La candidata demócrata, que integra el Comité de las Fuerzas Armadas en el Senado, recibió más de 50.000 dólares de donantes individuales relacionados con la industria armamentista. Wall Street también salió a apoyarla en el último tramo de la campaña.
› Por Leonard Doyle *
desde Washington
El complejo militar estadounidense está apoyando la candidatura presidencial de Hillary Clinton, abandonando así a sus tradicionales aliados republicanos. La ex primera dama también ha surgido como la favorita de Wall Street, en donde los banqueros e inversionistas abren sus billeteras donando cifras sin precedentes en los últimos tres meses a la senadora neoyorquina.
El cortejo de Clinton a la industria de defensa es muy sorprendente, dado las tensas relaciones que mantuvo su esposo Bill con los militares durante sus presidencias. Un análisis de las contribuciones a su campaña revela que los directivos de las empresas que producen armas están volcando su dinero a sus arcas, con la esperanza de que su generosidad sea recompensada por medio de jugosos contratos de Defensa.
Los empleados de los cinco principales fabricantes de armas –Lockheed Martin, Boeing, Northrop-Grumman, Raytheon y General Dynamics– donaron casi 104 mil dólares a candidatos presidenciales demócratas, contra 86.600 que recibieron los republicanos. “Estas contribuciones claramente demuestran que la industria de las armas llegó a la conclusión de que los demócratas tienen mejores perspectivas para el año próximo”, aseguró Thomas Edsall, profesor de la Universidad de Columbia.
Los gobiernos republicanos son, por tradición, los que apoyan los grandes programas militares y los enormes presupuestos del Pentágono. Un ejemplo de las malas relaciones que el complejo de Defensa mantiene con los demócratas lo dieron los años de Bill Clinton. El mandatario, cuya prioridad fue el equilibrio fiscal, aprovechó el fin de la Guerra Fría para reducir el presupuesto militar.
Pero Hillary fue más cuidadosa y no cometió el mismo error. Después de ser elegida para el Senado, se convirtió en la primera representante del estado de Nueva York en ser miembro del Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara alta. Muy pronto comenzó a revelar su lado más duro, por ejemplo al votar a favor de la invasión a Irak en 2003.
Aunque ahora apoya una eventual retirada de las tropas estadounidenses de Irak, su posición con respecto a Irán es muy similar a la de los candidatos más belicosos –republicanos y demócratas–. Esta semana dijo que como presidenta no descartará la posibilidad de destruir con ataques aéreos las plantas nucleares iraníes.
Además, durante su mandato en el Comité de las Fuerzas Armadas la senadora se hizo amiga de influyentes generales y se ganó el apoyo público del general Wesley Clarke, el hombre que dirigió a la OTAN en la última guerra de los Balcanes. El mismo fue un candidato presidencial en su momento y ahora muchos analistas lo mencionan como un posible compañero para la vicepresidencia. Clinton también se ha ocupado de visitar regularmente los dos frentes de batalla, Irak y Afganistán, y de dirigir sus críticas sobre la guerra al presidente George Bush y no a los militares.
La industria armamentista ha tomado nota de estos gestos y por eso la senadora ha recibido hasta ahora 52.600 dólares en contribuciones individuales de directivos e importantes empleados de estas empresas. Esa cifra representa más de la mitad del total de donaciones a los candidatos demócratas y el 60 por ciento de lo que fue a todos los presidenciables republicanos. La ley electoral estadounidense prohíbe las donaciones mayores de 4600 dólares, pero los contribuyentes muchas veces encuentran formas para excederse y ganarse la simpatía del candidato.
Los fabricantes de armas han incluso abandonado al mayor defensor de la guerra en Irak, John McCain. El senador también es miembro del Comité de las Fuerzas Armadas y un veterano de Vietnam condecorado. No obstante, por el momento sólo recibió 19.200 dólares del sector de Defensa. Un desaire similar está sufriendo otro de los republicanos duros, el ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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