrontarlos. El martes, un veterano funcionario de inteligencia llamado Joseph DeTrani dijo en una audiencia del Comité del Servicio Armado del Senado que la información del gobierno sobre la existencia de un programa era sólo a “nivel de confidencia” –queriendo decir que no había sido totalmente corroborada y que algunos funcionarios tenían otras opiniones–.
El miércoles, el director de Inteligencia Nacional levantó el secreto de un informe sobre Corea del Norte que decía: “El nivel de progreso hacia la producción de uranio enriquecido sigue siendo desconocido”. Expertos no gubernamentales en armas como David Kay y David Albright –ambos veteranos del fiasco de la inteligencia de Irak– ven estas declaraciones como el principio de una retractación total y una admisión de que la CIA y otras agencias llegaron a conclusiones sin tener la evidencia necesaria. “La evidencia no apoya la extrapolación”, le dijo al New York Times Albright, ahora presidente del Instituto de Ciencias y Seguridad Internacional, una entidad privada con sede en Washington. La extrapolación estuvo basada en evidencia aparentemente sólida de que Corea del Norte había obtenido veinte centrífugos para la producción de uranio enriquecido de Abdul Qadeer Khan, el padre de la bomba atómica de Paquistán, en 2000. Cuando después se supo que Corea del Norte también estaba comprando tubos de aluminio –muy parecidos a los tubos de aluminio tan mencionados en el programa (no existente) nuclear de Irak–, la CIA y la administración Bush vieron una “prueba irrefutable” que los convenció de que el programa de uranio enriquecido ya funcioba.
Albright le dijo al New York Times que los tubos de aluminio eran relativamente débiles y no apropiados para producir centrífugos masivamente para una bomba, como sospechaba el gobierno de Estados Unidos. Los tubos que compraron los coreanos del norte eran “muy fáciles de conseguir y no estaban controlados” porque no eran considerados peligrosos. De manera que la mejor evaluación ahora parece ser que los norcoreanos estaban paralizados en sus ambiciones por falta de materia prima. “La administración parece haber tomado una decisión costosa que resultó en un aumento cuadruplicado de las armas nucleares de Corea del Norte”, le dijo al Times el senador Jack Reed, de Rhode Island, que cuestionó a DeTrani en la audiencia del Comité de Servicios Armados: “Si eso estaba basado en parte en mezclar las ambiciones de Corea del Norte con sus logros, es importante”.
La metida de pata probablemente vuelva a poner en duda tanto la confiabilidad como el uso político de la inteligencia de Estados Unidos después de la invasión a Irak de 2003 y el fracaso en la búsqueda de alguna señal de cualquier tipo de programa de armas nucleares, biológicas o químicas de las que la administración Bush hablaba para justificar su guerra preventiva.
Un debate similar sobre armas, inteligencia y política está ocurriendo con Irán, mientras la administración Bush acelera su retórica contra Teherán y el Congreso controlado por los demócratas teme que la Casa Blanca planee otra guerra en Medio Oriente. El caso de Corea del Norte es un poco distinto, porque es la administración misma la que parece estar retrocediendo. A su vez, Corea del Norte acaba de admitir nuevamente a inspectores de armas. La administración Bush parece preferir sembrar dudas sobre sus evaluaciones ahora para evitar papelones en el futuro.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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