El principal líder chiíta, Muqtada al Sadr, le quitó apoyo legislativo al presidente, que ya había perdido el apoyo sunnita. La estrategia política de EE.UU. se cae a pedazos.
Mientras Estados Unidos se prepara para una primera retirada parcial de sus tropas, en Irak la situación sigue empeorando. No sólo el clima de violencia, que ayer dejó varios atentados y decenas de muertos, sino también el clima político. El gobierno de Nuri al Maliki perdió uno de sus aliados más importantes ayer, después de que el clérigo radical chiíta Muqtada al Sadr anunciara que su movimiento retiraba a sus ministros del gabinete nacional y su apoyo en el Parlamento. Como si no fuera suficiente, la nueva alianza sunnita-estadounidense sufrió un otro golpe. Dos líderes religiosos de esa etnia fueron asesinados en Bagdad por miembros de Al Qaida en Irak, quienes también se adjudicaron el atentado que mató el jueves a uno de los nuevos aliados de Bush, el líder sunnita Abdul Sattar Abu Risha.
Sadr no eligió el día de ayer por causalidad. El gobierno de Maliki se encuentra en una muy difícil situación en estos días. Por un lado, Bush centró gran parte de la responsabilidad para las futuras retiradas estadounidenses en el desempeño de Bagdad y su capacidad para impulsar la reconciliación nacional. Por otro lado, Maliki y sus aliados tuvieron que escuchar el viernes sin chistar una larga lista de recriminaciones de la Casa Blanca, que difundió un informe detallando los objetivos que todavía no ha podido cumplir el gobierno iraquí. Golpeado y presionado por su principal amigo, Maliki tuvo que recibir ayer la mala noticia de boca del mismo Sadr, el líder de la principal milicia chiíta iraquí.
El clérigo chiíta reunió a la prensa internacional y dio una breve conferencia. No dio sus motivos, aunque todos ya los conocen. En abril pasado, en pleno despliegue de la nueva estrategia de la Casa Blanca, más conocida como “surge”, Sadr y sus hombres comenzaron a demandar un cronograma de retirada de las tropas estadounidenses. Cuando no lo consiguieron, decidieron empezar a boicotear al gobierno de Maliki. Su poder dentro de la coalición gubernamental no era nada desdeñable. Los sadristas contaban con cinco ministerios y 30 de los 128 escaños oficialistas. En abril, Sadr ordenó la salida de sus cinco ministros, pero continuó participando de la bancada oficialista. Su decisión de ayer blanquea la oposición que empezó hace cinco meses y deja al gobierno en clara minoría en el Parlamento de 275 bancas.
Maliki ya había sufrido la salida de las principales fuerzas sunnitas hace unos meses. Eso provocó la reconfiguración de la coalición de gobierno y semanas de negociaciones entre las tres etnias del país, los chiítas, sunnitas y los kurdos. El resultado final fue una alianza entre kurdos y chiítas, y los sunnitas pasaron a autoidentificarse como opositores. Ayer, la fuerza del clérigo chiíta adelantó que se reunirá con estos últimos. “El movimiento de Sadr se reunirá próximamente con el partido Fadhila (sunnita) para decidir la estrategia de ambas formaciones”, aseguró el jeque Salah Obeidi, dejando abierta la puerta a una posible alianza opositora.
Mientras los partidos sunnitas no llegaron a un acuerdo con Maliki para volver al gobierno, algunos líderes locales de esa etnia comenzaron a forjar una alianza con el gobierno de Estados Unidos. En su última visita a Irak, Bush se reunió con varios de ellos en la provincia de Anbar, el paradigma norteamericano de cómo la reconciliación nacional y la alianza con los grupos étnicos locales son las mejores vías para derrotar a la insurgencia. Pero ese discurso comenzó a hacer agua en los últimos días. El jueves pasado uno de los jeques sunnitas que se habían reunido con el mandatario norteamericano murió en un atentado. Risha no era cualquier aliado. El líder iraquí fue el responsable de coordinar todos los esfuerzos entre iraquíes y estadounidenses para pacificar la provincia de Anbar.
Ayer otros dos líderes tribales sunnitas –el jeque Abdullah Jalil al Obeidi y otro miembro del Frente de Salvación de Bakuba– sufrieron la misma suerte de Risha. Ellos también se habían sumado a la lucha contra Al Qaida. Si quedaba alguna duda de la autoría de la red terrorista, ayer quedó disipada. El Estado Islámico en Irak, un grupo vinculado a Al Qaida, difundió un comunicado en Internet adjudicándose los asesinatos de ayer y el atentado del jueves. “Alá permitió a nuestros hermanos localizar y asesinar al imán de la infidelidad y apóstata, uno de los perros de Bush”, escribió el grupo terrorista, en referencia a Risha.
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