Dom 04.03.2007

EL MUNDO  › ESCENARIO

Diálogo Interamericano

› Por Santiago O’Donnell

En los últimos años de sus mandatos, los presidentes norteamericanos suelen emprender viajes a lugares exóticos, visitas casi protocolares para difundir la marca “USA” en tierras extrañas, postergadas por el ajetreado calendario internacional hasta los días en que el jefe de Estado ha perdido la iniciativa política para convertirse en una mezcla de embajador de lujo, aguerrido coach de fútbol americano y Papá Noel. Viajan a países que la mayoría de los norteamericanos no podría nombrar, como Uruguay, o que sólo conocen por sus accidentes geográficos y fiestas populares, como Brasil, o por sus productos regionales, como Colombia.

En esos días el presidente desaparece de los medios estadounidenses, como si estuviera de vacaciones. Salvo que alguna urgencia doméstica obligue a los corresponsales a interrumpir a los gritos la foto-op con el mandatario tercermundista de ocasión, la cobertura quedará reducida a lo que aporte el extravagante New York Times –publicó esta semana un análisis previo a las elecciones de Senegal– que seguramente le dedicará al viaje algunas líneas en páginas perdidas.

Pero eso no quiere decir que giras como la que emprende George. W. Bush por América latina esta semana sean irrelevantes ni mucho menos. Por lo general persiguen objetivos geopolíticos importantes, sobre todo para los países que se visitan pero también para Estados Unidos. Eso lo tienen muy claro el presidente, el Departamento de Estado y los miembros de la academia, la sociedad civil y la burocracia estatal que trabajan en temas vinculados con esos países. Ningún presidente en funciones del país más poderoso del mundo se pasa ocho días arriba de un avión si no le dan un par de buenas razones.

Lo que pasa es que la gran mayoría de los estadounidense no sabe ni le interesa lo que pasa en esos lugares. Bastante tienen con Irak, Irán y Medio Oriente; Europa, China, y Japón; kurdos, sunnitas y chiítas; drusos y menonitas, Rusia, India y Pyongyang. Por eso, para saber qué viene hacer el bueno de George W. en su visita al patio trasero no alcanza con sintonizar la CNN. Hay que recurrir a los expertos.

“Claramente, el presidente y sus asesores entienden que el sentimiento antiestadounidense cubre gran parte de la región y se extiende la percepción de que la presencia de Estados Unidos en la región se está tornando irrelevante. Esta es la oportunidad para el que el Presidente de Estados Unidos demuestre que Estados Unidos está lejos de ser irrelevante. Tiene intereses importantes y una presencia importante en la región. Esto no es fácil de comunicar y un viaje presidencial lo hace, aunque no tendrá mucho impacto si al volver a Washington no hay un seguimiento de los temas. Pero el beneficio inmediato es que durante ocho días todos los países de la región tendrán su mira puesta en lo que Estados Unidos dice y lo que Estados Unidos hace, con un énfasis en la relación entre Estados Unidos y la región”, explica al teléfono el profesor Peter Hakim, presidente del único think tank de Washington dedicado a las Américas, el Interamerican Dialogue, o Diálogo Interamericano.

Además de su experiencia en la región, Hakim conoce muy bien el pensamiento de los funcionarios y legisladores que impulsaron la gira latinoamericana. El miércoles prestó testimonio sobre las relaciones con la región ante el comité de relaciones exteriores del Congreso, en la misma audiencia en que habló el subsecretario Tom Shannon, el encargado de Bush para la región. Aprovechando la circunstancia, se le pregunta qué busca Bush en cada país que visitará.

México: “un país muy importante para Estados Unidos. No puede quedar afuera de ninguna gira latinoamericana. Y Bush todavía no se reunió con el nuevo presidente en funciones. Conoce a Calderón, pero no se han visto desde su inauguración”.

Brasil: “también un país muy importante y un modelo de las relaciones que a Estados Unidos le gustaría tener en la región. Lula y Bush tienen más desacuerdos que coincidencias, pero trabajan muy bien en los temas que los unen. Es un relación constructiva y civilizada, muy cómoda a pesar de las diferencias, y Estados Unidos está muy contento porque Brasil no se le opone activamente. Se firmarán acuerdos de biocombustibles, se trabaja en conjunto en Haití y los desacuerdos se expresan de manera civilizada, sin interrumpir los aspectos positivos de la relación.”

