Sáb 17.08.2002

EL MUNDO

El rey mago saudita en su Casa Blanca de Marbella

El rey Fahd de Arabia Saudita tiene mucho dinero. Treinta mil millones de dólares, según algunos cálculos. Este es un relato de su llegada a Marbella, donde dispone de un palacio copiado de la Casa Blanca y donde los lugareños se aprestan a forrarse de dinero.

Por Meme del Río
Desde Marbella

La tercera fue la vencida. Después de dos frustrantes falsos anuncios, el rey Fahd bin Abdul Aziz al Saud, monarca de Arabia Saudita, descansa ya en Marbella, donde llegó esta semana procedente de Ginebra. El rey había permanecido tres meses en su palacio de la capital suiza para recuperarse de una operación de cataratas. Su regreso a Marbella se esperaba con ansiedad, sobre todo después de la experiencia de su última estancia en la ciudad, en el verano de 1999, cuando la familia real gastó unos 90 millones de euros (cantidad similar en dólares) en sólo dos meses. Una propina, considerando que la revista Forbes estima su fortuna en 30.000 millones de dólares. En esta ocasión, su visita y la de sus inseparables petrodólares podría hacer que pasara inadvertido en el plano económico el mediocre año turístico en la ciudad, y en el de los fastos, la escasez de caras famosas.
El avión del monarca, un jumbo 747 con motores Rolls-Royce, aterrizó en el aeropuerto Pablo Ruiz Picasso de Málaga, precedido por otros tres aviones de la casa real saudita, uno de ellos transformado en hospital. La delicada salud del monarca, de 80 años, que sufrió una embolia cerebral hace siete y que arrastra problemas de diabetes, artrosis, una cardiopatía y sobrepeso, hace que viaje acompañado de un equipo médico preparado para actuar ante cualquier incidencia que se pudiese presentar. Pero, salud aparte, la llegada del rey Fahd, que lleva desde el pasado mes de mayo fuera de su país, se produjo, como no podía ser menos, en medio de una enorme expectativa y entre grandes medidas de seguridad, que incluían agentes armados apostados alrededor de la terminal de carga del aeropuerto malagueño. El miércoles, por fin, el esperado aterrizaje del rey saudita dejó de ser un secreto tanto para los controladores del aeropuerto como para quienes aguardaban su llegada. La aparición, a primera hora de la tarde, de una caravana de Mercedes negros en una zona restringida del recinto puso de manifiesto que no se trataba de nuevo de una falsa alarma, sino de los vehículos que habrían de trasladar al séquito –unas 400 personas entre familiares, secretarios y cocineros– que acompañaba al monarca en su desplazamiento, y al que se unirán muchos más agregados en los próximos días, hasta llegar a unas 3000 personas.
El monarca descendió del avión en una especie de camión ascensor, que lo trasladó hasta el coche real –un Mercedes blindado con asiento hidráulico que transporta en uno de sus aviones–. El resto de sus acompañantes ocupó los cerca de 50 vehículos de lujo con cristales oscurecidos estacionados en la terminal y varios autobuses. La comitiva, que completaban varios camiones cargados con equipajes y una UCI móvil, se dirigió hacia Marbella por la autopista de peaje de la Costa del Sol, escoltada por varios coches de la Policía Nacional, Guardia Civil, un helicóptero y la propia guardia personal del rey saudita, que lleva varios días supervisando las medidas de seguridad de la mansión marbellí del monarca.
El palacio Mar Mar, una réplica de la Casa Blanca estadounidense, esperaba a su propietario desde el otro viernes. En los dos últimos años la finca ha sufrido un lavado de cara completo, hasta tal punto que se calcula que por su remodelación se pagó la friolera de 188 millones de dólares. Además del palacio, la parcela real, situada en plena Milla de Oro, alberga un completo hospital con quirófano, un centro de comunicaciones con los últimos avances tecnológicos, chalets de lujo en los que se alojarán una buena parte de los familiares y el séquito del monarca y pabellones para el servicio.

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