EL MUNDO › CUMPLIDA LA MISION DE UNIR A FRANCIA Y ALEMANIA, LA UE SE RENUEVA
Sumidos en una crisis tras el rechazo en Francia y Holanda de la Constitución Europea, los líderes de la UE se juntaron en Berlín para festejar las bodas de plata y planear los próximos pasos para seguir dándole forma a la integración regional en el futuro.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Los responsables políticos de la UE iniciaron ayer en Berlín las celebraciones del medio siglo de vida del Tratado de Roma, el texto aprobado en la capital italiana el 24 de marzo de 1957 que constituyó la base de lo que luego sería la CEE (Comunidad Económica Europea) y la hoy ampliada Unión Europea, que consta de 27 miembros.
Entre los seis países iniciales (Italia, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Holanda y la entonces República Federal Alemana) y los 27 actuales, que incluyen a un número importante de las ex repúblicas de Europa del Este que antes estaban bajo la bota roja de Moscú, la construcción europea atravesó etapas tan decisivas como antagónicas. En 1957 se firmó el Tratado de Roma, en 1962 se adoptó la tan perjudicial PAC, Política Agrícola Común, cuyo sistema de subvenciones vicia los mercados mundiales, en ‘69 se dio lugar a la primera etapa de la unión aduanera, en 1973 se incorporaron Dinamarca e Irlanda, en 1979 se creó el sistema monetario europeo y se instauró la elección del Parlamento Europeo mediante el sufragio universal, entre 1981 y 1986 se incorporaron tres países de Europa del Sur –Grecia, España y Portugal–; entre los años 1989 y 1990 Europa tembló con la caída del Muro de Berlín, en los dos años siguientes, 1991-1992, se adoptó el Tratado de Maastricht de la Unión Europea que fija las condiciones para una moneda única, el euro; en el ’93 se suspendieron los controles aduaneros entre los países miembro para la circulación de mercaderías, en el ’95 la Unión pasó a tener 15 Estados, en el ’99 el euro se convirtió en la moneda única para 11 de los 15 países, en 2004 la Unión pasó de 15 a 25 miembros con la adhesión de Chipre, Estonia, Hungría, Malta, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia y Eslovenia, a los que se le agregarían dos más, Rumania y Bulgaria, el 1° de enero pasado.
La aventura comunitaria no tiene ejemplos en la historia. De un estado de guerras constantes a una unión en paz, el Viejo Continente asimiló su agitado pasado y hasta las contingencias que se fueron presentando en el presente. La caída del Muro de Berlín y la posterior integración de casi todas las repúblicas del Este que habían estado detrás de la llamada cortina de hierro requirió un arsenal de paciencia diplomática y concesiones poco comunes. La adopción del euro fue también el gran momento de la historia de la construcción. Las naciones de la Unión renunciaron a uno de los factores clave de la soberanía, la emisión de su propia moneda.
El aumento de seis a 27 miembros también dejó muchas deudas por el camino, entre ellas una de las más sustanciales: la no existencia de una diplomacia común capaz de aliviar la hegemonía norteamericana y poner término a los conflictos que aún sacuden al Viejo Continente. Ejemplo dramático de esa falta de consenso diplomático fue la guerra en los Balcanes. Sin la intervención de Estados Unidos, que forzó a croatas y bosnios musulmanes a pactar una unión, la guerra que hacía estragos a mil kilómetros de París hubiese proseguido durante años. En Berlín los líderes de la Unión Europea se comprometerán a sacar al bloque de la crisis institucional a más tardar en 2009. La crisis es tanto más profunda cuanto que se inició precisamente en Francia, uno de los dos países fundadores del concepto de Unión, y continuó en Holanda, otro eje del eurocomunitarismo. Hace dos años ambas naciones rechazaron mediante un referéndum el Tratado Constitucional europeo y, con ese voto, precipitaron a la Unión hacia una crisis de funcionamiento y de valores. Los llamados “nonistas” abrieron un interrogante sobre la identidad de la UE. Izquierda y derecha se disputan sus orientaciones, demasiado liberal para la primera, no lo suficiente según la segunda.
El desacuerdo es tal que la declaración que se adoptará hoy en Berlín no mencionará la palabra “Constitución” para evitar así más conflictos. No obstante, el texto incluye el año 2009 como la fecha para que los 27 miembros elaboren una solución a la crisis institucional de la UE.
Pero más que las instituciones, lo que deja flotando la sensación de un mal persistente en los países de la UE es la evolución de sus sociedades. La hermandad europea tiene severos límites. El racismo que impera en los países miembro vale en Francia 20 por ciento del electorado que vota a la extrema derecha xenofóbica y antisemita. En el partido de ayer entre las selecciones de Francia y Letonia, una pancarta mostraba el mapa de Africa con los colores azul, blanco y rojo de Francia acompañado de la inscripción: “¡Bienvenidos a Europa!”.
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