EL MUNDO › EN SU VISITA A MEXICO DIJO QUE IMPULSARA CAMBIOS AL REGIMEN EN EL CONGRESO
La visita del mandatario norteamericano a México, la última escala de su gira latinoamericana, transcurrió sin novedad. En una Mérida sitiada por el ejército hubo pocas protestas y los líderes aprovecharon para hablar de terrorismo, drogas y migración. Calderón criticó sutilmente el muro entre los dos países.
La lucha contra el narcotráfico, la seguridad y sobre todo la inmigración ilegal fueron el centro de la reunión que mantuvieron ayer George W. Bush y su par mexicano, Felipe Calderón. Esta es la última y la más larga escala de la gira del presidente estadounidense por la región. A diferencia de las multitudes enardecidas que lo recibieron en Brasil, Uruguay, Colombia y Guatemala, esta vez Bush se bajó del Air Force 1 en un clima de relativa tranquilidad. No porque los mexicanos vean con buenos ojos su presencia y su “ayuda” al país, sino porque Mérida, la ciudad del sureste elegida, fue prolijamente sitiada por miles de soldados estadounidenses y mexicanos casi una semana antes. Sin embargo, algunas protestas se lograron colar.
Bush y su esposa, Laura, habían llegado la noche anterior. Fueron directamente a su hotel a descansar y prepararse para el último día de su gira regional. La jornada comenzó temprano en Mérida, la capital de Yucatán. Mientras las primeras damas recorrían los jardines y discutían programas de ayuda social, sus esposos se encerraron durante tres horas para negociar. Poco se supo de lo que hablaron. Según explicaron más tarde a la prensa, Bush se comprometió a seguir impulsando una reforma migratoria integral. Calderón agradeció el gesto, aunque sutilmente cuestionó la construcción del muro fronterizo y el fortalecimiento de las medidas represivas contra los inmigrantes ilegales. “La migración no podrá detenerse y mucho menos por decreto”, aseguró el mandatario, y luego agregó que la única forma de parar el flujo migratorio es ayudar a mejorar las condiciones laborales en el país. “México necesita inversiones para poder crecer”, sostuvo.
La cuestión migratoria es central para México. Se estima que alrededor de once millones de mexicanos residen en Estados Unidos, la gran mayoría de forma ilegal, y envían unos 25 mil millones de dólares anuales en remesas a sus familias. En Estados Unidos, el tema no es menos importante. El año pasado la comunidad latina, compuesta principalmente por mexicanos e hijos de mexicanos, se convirtió en la primera minoría del país. Su presencia se hizo sentir cuando millones se movilizaron y ocuparon las calles de las principales ciudades del país. Pedían un nuevo sistema migratorio que les permitiera eventualmente conseguir la ciudadanía. El tema ganó tanto protagonismo en la escena política estadounidense que llegó a ser uno de los ejes de la campaña electoral legislativa del año pasado.
Los otros ejes de la reunión fueron la lucha contra el narcotráfico y la seguridad dentro de México. Aquí no tuvieron diferencias. Los dos mandatarios comparten la idea de cómo combatir la delincuencia y las mafias: soldados, policías y más soldados. Después de la reunión, Bush se tomó un momento para elogiar la determinación de Calderón. Según explicó el presidente estadounidense, éste es el tipo de liderazgo político que necesita México y la región para terminar con el dominio de los cárteles de drogas y las bandas del crimen organizado.
El presidente mexicano agradeció los elogios. “México hace la parte que le corresponde, recupera calles y plazas públicas de garras de delincuencia y droga, y para tener éxito en esta lucha necesitamos la colaboración activa de nuestro vecino a sabiendas de que mientras no se reduzca la demanda, no se podrá solucionar el problema aquí”, aseguró Calderón. El mandatario se dio el lujo de pedir aún más cooperación en esta área porque ha sido, desde el inicio de su gobierno, un alumno ejemplar. Extraditó a todos los narcotraficantes que demandaba la Justicia y desplegó el mayor operativo antinarcótico de la historia del país, con unos 30 mil policías y militares, en los departamentos con mayor presencia de los cárteles. La semana pasada, Calderón anunció su segundo gran operativo de seguridad, esta vez contra la delincuencia.
Una vez terminada su reunión, los mandatarios se reencontraron con sus esposas para el momento cultural de la visita. Como en Guatemala, donde pasearon por algunas ciudades mayas, los Bush conocieron parte de la historia indígena de México. Un arqueólogo los llevó a la antigua ciudad de Uxmal. Les explicó el significado de sus palacios horizontales y patios adornados con mosaicos de pequeñas piedras pulidas, que tienen más de mil años.
Al mismo tiempo, unos 500 estudiantes, sindicalistas y militantes de izquierda se manifestaban frente a la embajada estadounidense en DF, al grito de “Bush asesino”. En Mérida, la seguridad del presidente Bush no permitía tal manifestación. No obstante, algunas organizaciones sociales como Greenpeace lograron evitar los controles y escenificar en la calle su propia interpretación de la visita presidencial: el emotivo casamiento de Calderón y Bush. Aunque la obra no tenía diálogo, no cabía duda de quién llevaba los pantalones de la relación.
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