EL MUNDO › DESAFIANTE, ABANDONO LA ALIANZA MILITAR POST GUERRA FRIA
En respuesta a la instalación de un escudo antimisiles propiciado por Washington, Putin quebró el pacto de estabilidad militar regional.
El frío se apoderó nuevamente de Europa ayer. El presidente ruso Vladimir Putin se cansó de lanzar amenazas y finalmente pateó el tablero, que mantenía la estabilidad militar de la región desde la caída de la Cortina de Hierro. Moscú anunció ayer que dejaba el Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa (CFE). El Kremlin ya había advertido que rompería este acuerdo de seguridad si Estados Unidos seguía adelante con la instalación de un escudo antimisiles en Polonia y República Checa –dos países que solían pertenecer al patio trasero soviético–. El tratado, firmado en 1990, les garantizaba a sus vecinos de Occidente que la nueva República Rusa no podría rearmarse ni desplegar sus tropas sobre sus ex aliados soviéticos. La Casa Blanca y la Organización del Tratado de América del Norte (OTAN) no dudaron en prender todo tipo de alarmas ayer.
“El CFE es la piedra basal de la estabilidad en Europa”, advirtió la OTAN en un comunicado.
La vuelta al frío y al uso de términos como equilibrio militar y carrera armamentista no comenzó ayer con el anuncio del Kremlin. A principio de año, el presidente estadounidense George Bush hizo pública su intención de instalar un escudo antimisiles en Europa Central, específicamente en Polonia y República Checa. Su objetivo sería proteger Europa de un eventual ataque desde Medio Oriente, que en el contexto internacional actual se traduce en un eventual ataque de Irán. Esta no fue la lectura que hizo Rusia. El Kremlin recordó que, junto con el escudo, Estados Unidos ya estaba construyendo dos bases militares en Bulgaria y Rumania –otros de sus ex satélites–. Temeroso del avance de Washington, Putin comenzó a presentarse ante cualquier foro internacional que podía como una nueva víctima del “imperialismo norteamericano”.
El enfrentamiento tuvo varios picos de tensión y pareció descomprimirse el mes pasado cuando Bush y Putin se reunieron y sonrieron para la foto en la Casa Blanca. Sin embargo, los puntos en común con respecto a Irán y al terrorismo no hicieron que el presidente ruso aceptara el avance estadounidense sobre su antigua zona de influencia. De vuelta en Moscú, amenazó con instalar misiles en Kaliningrado para mantener vigilada Europa. Este enclave ruso se encuentra entre Lituania y Polonia –dos miembros de la Unión Europea desde hace tres años–, en la costa del Mar Báltico. Por ahora es sólo una amenaza, en gran parte porque el CFE le impedía a Moscú realizar un rearme de ese estilo en una zona fronteriza de dos firmantes del tratado y, además, miembros del bloque europeo. La decisión del Kremlin de ayer cambia el escenario.
El CFE funcionó desde la caída del bloque soviético a principios de los noventa como la herramienta jurídica para mantener la estabilidad militar en la región. Derrotada la Unión Soviética, las potencias occidentales y la nueva Rusia acordaron una serie de medidas para asegurar un clima de confianza a largo plazo. Se realizaron reducciones masivas de las fuerzas y el equipamiento militar de ambos lados de la Cortina de Hierro, y se programaron inspecciones y verificaciones recíprocas de los arsenales y los recintos militares. Además, se estableció que ninguna fuerza extranjera podía instalarse en otro de los países firmantes, sin previo acuerdo.
El acuerdo debía ser ratificado en 1999. Sin embargo, las potencias occidentales se negaron a volver a poner sus firmas si Rusia no retiraba de forma definitiva las tropas que tenía desplegadas en las ex repúblicas soviéticas de Moldavia y Georgia. A pesar de las críticas, el Kremlin finalmente ratificó el tratado en 2004. Sus compañeros de la OTAN, no obstante, siguen pidiendo la retirada militar de los dos pequeños países. “Esa situación contradecía los intereses rusos. La Federación rusa sigue confiando en que el resto de países que firmaron el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales de Europa cumplirán con todas sus obligaciones”, sostuvo ayer el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, en un intento por explicar la decisión de Putin, más allá de la amenaza del escudo antimisiles estadounidense.
Estados Unidos, al igual que la Unión Europea, se mostró preocupado, aunque intentó bajarle el tono al desplante ruso. “Estamos desilusionados de que Rusia haya suspendido su participación por ahora, pero continuaremos teniendo discusiones con ellos en los meses venideros sobre la mejor forma de proceder en esta área”, aseguró uno de los voceros de la Casa Blanca, Gordon Johndroe. Los expertos en seguridad sostenían ayer que el problema no será principalmente la posibilidad de un rearme ruso –que ya se venía dando en algunas zonas como el Cáucaso, violando el CFE–, sino la desconfianza que se creará entre la OTAN –Europa y Estados Unidos– y Moscú.
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