Sáb 24.08.2002

EL MUNDO  › COMO OPERAN LOS CONTRABANDISTAS DE DINERO DE SUIZA A TODAS PARTES DEL MUNDO

El discreto encanto de usar efectivo

El contrabando de dinero en efectivo puede parecer un anacronismo en esta época de transacciones electrónicas, pero es una actividad muy vigorosa en Suiza precisamente porque no deja ningún registro. Aquí, una guía al mundo del que tanto provecho sacó Carlos Menem.

› Por Eduardo Febbro

Alfred Sirven siempre vivió a lo grande. En los años en los que manejaba los fondos secretos con que la petrolera francesa Elf pagaba comisiones millonarias a los intermediarios, y en los que reinaba en el círculo de las numerosas empresas pantalla instaladas en el principado de Liechtenstein o en Ginebra, Sirven se codeaba con los grandes del mundo y gastaba y repartía millones sin ningún control. Hoy, encarcelado en la sección “personalidades” de la cárcel parisina de La Santé, Sirven debe recordar con nostalgia esos años en los que, gracias a los buenos oficios de las empresas parabancarias de Suiza, recibía en su domicilio valijas repletas de dinero en efectivo traído especialmente de Ginebra. Las recibía y, desde luego, también solía remitirlas hacia Suiza con millones de “francos negros” que alimentaban los circuitos de las coimas. Esas idas y venidas entre las capitales europeas y el paraíso de las finanzas que es Suiza no las hacía Sirven en persona sino esos secretos intermediarios que los círculos de las finanzas internacionales conocen por un apodo familiar, “Oscar”. No se trata de un código, ni siquiera de un método para ocultar la identidad. Oscar es un nombre común con que se designa a quienes llevan a cabo un trabajo poco común: hombres discretos que van y vienen por el mundo transportando cientos de millones de dólares al contado en autos y aviones cuidadosamente adaptados para ese fin. Fuera de los circuitos bancarios tradicionales, sin que exista nunca la más mínima huella de una transacción.
Oscar y las poco más de 6000 empresas instaladas en Suiza que ofrecen ese tipo de servicios constituyen una “tribu indispensable para el correcto funcionamiento de la plaza financiera de la Confederación Helvética y, como es obvio, también para que el sistema financiero y las empresas operen al margen de la ley”, dice a Página/12 uno de esos “Oscar” que trabaja en una empresa financiera parabancaria instalada en el centro de Ginebra. Esos intermediarios financieros evolucionan al margen de influencia de los bancos pero representan una pieza clave del dispositivo. “El secreto bancario no sería gran cosa si entre el banco y sus clientes no existiese el secreto de la transferencia”, admite el interlocutor de Página/12. Joven, impecablemente vestido, con un reloj de varios miles de dólares en la muñeca y un auto descapotable esperándolo en la playa de estacionamiento, Jean no tiene remordimientos. Además del “transporte personal de caudales”, Jean y la empresa que lo emplea administran decenas de compañías fantasma cuyos nombres aparecen mencionados en las placas de metal que pueblan las paredes de la sociedad ginebrina. En el fondo, una puerta especial detrás de la cual hay más puertas con rejas recuerda que aquí también hay cajas fuertes donde los clientes vienen a depositar dinero en efectivo y piedras preciosas.
En principio, y únicamente en principio, desde 1994 los bancos suizos que adhirieron a una convención especial tienen prohibido trabajar con personas u empresas que utilizan las cuentas bancarias suizas como “pasarela” de la fuga de capitales. Pero este “principio” es un mero puñado de palabras. Muy difícilmente los bancos helvéticos podrían privarse de esos intermediarios parabancarios en quienes recae la delicada misión de transferir hacia Suiza y con toda discreción el dinero “no declarado” por los depositantes extranjeros. El ex presidente Carlos Menem y su entorno conocen bien el sistema. Según cifras suministradas por la misma justicia helvética, una cuarta parte de los 3000 millones de dólares administrados por los bancos helvéticos pasan entre las manos de esos personajes de saco y corbata. La estructura es de una eficacia impecable ymuy difícil de investigar. Previo pago de 2000 dólares, cualquier gabinete de abogados internacionales crea una empresa fantasma con sede en lugares como el Principado de Mónaco, el de Liechtenstein o en la misma Suiza. Una vez que la empresa tiene una existencia legal, el cliente o su representante abren una cuenta en un banco suizo. A fin de tornar inidentificables las huellas de las operaciones, el banquero y el cliente pactan un seudónimo para la cuenta. Por ejemplo, todo depósito efectuado en una cuenta abierta en un banco suizo a nombre de la empresa Empity se hará mediante el seudónimo de Jerónimo o, si se quiere, mediante un seudónimo cifrado, es decir, NB5603467. En el caso del ex secretario privado de Menem, Ramón Hernández, la cuenta que abrió en la sede de Zurich del Banco del Gottardo funcionaba a nombre de “Foundation Spark”, mientras que el seudónimo pactado era “Red”. Así, cualquier transferencia o depósito en efectivo no se hará a nombre de la empresa o de una persona sino a través del seudónimo.
