EL MUNDO › LA AGENTE VALERIE PLAME DIJO QUE EL GOBIERNO DE BUSH LE ARRUINO SU CARRERA
La agente de la CIA fue delatada por la Casa Blanca porque su marido embajador había denunciado que las pruebas para atacar a Irak eran fabricadas. Ante una comisión del Congreso dijo que amaba su carrera como ama su país. La espía le inició un juicio al vicepresidente Dick Cheney y está escribiendo un libro sobre la pesadilla que le tocó vivir.
› Por Antonio Caño *
Desde Washington
Valerie Plame, la agente de la CIA situada en el centro del escándalo sobre la manipulación de información para justificar la guerra de Irak, acusó ayer a funcionarios de la Casa Blanca y del Departamento de Estado de haber desvelado su identidad y puesto en peligro la seguridad de sus colaboradores y de su familia por conveniencia política. En una comparecencia ante un comité de la Cámara de Representantes, Plame se confesó traicionada por su gobierno y acusó a los funcionarios implicados en la campaña contra ella de haber actuado de forma “imprudente y temeraria”. No obstante, cuando entró en la sala 2154 del edificio Rayburn House, Plame sonrió a los fotógrafos y juró decir la verdad. Dijo que estaba “honrada”. “Amaba a mi carrera como amo a mi país”, dijo.
Elegantemente vestida y sin lugar a dudas fotogénica, Plame dijo ante el comité que investiga el papel de la administración en este caso que, durante toda su actividad como agente secreta de la CIA, estuvo preparada para ser descubierta por algún gobierno extranjero. “Resulta una terrible ironía que fuesen miembros de la propia administración quienes me descubrieran”, manifestó. Valerie Plame es la esposa del diplomático Joseph Wilson, el hombre al que el Departamento de Estado envió a Níger en 2003 para investigar la posible compra de uranio por parte de Saddam Hussein y que, finalmente, comprobó que esa operación, simplemente, no se había producido.
Una vez que Wilson reveló sus averiguaciones en un artículo de prensa, diversos funcionarios del gobierno se lanzaron a una campaña de desprestigio contra él que incluyó la filtración a varios periodistas de que Wilson era el marido de una agente de la CIA. De esa manera, se pretendía dar a entender que en la elección de Wilson como emisario a Níger había habido un acto de nepotismo. Ningún miembro del gobierno ha sido hasta ahora acusado del grave delito de develar el nombre de un agente secreto, y sólo uno ha sido juzgado en relación con el caso: Lewis Scooter Lewis, jefe de Gabinete del vicepresidente, Dick Cheney, que hace diez días fue declarado culpable de perjurio y obstrucción a la Justicia.
El comité que ahora investiga el caso no tiene poder para acusar judicialmente a funcionarios por el caso Plame –ni siquiera ha convocado aún como testigos a miembros del gobierno–, pero su trabajo puede servir para arrojar nueva luz sobre lo que cada día aparece más claramente como una campaña de propaganda organizada al más alto nivel. “No es nuestro trabajo determinar la culpabilidad criminal de nadie, pero sí lo es precisar lo que se hizo mal y pedir responsabilidades al respecto”, dijo el presidente del comité, el representante demócrata Henry Waxman.
En su comparecencia de ayer ante ese comité, Plame manifestó que, con su conducta, el gobierno había puesto en riesgo, por necesidades políticas inmediatas, la red de contactos con la que ella trabajaba al ser descubierta. Como consecuencia, opinó la agente, se había enviado también un mensaje desalentador a quienes en el futuro quisieran trabajar como agentes y poco estimulante para quienes pretendan ser informantes. “La ideología y el sectarismo tienen que estar al margen del trabajo de inteligencia”, dijo Plame. La agente negó que hubiera facilitado a su marido dato alguno, instrucciones o consejos en relación con su misión en Níger. “Ni le recomendé nada ni le sugerí nada. Aquí no hubo una sola prueba de nepotismo. Ni siquiera tenía la autoridad para hacerlo”, aseguró. Plame relató que se enteró por los periódicos de los resultados de la investigación de su marido y que nunca recibió explicaciones por parte de funcionarios del gobierno. Le sorprendieron, por tanto, las revelaciones sobre la campaña de manipulaciones que fueron apareciendo en el juicio de Libby, sobre las que declaró que le impactaron profundamente.
Plame añadió que esa campaña no sólo le había hecho temer por la suerte de sus colaboradores y de su familia, sino que le había obligado a renunciar a su trabajo. “Nunca más pude seguir dedicada al trabajo para el que había sido tan costosamente formada”, dijo.
Esta era la primera vez que Plame hablaba públicamente de este escándalo, y lo hizo con las obligadas reservas de no revelar información clasificada de la CIA. Es posible, no obstante, que más datos puedan aparecer en los dos libros que, tanto Wilson como Plame, tienen ya contratados con sendas editoriales por sumas superiores a la decena del millón de dólares cada uno. El libro de Plame, que debe ser sometido a revisión por la CIA debido al empleo de la autora, se espera que esté a la venta muy pronto, según ha informado la editorial propietaria de los derechos, Simon and Schuster. Además de escribir sus memorias, Plame y su marido han iniciado un juicio contra el vicepresidente Dick Cheney por daños y perjuicios. En cuanto a que su identidad no se haya filtrado deliberadamente, Plame no le dejó salida a la Casa Blanca. “Todos sabían que trabajaba con la CIA.”
Mientras tanto, el comité de la Cámara interrogará a otras personas vinculadas con el caso, pero no al fiscal especial que condujo la investigación judicial, Patrick Fitzgerald, quien está impedido por ley a testificar.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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