EL MUNDO › EL PARTIDO ULTRANACIONALISTA SVP ES EL FAVORITO
› Por Tony Paterson *
desde Berna
En toda Suiza, los carteles de campaña del partido están pintados con esvásticas. Entre ellas, como un sandwich, está la cara de un hombre mayor, muchas veces desfigurado con un inequívoco bigote como cepillo de dientes, dibujado en negro. Se puede perdonar a cualquiera por pensar que Adolf Hitler había salido de su tumba y estaba planeando una vuelta para la muy disputada elección general suiza de este fin de semana. Si el graffiti antinazi es algo por lo cual guiarse, entonces la fuerza de la oposición pública al Partido del Pueblo Suizo (SVP) conducido por el millonario industrial y ministro suizo de Justicia, Christoph Blocher, es masiva.
Y sin embargo el partido anti Europa, antiinmigrantes, que ha sido acusado de fascismo latente, está ubicado para emerger nuevamente como el más grande de Suiza en las encuestas del domingo. Los sondeos de opinión publicados ayer sugieren que el SVP podría aumentar su cuota del voto en más del 27 por ciento. Blocher, de 57 años, atribuye su éxito político a sus políticas nacionalistas, de Estado antibienestar social y antiparásitos y a su liberalismo económico thatcherista. Ganó popularidad y causó controversia a raíz de una campaña antiextranjeros que llevó a su partido a pedir que los inmigrantes convictos por delitos fueran echados de Suiza.
El SVP mostró su propuesta con una campaña de posters de dibujos que mostraban ovejas blancas pateando a una oveja negra de la bandera suiza roja y blanca y fuera del país. A lo largo figura el slogan “Mi Hogar, Nuestra Suiza. Mantengámosla segura”. El poster fue descripto por un comité controlador de la ONU como “abiertamente racista” y se cree que fue el factor que catalizó las protestas contra el SVP en la capital suiza, Berna, hace tres semanas. Blocher dijo en una entrevista esta semana: “La expresión ‘oveja negra’ existe en todos los idiomas. ¿Cómo puede alguien pensar seriamente que estábamos señalando con el dedo a los africanos? Todos saben que ‘oveja negra’ quiere decir los delincuentes extranjeros que deben ser expulsados”.
Suiza ya impuso algunas de las restricciones más duras de Europa a los inmigrantes no queridos, muchas de ellas provenientes del rol de Blocher como ministro de Justicia. Hace tres años, el país comenzó a albergar en un bunker en los Alpes a gente que buscaba asilo pero era rechazada. Pero Suiza es también un país en el que más del 20 por ciento de la población está compuesto por extranjeros y donde la inmigración tiene niveles sin precedentes. La retórica populista de Blocher tiene un atractivo innegable para los suizos, que temen salir perdiendo como resultados de sus fronteras más abiertas.
Sus partidarios son campesinos, comerciantes y grupos de bajos ingresos. En sus discursos se remonta a momentos de gloria nacional, como la derrota de 1386 del ejército invasor de los Hasburgo inspirada por el noble suizo Arnold von Winkelried, que se sacrificó sobre la lanza de un enemigo para asegurar la victoria. “Winkelried se sacrificó por la comunidad. Un buen político también debe estar preparado para sacrificarse por su país”, insistió Blocher.
La publicidad que el SVP generó en los medios internacionales escandalizó a los comentaristas suizos. “Suiza no puede manejar la crítica internacional”, era la primera plana del diario Neue Züricher Zeitung. Roger de Weck, un ex editor del Die Zeit de Alemania, dijo: “Suiza es una amalgama de minoridades y hay un deseo general de no pisarse unos a otros. Si esta cultura se socava, causará un daño que tomará décadas reparar”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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