Miles de norcoreanos huyen del régimen de Kim Jong Il o del hambre y buscan reconstruir sus vidas en el Sur. China, la única vía de escape posible, enfrenta la presión internacional. Seúl teme un éxodo masivo.
› Por Ramiro Trost
Desde Seúl
Cruzar la larga frontera que separa a Corea del Norte de China es la única esperanza de muchos norcoreanos. La opresión política que impone el régimen de Pyongyang, o simplemente el hambre, hace que miles arriesguen su vida cada año para entrar a suelo chino, con el objetivo final de lograr el asilo en Corea del Sur. Pero el camino hacia esa meta es doloroso y arriesgado. Los norcoreanos deben deambular escondidos y evitar ser detenidos por la policía china, lo que es sinónimo de una automática deportación.
El informe de la entidad Human Rights Watch denominado “El éxodo invisible: norcoreanos en la República Popular China”, emitido en 2002, expone al detalle la situación de los refugiados clandestinos norcoreanos en China.
Park Kwang Il, un exiliado norcoreano en Corea del Sur, dijo que aún recuerda las imágenes de prisioneros condenados a muerte, a los cuales, antes de dispararles, les llenaban la boca de piedras para que cesaran sus gritos contra el régimen. Park estuvo a punto de ser ejecutado en 1998 antes de huir hacia China y Página/12 obtuvo su testimonio de la declaración que realizó ante la Asamblea Nacional de Corea del Sur. “Incontable número de personas muere cada año en Corea del Norte en juicios y ejecuciones públicas”, manifestó este joven refugiado nacido en 1974, que, según él, fue condenado a muerte por mirar una telenovela surcoreana en su pueblo natal y huyó a China. Park agregó que las ejecuciones públicas, llevadas a cabo delante de todos los pobladores de una aldea, eran comunes en Norcorea y que el régimen se aferra al poder manteniendo a su pueblo en temor constante.
La República Popular Democrática de Corea, más conocida como Corea del Norte, es el país más hermético del mundo y la poca información de lo que sucede en su interior se obtiene de los dichos de quienes huyen o de las escasas organizaciones internacionales que pueden trabajar en áreas restringidas. A finales de la década de 1990, una sucesión de sequías e inundaciones, el colapso del sistema de distribución de comida y una crisis financiera provocaron en Norcorea una severa hambruna. Según agencias de la ONU, el hambre mató a entre uno y dos millones de personas. Si bien desde la firma del armisticio que puso fin a la Guerra de Corea en 1953 se produjeron continuos escapes, el mayor flujo de salida de norcoreanos lo propició el derrumbe económico del país.
Los fugados de Pyongyang constituyen un factor que afecta las relaciones entre los países del este de Asia. China es el primer receptor de esa masiva corriente migratoria, ya que comparte con Norcorea una frontera de 1400 kilómetros. La aventura de lanzarse hacia el Sur sería un suicidio directo para los norcoreanos, ya que el fortificado paralelo 38 que divide a las dos Coreas no ofrece los agujeros que el límite con China sí presenta.
Tradicionalmente, China era para los norcoreanos un país de paso hacia naciones del sudeste asiático, desde donde eran enviados a Seúl. La organización Médicos sin Fronteras manifestó que Pekín ha intentado cerrar las rutas de escape a Myanmar, Tailandia, Laos, Mongolia y Rusia y ha desmantelado muchas de las redes clandestinas que habían ayudado a personas que huían de Corea del Norte. Desde que el gobierno chino reforzó los controles que impiden esa triangulación, los norcoreanos no tuvieron otra salida que mantenerse en la clandestinidad y a la espera de un resquicio que les permita colarse en embajadas de países occidentales, de Japón y de Corea del Sur.
La oficina en Pekín del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) estima que vagan por el territorio chino entre 200.000 y 300.000 refugiados norcoreanos. China es signataria de la Convención de Naciones Unidas sobre los Refugiados, pero ha sido reacia a ofrecer protección a los norcoreanos por temor a una huida masiva hacia su territorio o para no afectar los lazos con Pyongyang.
China tiene suscripto un tratado con Corea del Norte, según el cual cualquier norcoreano detenido por la policía china es deportado. Un portavoz del Acnur expresó su temor de que éstos sean castigados por las autoridades de Pyongyang. Según los datos que manejan organizaciones defensoras de los derechos humanos, el futuro que les espera a los norcoreanos en su llegada a Corea del Norte es la pena de muerte por traición o, con suerte, trabajos forzados de por vida para el fugado e incluso para toda su familia, aunque ésta no haya intentado el escape.
El vocero de la entidad surcoreana Comisión para Ayudar a los Refugiados Norcoreanos, Kim Bum Soo, indicó a este diario que con las ejecuciones el régimen norcoreano busca dar un “ejemplo” a todas aquellas personas que buscan huir. Según este organismo, las ejecuciones no han provocado que en los últimos meses disminuya el número de personas que cruzan la frontera.
En el peor momento de la crisis nuclear, que ahora parece encaminarse, China dio a conocer que construye un muro de hormigón en varios tramos de su extensa frontera con Norcorea. En un comunicado, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino dijo que esas obras tienden a “mejorar la gestión y las condiciones de control y asegurar el buen orden de las fronteras”.
Corea del Sur, más allá de tener establecida una política de recepción y adaptación para los norcoreanos, teme asimismo una llegada masiva de refugiados. Ese hipotético éxodo provocaría una gran inestabilidad en la sociedad surcoreana, que se vería desbordada para contener y responder a las necesidades apremiantes de los vecinos del Norte. Esa perspectiva la manejan tanto Seúl como Pekín, ya que sería la consecuencia en caso de colapsar el régimen norcoreano y que millones se lanzaran hacia China y Corea del Sur.
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