Colombia: “es el principal aliado en la región y está pasando momentos difíciles. Necesita reaseguros de que Estados Unidos continuará apoyándolo a través de la renovación del Plan Colombia (de lucha contra el narcotráfico)”.

Guatemala: “no existen razones importantes, igual que en el caso de Uruguay. Siempre es bueno incluir un país centroamericano en la gira. El Salvador es el único país de la región con tropas en Irak, pero Bush ya fue dos veces. A Nicaragua no va a ir porque está Ortega, y en Costa Rica hay mal clima por las manifestaciones callejeras en contra del tratado de libre comercio. Quedan Guatemala y Honduras. De los dos, es mucho más importante Guatemala, el país más grande de Centroamérica. Además hay miles de immigrantes guatemaltecos en las ciudades norteamericanas y Estados Unidos se apoyó en la candidatura de Guatemala para frenar la llegada de Venezuela al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.

Uruguay: “un país que ha buscado acercarse a los Estados Unidos, que quiere un tratado comercial. Sirve para equilibrar. Así, en Sudamérica se visita a dos gobiernos liberales y dos de centroizquierda.”

Se le pregunta también por un país que no visitará, Argentina: “Bush no la pasó bien la última vez que estuvo allí.”

Para la narrativa que siempre se intenta construir a partir de este tipo de viajes, ayuda que algún villano amenace la seguridad de los amigos de Washington en la región que se visita. En ese rol Hugo Chávez viene a llenar el vacío dejado por Fidel Castro. “Para Estados Unidos Chávez es una parte importante de la ecuación. Ha montado una campaña para demonizar a los Estados Unidos. Construye alianzas que excluyen a Estados Unidos, compra armas y condiciona a la democracia en su país. No hay dudas de que Estados Unidos estaría menos ansioso sobre lo que pasa en la región si no existiera Chávez. Pero la administración Bush ahora es consciente de que la única manera de contrarrestar a Chávez es reconstruir la relación con América latina. Cualquier confrontación directa sería contraproducente. Para que Chávez pierda influencia Estados Unidos debe involucrarse más en la región”, sostiene Hakim.

Para el experto, el éxito de la gira dependerá de tres temas clave que Bush deberá encarar a su regreso.

Primero, la aprobación de los tratados de libre comercio con Perú y Panamá y Colombia. Hakim cree que los dos primeros tienen buenas chances, mientras que el tercero fracasaría por la cantidad de sindicalistas que han sido víctimas de la violencia política en Colombia, lo cual aviva la oposición al pacto entre los gremialistas norteamericanos.

Segundo, la renovación de las preferencias arancelarias para Perú y Bolivia, “dos países débiles que podrían caer bajo la influencia de Chávez”.

Tercero, la no construcción del muro en la frontera mexicana. “Los muros se construyen para separar adversarios: árabes y judíos, alemanes comunistas y alemanes no comunistas. Su valor simbólico es inmenso.” Hakim cree que Bush dejará que el tiempo pase sin que el muro se construya, y que América latina captará el mensaje. Hablando de símbolos, Hakim agrega que cualquier gesto hacia Cuba, por mínimo que sea, tendría un impacto muy positivo.

“También ayudaría que Estados Unidos encuentre alguna manera de apoyar la agenda social en la región, que es la principal fuente de popularidad de Chávez. Sería un avance que parte del dinero dedicado a la guerra contra las drogas se derivara a programas de creación de empleos o a la construcción de caminos, por ejemplo, ya que los programas antidroga en la región han fracasado”, redondea Hakim.

Pero, claro, no hay que hacerse demasiadas ilusiones. Después de todo estamos hablando de Bush y de un país en guerra. “Ninguno de estos temas forma parte de la agenda ni será tema de campaña, salvo inmigración, pero en ese tema tampoco interesa la perspectiva latinoamericana”, reconoce Hakim. En esas condiciones no será sencillo restablecer el Diálogo Interamericano, a pesar de los esfuerzos del ídem.

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