Dom 30.09.2007

EL MUNDO  › MEDICOS CUBANOS OPERAN GRATIS A MARIO TERAN

Curaron al asesino del Che

El suboficial boliviano que en 1967 se hizo famoso por asesinar a Ernesto “Che” Guevara recibió un extraño regalo de la Revolución Cubana. Sin saberlo, un grupo de médicos de la isla que hacía trabajo humanitario en Bolivia lo operó de cataratas y le devolvió la vista. El diario cubano Granma ayer destacaba la historia, que calificó como una nueva victoria del Che. “Recuerden bien este nombre: Mario Terán, un hombre educado en la idea de matar que vuelve a ver gracias a los médicos seguidores de las ideas de su víctima”, decía el periódico.

La historia la contó por primera vez el hijo de Terán. Luego de la operación, le pidió a El Deber, un diario boliviano de Santa Cruz, que publicara una carta de agradecimiento a los médicos cubanos. Al ex suboficial boliviano lo operaron en el marco de la Operación Milagro en un hospital donado por Cuba e inaugurado recientemente por el presidente Evo Morales. Ayer los medios de la isla destacaban que el militar retirado, como cientos de indígenas y campesinos de la región, no tuvo que pagar ni un centavo para recuperar su vista.

La noticia llega sólo días antes del 40º aniversario de la muerte del Che. En la isla ya se preparan decenas de festejos. Sin embargo, la carta de agradecimiento del hijo del suboficial parece ser el mejor recordatorio del legado del guerrillero argentino que acompañó a Fidel Castro en la revolución en 1959. “Anciano ya, Terán podrá volver a apreciar los colores del cielo y de la selva, disfrutar la sonrisa de sus nietos y presenciar partidos de fútbol. Pero seguramente jamás será capaz de ver la diferencia entre las ideas que lo llevaron a asesinar a un hombre a sangre fría y las de este hombre”, escribió Granma.

Ayer en La Habana recordaban que, después de conocerse la muerte del Che, Terán le dijo a la prensa que había costado juntar fuerzas para dispararle. “No tiembles más y dispara aquí, que vas a matar a un hombre”, dijo que le dijo el Che, mientras se desgarraba la camisa y se sentaba en el piso. El entonces suboficial boliviano estaba tan nervioso que nunca supo cuántos tiros disparó antes de que el líder guerrillero se desvaneciera completamente en el suelo.

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