EL MUNDO › POR EL RECHAZO DE MOSCU A EXTRADITAR AL EX EXPIA EN EL CASO LITVINENKO
› Por Walter Oppenheimer *
desde Londres
Londres y Moscú se enzarzaron ayer en un conflicto diplomático con aromas de guerra fría: los británicos anunciaron la expulsión de cuatro diplomáticos rusos como represalia por la negativa del gobierno ruso a extraditar al principal sospechoso del asesinato en Londres del ex agente Alexander Litvinenko. Moscú calificó ayer de “inmoral” la decisión británica. El énfasis que ponga Rusia en la respuesta marcará la imprevisible crisis.
La crisis entre Londres y Moscú se produce en un momento extraño: las relaciones económicas y comerciales entre ambos países –y entre Rusia y la Unión Europea– están en sus máximos históricos, pero las relaciones diplomáticas atraviesan malos momentos. Con los problemas de fondo del contencioso por el escudo antimisiles de Estados Unidos, el caso Litvinenko no ha hecho más que deteriorar más aún los problemas diplomáticos.
Las expulsiones y la suspensión de la concesión de nuevos visados –como “paso inicial” mientras Londres evalúa posibles medidas adicionales sobre la cooperación con Rusia– fueron anunciadas ayer en los Comunes por el nuevo ministro británico de Exteriores, David Miliband, y son consecuencia directa de la decisión de Moscú de no extraditar a Andrei Lugovoi, reclamado por la Justicia británica como principal sospechoso del asesinato del ex agente ruso Alexander Litvinenko.
Litvinenko fue envenenado con el isótopo radioactivo polonio 210 el 1º de noviembre en Londres y murió tres semanas después, el 23 de noviembre, tras una penosa agonía. Refugiado en el Reino Unido desde que huyó de Rusia en 2000 junto a su mujer, Marina, y el hijo de ambos, Anatoly, en el momento de morir era ya ciudadano británico y de hecho su nombre oficial era Edwin Redwald Carter.
Moscú justifica su negativa en que su legislación prohíbe específicamente la extradición de los nacionales rusos. Pero en Londres ha sentado especialmente mal el hecho de que el gobierno ruso haya negado cualquier participación en la muerte de Litvinenko y haya señalado como responsable a otro exiliado, el oligarca Boris Berezovski, rival político del presidente Putin. Aunque nadie esperaba en Londres que Putin aceptara extraditar al sospechoso Lugovoi, probablemente no hubiera habido represalias diplomáticas si el gobierno ruso hubiera lamentado la muerte de Litvinenko y hubiera dejado las puertas abiertas a alguna solución de compromiso, como juzgar a Lugovoi en La Haya –como se hizo con los libios sospechosos de volar un avión de la Pan Am cuando volaba sobre Lockerbie (Escocia) en 1988– o juzgarlo en territorio ruso, pero bajo las leyes británicas y por un juez británico.
El grado del conflicto diplomático entre Londres y Moscú dependerá en buena medida de la respuesta rusa. Si ésta es similar a las medidas anunciadas ayer por Londres, la cosa se quedará ahí. Pero si Moscú va más allá, ambos países pueden entrar en una guerra diplomática similar a la que vivieron en 1996 y en 1989.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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