Mientras los cubanos fueron recibidos con aplausos, la delegación norteamericana fue muy criticada por un blooper y la venezolana fue castigada por la conflictiva relación que mantienen Lula y Chávez.
Abucheos para Estados Unidos, reconocimiento para Cuba, reprobación a Venezuela, aplausos para México e indiferencia total con Argentina. El público brasileño aprovechó la ceremonia inaugural de los Juegos Panamericanos para expresar su humor político. El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva esperaba con muchas expectativas el inicio de los Juegos, a los que ve como una posible antesala para convertir a Río de Janeiro en sede de unas Olimpíadas. Invirtió dinero, movilizó a cientos de policías a las favelas para asegurarse un clima tranquilo y se esforzó en desactivar los conflictos –el aeronáutico, por ejemplo– que podían llegar a interferir en el desarrollo de estas dos semanas de competencias. Sin embargo, jamás imaginó que serían los espectadores los que dejarían expuestas las tensiones políticas que vive el país y la región.
La primera sorpresa llegó antes del desfile de las 42 delegaciones. En los altoparlantes una voz anunciaba la presencia de Lula, quien sería el encargado de inaugurar formalmente la nueva edición de los Juegos Panamericanos. Inmediatamente empezaron a escucharse chiflidos y abucheos, que aunque no contagiaron a los 90 mil espectadores que llenaban el Maracaná, se terminaron imponiendo ante la ausencia total de aplausos o gritos de apoyo. La escena fue tan contundente que el presidente brasileño decidió salirse del protocolo y no pronunciar el discurso de apertura que estaba planeado. Lula, quien es acosado por la prensa por los casos de corrupción de sus aliados y por la creciente inseguridad, se retiró a un segundo plano y no volvió a intentar ganarse un lugar protagónico en la ceremonia.
Después de dejar en claro el difícil momento por el que pasa el gobierno petista, el público volvió a convertirse en el protagonista de la ceremonia al diferenciar a los países amigos de los no deseados. Irónicamente las delegaciones que más rechazo provocaron entre los brasileños fueron la de Estados Unidos y la de Venezuela. La rivalidad entre la primera y Brasil es histórica. Sin embargo, esta vez se había visto acentuada por un incidente más reciente. El domingo pasado, uno de los atletas de la delegación norteamericana colocó un cartel en la sala de prensa de los juegos con la frase “Welcome to the Congo” (Bienvenido al Congo). El supuesto chiste irritó a los brasileños y provocó una reacción de repudio en todos los medios de comunicación. El auxiliar Kevin Neuendorf quiso remediar la situación y explicó que comparó al país con la pobre nación africana por el caluroso clima. Sin embargo, el norteamericano no convenció a los cariocas. La embajada norteamericana presentó una disculpa formal, anunció que el auxiliar había sido separado de la delegación y agradeció el “honor” que significa para los atletas competir en Brasil.
La reacción contra Venezuela fue tan fuerte como la que tuvieron que sufrir los norteamericanos. Ningún deportista venezolano hizo algo que molestara a los cariocas. Sin embargo, en los últimos tiempos se generó un fuerte sentimiento antivenezolano en la sociedad brasileña. Fomentado en gran medida por los medios opositores, existe un fuerte repudio hacia la figura del presidente Hugo Chávez, quien también dio la nota el viernes al decidir a último momento no asistir a la ceremonia de inauguración. Según las encuestas, la mayoría de los brasileños rechazó la reciente decisión del gobierno venezolano de no renovar la concesión de un canal opositor. Mientras el gobierno de Lula intentó no consentir este clima de opinión y mantener su alianza con Caracas, Brasilia no pudo ignorar las fuertes críticas de Chávez al Mercosur. El cruce verbal entre los dos gobiernos sólo ayudó a profundizar el malestar entre los brasileños, que por primera vez mostraron un rechazo público a esa nación sudamericana.
Pero no todo fue tensión en el Maracaná. El público brasileño también mostró que mantiene sus simpatías hacia algunos países. El favorito por excelencia en la inauguración –por supuesto dejando de lado a la delegación local– fue Cuba. Los aplausos y los cantos a favor de la isla y de la Revolución estallaron cuando el grupo vestido de verde manzana y blanco recorrió el centro del estadio. Los atletas cubanos respondieron al cálido recibimiento. Fue la única delegación que desfiló ondeando banderas de su país y de la nación anfitriona.
La Argentina, sin embargo, no despertó ni amores ni odios. La delegación, liderada por la jugadora de hockey Luciana Aymar, desfiló casi en silencio ante la mirada indiferente de un Maracaná repleto.
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