El ex dictador panameño está acusado de lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Su pasado en Francia. La posible extradición.
› Por Eduardo Febbro
desde París
El general Manuel Antonio Noriega tiene dos destinos que se cruzan en su camino. O regresa a Panamá luego de cumplir su condena en los Estados Unidos o es extraditado a Francia, en donde fue condenado en 1999 a diez años de cárcel por lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Los abogados panameños del antaño agente de la CIA y, al mismo tiempo, conocido traficante de droga y vendedor de falsas informaciones de toda índole, alegan que la extradición a Francia carece de todo fundamento por cuanto, según la Convención de Ginebra, Noriega es un prisionero de guerra y debe ser juzgado en su país de origen. Pero París lo reclama con insistencia en lo que parece ser otro de esos tenebrosos arreglos entre capitales, en este caso París, Washington y Panamá, mediante los cuales se pagan y compran favores en despecho de las normas internacionales.
Noriega es todo menos un inocente y también ha sido un gran amigo de Francia. En 1987 el presidente socialista francés, François Mitterrand, lo condecoró con la Legión de Honor, la distinción más alta que otorga el país. La sentencia francesa de Manuel Antonio Noriega fue pronunciada en ausencia y, desde entonces, sólo subsistía un mandato francés de arresto internacional. Hace unos meses, en cuanto la fiscalía de París supo que Noriega sería liberado con anticipación por buena conducta remitió, por vía diplomática, un pedido de extradición para que el general, apodado “cara de piña”, purgue su pena en Francia. Su abogado francés, Olivier Metzner, afirma que dicho pedido de extradición carece de todo fundamento: “Eso se opone a la Convención de Ginebra aplicable a mi cliente arrestado por los norteamericanos luego de la invasión norteamericana de Panamá”. Las andanzas de Noriega en tierra francesa le valieron la condena y, anteriormente, en 1997, el congelamiento de todos sus haberes en Francia. Pese a que, en vísperas de la captura de los fondos, el general los transfirió al extranjero, los jueces lograron identificar tres lujosos departamentos parisinos. Durante el juicio se pudo demostrar la existencia de una sólida red de lavado de plata sucia estructurada a través de varios bancos franceses. A partir de 1986, el llamado clan Noriega, es decir, su mujer, sus dos hijas, el embajador de Panamá en Francia y en Gran Bretaña y cónsul general de Marsella, hizo circular más de 20 millones de dólares por medio de cuentas abiertas en los bancos BNP, CIC, Crédit Lyonnais y Banco do Brasil. La suma citada (20 millones de dólares) es apenas una sombra del monto global de los Noriega. Raymond Forni, el abogado francés de la República de Panamá, estima que el tesoro de los Noriega se elevó a 200 millones de dólares.
La extradición a Francia de Noriega quedó abierta luego de que un juez norteamericano desestimara el recurso presentado por sus abogados para impedirla. Pero París y Washington han avanzado mucho en el viaje a París del ex general. La administración norteamericana puso mucho esmero en conocer en qué condiciones el antaño hombre fuerte de Panamá pasaría sus años en las cárceles francesas. A la demanda expresa de EE.UU. hace un mes y medio, el Ministerio francés de Justicia tuvo que poner sobre la mesa el plan de encarcelamiento de Noriega y todas las garantías que lo acompañan: acceso libre a sus abogados, derecho de visita de sus familiares y amigos, posibilidad de hacer deportes y leer los diarios, grado de higiene satisfactorio. En la cárcel de Florida, donde Noriega purgó su pena, el amigo de la CIA y de Fidel disponía de una “suite” de tres células, con habitación, salón, oficina y teléfono. Todo un lujo ofrecido por la administración norteamericana a un ex aliado cuya captura costó la vida de centenas de panameños inocentes muertos bajo las bombas que Washington arrojó para capturarlo.
La única vez que Noriega tuvo contacto con la Justicia francesa fue en 1995, cuando el juez de instrucción Patrick Fiévet viajó a Miami para entregarle el acta de acusación y un formulario con 56 preguntas. Noriega dijo que su inglés era insuficiente para responderle. Sin embargo, “cara de piña” ofreció una declaración que figura en el legajo francés y que Página/12 cita aquí en exclusiva: “Desde el año 1977 mantuve relaciones con Francia a todos los niveles: políticas, militares, económicas y culturales. (...) Firmé acuerdos económicos, me beneficié con préstamos de Francia y traté con los servicios de seguridad. En toda legalidad y según las normas francesas compré materiales, aviones, armas y diversos elementos de la industria militar francesa”.
Las investigaciones del juez Fiévet sobre los asuntos franceses de Noriega no lograron establecer la identidad de sus cómplices en territorio francés, aunque sí permitieron descubrir la docena de cuentas abiertas en bancos franceses mediante las cuales operaba el clan Noriega. Noriega cobraba 7000 dólares por mes, pero en Francia manipulaba millones. Raymond Forni, abogado del Estado panameño y posteriormente presidente de la Asamblea Nacional, recuerda: “Ningún banco, ningún servicio señaló jamás nada. Nadie encontró anomalía alguna”. Pero los Noriega tenían en París un sólido patrimonio. Además de las doce cuentas de banco, el clan había comprado varios departamentos en los barrios más caros de la capital. Para ello utilizó empresas fantasmas con sede en Panamá y con nombres tan improbables como exóticos: Shin-Shin, Caja de Ahorros, Cuenca Holding, Gaswitt Investment. 153, quai de Grenelle, 228, rue de l’Université, 91, quai d’Orsay. Estas eran las direcciones de Noriega en París.
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