La fluidez de las transferencias y los manejos es tanto más simple cuanto que en Suiza no existe ningún límite legal en lo que atañe a la cantidad de empresas que una persona puede administrar. Esos gabinetes financieros o de abogados que detentan mandatos de administración se ocupan de centenas de empresas al mismo tiempo. El “record” lo tiene el hombre de negocios Alfred Herberger, quien “está presente” en el consejo de administración de 270 empresas off-shore. En un informe francés consagrado al blanqueo de dinero en Suiza, el juez ginebrino Paul Perraudin, encargado de la investigación de las cuentas suizas del ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari y del argentino Carlos Menem (Perraudin bloqueó las cuentas de ambos ex mandatarios) admitió que “el dinero que ingresa directamente a Suiza mediante el sistema bancario tradicional es muy poco. Cuando entra, lo hace a través de intermediarios financieros que nada tienen que ver con los bancos”. En realidad, “existen tres técnicas distintas para depositar plata en Suiza sin levantar sospechas”, cuenta Jean, el parabancario que confiesa transportar por mes varias decenas de millones de dólares en efectivo desde los “cuatro puntos cardinales de Europa”. El primero consiste en el primitivo traslado de dinero al contado de un país a otro. “Esa misión está asumida por gente especializada que se sirve de vehículos, aviones y barcos especialmente preparados. En ese sentido, hay muchos barcos que cruzan el lago Léman entre Francia y Suiza llevando a bordo cientos de millones de dólares”, cuenta un ginebrino que trabaja en ese mundillo de viajeros especiales. Para este tipo de operativos es “preciso que haya una confianza total” entre el cliente y el “transportista que deja el dinero en las manos indicadas”. Según el paquete de billetes, los intermediarios cobran una comisión que oscila entre el 2 y el 4 por ciento de las sumas transportadas. La historia de Sirven es muy conocida entre los profesionales suizos. En sus momentos más gloriosos, el funcionario de Elf hacía traer y llevar de París a Ginebra y viceversa “hasta 200 millones de dólares contantes y sonantes, todos en valijas disimuladas”.
La segunda técnica se llama “compensación”, una práctica que deja sabrosos dividendos y cuyo incremento ha generado un aluvión de compañías financieras especializadas. La compensación es una combinación entre los “hombres de negro” que van y vienen con dinero y un cliente determinado. Supongamos que alguien en Buenos Aires tiene un millón de dólares no declarados en plata líquida y que uno de sus amigos tiene una cuenta en Suiza y le hace falta el millón de dólares para gastarlos en Buenos Aires. La operación es rápida: el amigo suizo le gira al residente de Buenos Aires el millón de dólares a una cuenta bancaria suiza y éste le entrega luego el dinero en la mano... pero en la capital argentina. La suma pasa de un lado a otro del Atlántico sin dejar huella alguna. Pero como los “amigos” no son moneda corriente, hay empresas suizas que, tras el pago deuna comisión, conforman el círculo amistoso dentro del cual circulará el dinero. El circuito funciona “gracias a la confianza”, cuenta uno de los operadores de este sistema. El hombre, de 50 años bien llevados y un Jaguar último modelo para los días de la semana, explica que “por lo general, se organiza una cita en un hotel o en un restaurante de poca categoría para no llamar la atención. El cliente y el intermediario se ponen de acuerdo para definir una palabra clave, una contraseña. Esta servirá para que el enviado especial reciba la suma convenida e inmediatamente después ordene el giro a la cuenta suiza. Nadie se entera de nada. El fisco no vio la plata en ninguna cuenta y si se la destina para el pago de alguna comisión, el dinero sale por una puerta y entra por otra como por arte de magia”.
La última técnica es más conocida y se pacta entre empresas multinacionales. Dos compañías crean una tercera empresa ficticia a través de la cual realizan operaciones y transacciones falsas y facturadas a precio de oro. La empresa pantalla, off-shore, puede tener su sede en Mónaco, Panamá, las Bahamas o Liechtenstein pero la cuenta bancaria... está domiciliada en Suiza. Por lo general, el dinero generado con esa técnica sirve para pagar comisiones ocultas, “servicios” especiales y hasta remuneraciones no declaradas al personal destacado. “Lo cierto es que ni las multinacionales, ni los particulares, ni los grandes bancos suizos pueden prescindir de esas financieras parabancarias que aceitan los circuitos bancarios”, admite un banquero parisino que vivió algunos años en Ginebra.
La influencia de la corporación de los “transportistas” de saco y corbata y de los organismos parabancarios es tal que el año pasado forzó a la dimisión a Niklaus Huber, director de la Autoridad encargada de la aplicación de la ley sobre el blanqueo de dinero. Con un realismo pragmático y sincero, Jean descarta de plano toda legislación de control. “En el mundo de las finanzas –dice–, los parabancarios somos como el ingrediente oculto donde se apoya toda la mecánica bancaria. Es imposible que nos eliminen. Somos la razón de ser de miles de millones de dólares que duermen en los bancos suizos.”

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