EL MUNDO › EN GUATEMALA, BUSH SE MOSTRO CON COMUNIDADES INDIGENAS POBRES
El capítulo guatemalteco de la gira incluyó visitas a cooperativas y microemprendimientos. Hubo marchas en su contra. Oscar Berger, el presidente del país, le pidió a Bush que frenara la repatriación de guatemaltecos desde Estados Unidos. No lo consiguió.
George Bush comenzó ayer su día muy temprano. Su agenda en Guatemala no incluyó sólo la tradicional reunión presidencial, sino que el mandatario estadounidense quiso poner el acento en otro tipo de actividades esta vez. Junto con su esposa Laura, el presidente guatemalteco Oscar Berger y su esposa, visitaron una cooperativa indígena, una escuela-hospital y presenció una misión militar estadounidense, cuyo objetivo es atender a pacientes de zonas rurales y capacitar a los médicos locales. En un intento por lavar su deteriorada imagen, Bush se mostró más cerca de las comunidades pobres y afirmó una y otra vez que Estados Unidos está ante todo interesado en “la condición humana”. Más tarde y ya alejado de los fotógrafos, el mandatario estadounidense se reunió a solas con Berger para hablar de terrorismo, inseguridad y los cientos de guatemaltecos que mes tras mes son repatriados sin miramientos desde Estados Unidos.
Lo que no varió, sin embargo, fue el repudio que la presencia de Bush causó en una gran parte de la sociedad guatemalteca. Fueron unas cinco mil las personas las que salieron a marchar por las avenidas centrales de Guatemala city, como se conoce a la capital. Según los analistas locales, la gran mayoría de los guatemaltecos rechaza la visita del mandatario, al que relacionan con las redadas y las repatriaciones de sus familiares y amigos. De los 12 millones de habitantes –es el mayor país de Centroamérica–, se estima que el 10 por ciento emigró o está por emigrar ilegalmente a Estados Unidos. Es esta porción de la población la que prácticamente mantiene por medio de las remesas al otro 80 por ciento, que vive sumido en la pobreza. Por eso, Berger le pidió a su par suspender las redadas contra inmigrantes guatemaltecos, una demanda que Bush sutilmente rechazó, al reconocer que los dos gobiernos mantenían desacuerdos sobre este tema. El año pasado el país del Norte expulsó a 18 mil guatemaltecos y en lo que va del actual a 2500.
La agenda de Bush comenzó a las ocho de la mañana (hora local), cuando una caravana de autos blindados lo pasó a buscar a su superprotegido hotel y lo llevó a una base militar cercana. De allí, él, Berger y sus esposas emprendieron viaje para el oeste del país, al departamento Chimaltenango. Su primera parada fue en una escuela, construida con donaciones estadounidenses después de los terremotos de 1976, y convertida para la ocasión en un hospital ambulatorio para paliar las carencias médicas de las comunidades indígenas de la región. Esta operación, conocida como Medretes, es una de las que realizan los militares estadounidenses en Centroamérica y otros países de la región como Paraguay.
Más tarde, los Bush fueron a conocer la cooperativa Labradores Mayas, un microemprendimiento indígena que desde el año 2003 recibe ayuda estadounidense por un valor de 350 mil dólares anuales. La cooperativa se encarga de empaquetar y distribuir en Centroamérica y Estados Unidos las hortalizas y las verduras que sus propios miembros cultivan. Bush se esforzó en hacer de esta iniciativa un ejemplo de lo beneficioso que el TLC puede ser para los países más pobres. “Ustedes representan a la gente que sueña, que trabaja duro y que logra productos estupendos”, les dijo el mandatario, mientras cargaba un cajón de lechuga.
Bush terminó el recorrido en las ruinas mayas de Iximché, un lugar de gran importancia cultural para Guatemala, país de mayoría indígena. Iximché era la capital del reino kaqchiquel antes de la llegada de los conquistadores españoles. Tras la conquista en 1524, éstos fundaron en sus inmediaciones la primera capital del Reino de Guatemala. A la sombra de Hugo Chávez y su carisma, el mandatario estadounidense eligió este sitio para mostrarse más cerca de las comunidades indígenas y los sectores más relegados. Pero no le funcionó muy bien. Las autoridades de los grupos mayas que viven allí ya adelantaron que hoy realizarán una “limpieza” de esta ciudad sagrada. No quisieron hablar de la visita de Bush. Sólo dijeron que tenían que sacar los malos espíritus y las malas energías.
Después de conocer las ruinas, los dos presidentes y sus esposas volvieron a la capital para la reunión formal. Allí lo esperaban unas cinco mil personas y decenas de fotos y muñecos de Bush en llamas. Pero desde la Casa de Gobierno nada de eso se veía. Los dos mandatarios aprovecharon la tranquilidad para hablar de lo que realmente les importaba: la lucha contra el narcotráfico, los inmigrantes ilegales y la violencia en Guatemala. Este último punto cobró aún mayor importancia después de que dos hijos de uno de los asesores de Berger fueran acribillados frente a su colegio, a sólo unas cuadras de donde Bush conversaba. Con respecto al narcotráfico, Bush sólo adelantó que presentará un plan regional, que incluirá a México y Centroamérica, para fomentar la cooperación y el intercambio de información en esta área.
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