Lun 27.08.2007

EL MUNDO  › EL HIJO DEL CORONEL LIBIO CAPITALIZO EL CASO DE LAS ENFERMERAS BULGARAS

La sucesión de Kadafi pasa por París

Libia liberó a las enfermeras y el médico a cambio de la normalización de sus relaciones con la Unión Europea y negocios nucleares con Francia. Saïf al Islam fue quien reveló los detalles del pacto. El primogénito de Kadafi encarna una eventual apertura del régimen.

› Por Eduardo Febbro
desde París

Una de las claves del destino del régimen libio parece haberse jugado en París. El controvertido caso de las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino condenados en Libia por haber, según Trípoli, inoculado el virus del sida a cerca de 500 niños del hospital de Benghazi se convirtió en una caja de sorpresas y en un asunto de Estado que va mucho más allá de la liberación de los acusados y del precio que habrían pagado Francia y la Unión Europea para obtener la libertad. En este secreto supremo empezó a jugarse también la sucesión del mismo líder libio, el coronel Kadafi. La historia de las enfermeras y el médico palestino propulsó a uno de los hijos de Kadafi, Saïf al Islam, al centro del tablero internacional al tiempo que provocó una disputa interna entre el coronel y su hijo Saïf. El hombre que los occidentales consideran como el heredero más idóneo del coronel Kadafi usó el drama de los seis acusados para izarse al rango de interlocutor verosímil y privilegiado de la comunidad internacional.

En breves líneas, el caso de las enfermeras comenzó hace ocho años cuando el personal hospitalario búlgaro y el médico palestino fueron responsabilizados de la contaminación de 500 niños con el virus del sida, 56 de los cuales han muerto. Arrestados, torturados, condenados a muerte y luego, por conmutación de pena, a cadena perpetua, las seis personas fueron liberadas al cabo de un enredado proceso de negociación con la Unión Europea. Alemania y Gran Bretaña iniciaron las negociaciones con Trípoli pero el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se llevó el premio de la liberación a último momento. Apenas electo presidente –mayo 2007–, Sarkozy se implicó en el caso, envió a su esposa Cecilia en misión especial a Trípoli y sacó a las enfermeras y al médico de la cárcel, quienes llegaron a Bulgaria a bordo de un avión francés. Sarkozy apostó en la última mesa abierta de la ruleta y se llevó las apuestas. Hasta aquí, la historia no es sino uno de esos sublimes y sucios montajes en los que los rehenes o los condenados son pieza de cambio de una negociación más amplia. Las vidas valen lo que se puede obtener por ellas. ¿Cuánto costó realmente la liberación de los seis condenados más allá de los acuerdos conocidos? Se sabe que las enfermeras y el médico recobraron la libertad a alto precio. Trípoli obtuvo la normalización completa de sus relaciones con la Unión Europea, la indemnización de las víctimas, contratos en varios sectores y hasta un viaje de Nicolas Sarkozy luego de la liberación. Demasiado poco o muchas cosas ocultas.

El encargado de revelar el porqué, el cuánto y el cómo del negocio no fue una fuente anónima sino el mismo hijo de Kadafi, Saïf al-Islam. En una entrevista publicada por el vespertino Le Monde inmediatamente después de que las enfermeras y el médico salieron libres, Saïf al Islam habló de la existencia de acuerdos en el campo de la defensa, de la liberación de un ex agente secreto libio implicado en el atentado contra el avión de la PanAm que explotó sobre la localidad escocesa de Lockerbie, actualmente detenido en Gran Bretaña, y de negocios nucleares: “En primer lugar, el acuerdo atañe ejercicios militares conjuntos, como es obvio. Después, también vamos a comprarle a Francia misiles antitanques Milán por un monto de 100 millones de euros (135 millones de dólares). (...) Luego hay también un proyecto de manufactura de armas para el mantenimiento y la producción de armas”. El hijo del coronel no ahorró comentarios. Dijo que se trataba del “primer acuerdo de suministro de armas de parte de un país occidental” y, de paso, reconoció que los acusados “lamentablemente, sirvieron de chivo expiatorio. (...) Con ellos, Libia realizó un buen negocio”. La mayoría de estas afirmaciones fueron negadas por Francia pero luego corroboradas con el correr de los días. Saïf al Islam fue incluso más locuaz. En entrevistas a varios medios contó cómo las enfermeras habían sido torturadas y entregó algunos detalles más sobre el pacto Trípoli-París.

Régimen insondable e implicado en numerosos operativos terroristas de los años ’70, ’80 y ’90, el poder libio está en las manos de Kadafi desde el golpe de Estado de 1969 que propulsó la jamahiriya (la revolución). La incontinencia verbal de su hijo parece cambiar el contexto. Saïf al Islam (“el sable del Islam”, en árabe) es el hijo preferido de los occidentales. Doctor en gestión (International Business School of Viena), pintor en sus ratos perdidos, Saïf es, para Occidente, el heredero que mejor encarna la eventualidad de una apertura del régimen. Su estatura de demócrata potencial la forjó presidiendo la Fundación Kadafi para el Desarrollo, una estructura que desempeñó un papel esencial no sólo en las negociaciones que condujeron a la liberación de las enfermeras y el médico sino, sobre todo, en las múltiples transacciones entre los países occidentales en torno de las compensaciones pagadas por Libia a raíz de su implicación en atentados terroristas.

Los años en que Saïf estudiaba y viajaba por Europa acompañado por dos panteras han quedado atrás. El primer hijo del segundo matrimonio del coronel limó su reputación en la mesa de negociaciones. Pero a papá Kadafi no le gustó la volubilidad de su hijo. Sus indiscreciones a propósito del tributo pagado por Francia le valieron una férrea reprimenda del coronel. En una carta enviada por Kadafi a su hijo, el líder libio lo acusa de haber ayudado a “los criminales y enemigos de Libia” y de haber divulgado “rumores falsos que pueden ser utilizados por los enemigos de la revolución”. Los observadores se preguntan no obstante si las revelaciones de Saïf y el posterior enojo del padre no son, en definitiva, un movimiento calculado por ambos. Moncef Djaziri, un especialista de la Universidad de Lausana, comenta: “Cuando se conoce cómo funciona Libia no se puede imaginar que el hijo tome semejantes iniciativas sin el acuerdo del padre”. Todo opone sin embargo a padre e hijo. Saïf apuesta por el saneamiento de las instituciones y las privatizaciones. Kadafi padre por todo lo contrario. Los observadores admiten con todo que el hijo de Kadafi reforzó su posición interna y externa porque apareció como el hombre que estructuró la solución de la crisis de las enfermeras. Reformista constitucionalista en el seno de una familia de déspotas, la paradoja es tanto más rica cuanto que Saïf al Islam es un sucesor que propone una orientación de ruptura con el círculo paterno.

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