Mié 02.05.2007

EL MUNDO

Megaconcierto de la Rosa francesa

Más de 40 mil simpatizantes estuvieron con la candidata Royal. El ultraderechista Le Pen llamó a no votar este domingo.

› Por Eduardo Febbro
Desde París

La izquierda francesa hizo sonar sus trompetas ayer con un Woodstock a la francesa organizado en un estadio de la capital francesa. Raperos, cantantes de rock, gente del mundo del espectáculo, deportistas y cabezas salientes del Partido Socialista acudieron a un megaconcierto gratuito en apoyo a la candidata socialista Ségolène Royal unas horas después de que el jefe de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen, llamó a sus electores a no acudir a las urnas en la segunda vuelta. El odio metódico y la inyección del miedo parecen ser el tono abierto de la última semana de la campaña presidencial, sobre todo por parte de la derecha.

Ante unos 15 mil seguidores y con ritmo de ametralladora, Jean Marie Le Pen llamó a sus electores a abstenerse “masivamente” a la hora de votar este domingo. “Invito a quienes votaron por mí el 22 de abril a no dar su apoyo ni a Ségolène Royal ni a Nicolas Sarkozy.” Le Pen dijo que sería “insensato y peligroso” pedir a quienes votaron por él que lo hicieran por la socialista Royal y que sería igualmente inoportuno pedir un voto a favor de Sarkozy debido a que éste trató al partido de ultraderecha Frente Nacional de “extremista” y se opuso a cambiar la ley electoral, que impide con ello que el FN esté “representado en la Asamblea Nacional”.

No es un secreto para nadie que una mayoría de votantes de la extrema derecha dará su voto a Sarkozy, sobre todo porque éste se zambulló copiosamente en los temas cautivos de la extrema derecha: inmigración, promoción de la seguridad y diversas declinaciones del patriotismo. En todo caso, para Le Pen, los dos protagonistas del ballottage del 6 de mayo “representan las políticas que desde hace 30 años llevaron a Francia al estado en que se encuentra hoy”, es decir, según él, al borde “del abismo”.

Lejos de ese abismo, las 40 mil personas que acudieron ayer al estadio Charlety (había otros tantos miles afuera) de París a escuchar música y a Royal eran, en la imagen, la otra Francia, esa que Le Pen detesta: mestiza, joven y alegre, mezclada entre suburbios y adoquines parisinos. Globos azules, blancos y rojos, pegatinas como carteles de la ruta que decían “Stop Sarko” (Sarkozy, candidato conservador), algunas personas vestidas con los colores anaranjados símbolos del centro, miles de jóvenes vestidos de rojo, color del Movimiento de jóvenes socialistas, y un magma del color violeta, tono distintivo de la llamada Ségoesfera, colmaron el interior y las inmediaciones del estadio Charléty, en el distrito 13 de París. Vestida de rojo y blanco, emocionada, mucho más cómoda y suelta que en que otras ocasiones en que habló ante mucho público, Royal reiteró la esencia de su apuesta: “Quiero la paz civil en mi país, sé que es posible. (... ) En la Francia que yo quiero hay lugar para todos”.

Royal pidió a la gente que tuviera la “audacia” de votar a su favor y volvió a poner de relieve sus ideas de base, la justicia social y la democracia participativa, y se inscribió en contra del discurso de su rival, Nicolas Sarkozy, que fustiga siempre la Francia que trabaja y paga por la otra que se aprovecha del sistema: “Quiero un país reconciliado, sonriente”. En su intervención, numerosas veces interrumpida por miles de personas en estado de casi trance, atacó frontalmente a Sarkozy: “Los franceses podrán elegir el domingo entre el diálogo, la participación, la justa autoridad que yo propongo o el repliegue en torno al candidato que representa al gobierno saliente”, resumió Royal. La representante de la Rosa volvió a evocar las declaraciones de Sarkozy formuladas el domingo pasado durante el meeting que los conservadores celebraron en París, una reunión con acentos de misa de tele evangelista donde Sarkozy, con su estilo intimidante y amenazador, dijo que había que “liquidar” (fue el término que empleó) la “herencia de Mayo del ’68”. La brutalidad de los términos empleados el domingo pasado por Sarkozy es un misterio incluso para sus mismos allegados. El movimiento apodado Mayo Francés es una elaboración de la cultura francesa que impregnó otras regiones del mundo. En su hambriento reformismo, Sarkozy parece dispuesto también a reformar los tiempos pasados. Sindicalistas, intelectuales, profesores y políticos aún denuncian hoy la violencia de Sarkozy contra un momento de la historia francesa que, en suma, no hizo más que abrir el horizonte de una sociedad asfixiada por el orden vertical. “Los herederos de quienes, en Mayo del ’68, gritaban CRS (policía antimotines)=SS, defienden sistemáticamente el partido de los ladrones, de los que rompen todo y de quienes cometen fraudes contra la policía”, había dicho, entre otras amabilidades, Sarkozy. En respuesta a, Royal ironizó: “Sarkozy decía que todo era culpa de Mayo del ’68. ¿Qué mosca le picó? Mayo del ’68 fue hace 40 años. La máquina de remontar el tiempo fue puesta en marcha”.

Las encuestas divulgadas ayer esbozan un sueno imposible para Ségolène. Faltan cinco días para la segunda vuelta y Sarkozy mantiene una ventaja de cinco puntos frente a la candidata. El megaconcierto de ayer fue sin dudas un éxito pero no basta para achicar tanto porcentaje. Aún queda a la vez un escollo... o una carta ganadora. Hoy Royal y Sarkozy participarán en un debate televisivo de dos horas. Será la primera vez en esta extensa campaña que los dos candidatos se sienten a debatir frente a frente. Es también un hecho televisivo inédito porque tampoco hubo antes un debate hombre-mujer en una segunda vuelta presidencial. Este acto mediático terminará de captar o ahuyentar esos 7 millones de votos centristas por cuya conquista ambos candidatos llevan batallando dos semanas.

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