Vie 18.01.2002

EL MUNDO  › HAY CUENTA REGRESIVA PARA UNA GUERRA COMERCIAL EN REGLA

Duelo al sol entre Bush y Europa

El fallo de la Organización Mundial de Comercio contra EE.UU. y a favor de Europa por los subdsidios abre la perspectiva de sanciones por 4000 millones de dólares, que agravarían la recesión de EE.UU. e iniciarían una guerra de “ojo por ojo”.

Por Larry Elliot y Charlotte Denny

La venganza, de acuerdo con el proverbio, es un plato mejor cuando se lo sirve frío. Esta semana la Unión Europea ha estado disfrutando de un banquete preparado por tres abogados en Ginebra que han fallado que el sistema norteamericano de rebajas impositivas para compañías globales como Microsoft y Boeing viola los acuerdos comerciales internacionales. Para Bruselas ha sido una victoria dulce, si bien tomó mucho tiempo que llegara. Perjudicada por Washington en una serie de temas que van desde su régimen para importar bananas de islas pobres del Caribe hasta su prohibición de carne vacuna tratada con hormonas, Europa finalmente tuvo su chance de reclamar su libra de carne. Pascal Lemy, el comisionado de la Unión Europea para comercio, ha pedido 4000 millones de dólares de Estados Unidos en compensación, lo que es de lejos la sanción comercial más grande en la breve historia de la Organización Mundial de Comercio.
Robert Zoellick, el número opuesto de Lamy en Washington, ha advertido a la Unión Europea que la imposición de sanciones sería el equivalente de apretar el botón nuclear en la Guerra Fría. Si sus propias firmas resultaran perjudicadas en un momento en que Estados Unidos aún está luchando para salir de la recesión, Estados Unidos respondería con medidas de represalia del tipo de “ojo por ojo” que empujarían la ya frágil economía global hacia una guerra comercial en regla. Ambos lados parecen darse cuenta de que esto sería el equivalente de la mutua destrucción asegurada, y las próximas semanas verán intensivas negociaciones privadas entre Zoellich y Lamy para llegar a un arreglo. Pero los dos viejos amigos enfrentan fuertes presiones externas que limitan su capacidad para resolver el asunto de manera amigable. El comercio incita pasiones fuertes a ambos lados del Atlántico; la tendencia del Doctor Insólito está viva y goza de buena salud.
Como casi todas las 240 disputas consideradas por la OMC desde su creación en 1995, los temas en juego en el caso del Acta de Ventas Empresarias Extranjeras de EE.UU. con complejos. Hasta ahora, Washington ha entregado recortes impositivos a sus corporaciones que operan en el exterior, permitiéndoles apartar de la garra del recaudador de impuestos parte de sus ganancias en el exterior. Estados Unidos sostiene que la ley –ahora llamada Acta de Ingresos Extraterritoriales– meramente compensa a sus exportadores por el hecho de que, al revés que muchos países, Estados Unidos grava a sus exportadores por sus ganancias internacionales, y no solamente domésticas. Lejos de representar un subsidio masivo para algunas de las compañías más grandes del mundo, simplemente empareja el campo de juego.
La OMC no lo vio de este modo, sin embargo. Habiendo ya forzado a Estados Unidos a cambiar sus leyes una vez, el panel de apelaciones falló que el sistema enmendado era un subsidio ilegal, contraviniendo principios comerciales internacionales básicos al discriminar en favor de los productos norteamericanos. A fines de este mes empezará a regir un período de arbitraje de dos meses, que debe decidir para el 28 de marzo las dimensiones del daño infligido a la Unión Europea. Dicho de manera simple, la OMC ha entregado a la UE un arma, y brevemente resolverá sobre la cantidad de proyectiles. La UE tendrá que decidir entonces si apuntar y disparar.
David Woods, un experto comercial basado en Ginebra, dice que una de las razones de que la disputa resulte tan intratable es que constituye la resaca de la difícil relación entre Sir Leon Brittan, el ex comisionado comercial de la UE, y la predecesora de Zoellick, la pedantesca abogada Charlene Barshevsky. “Esta disputa interactúa con otras disputas y negociaciones, lo que la vuelve muy complicada. Ha ido rebotando de un lugar a otro, volviéndose cada vez más seria. Nadie ha podido pararla enel pasado, y es preocupante que pueda subir un nuevo escalón sin que nadie pueda pararla ahora.”
Las buenas relaciones entre Lamy y Zoellick pueden no ser suficientes para prevenir la disputa entre los dos bloques comerciales más grandes del mundo. “Todo el mundo está teniendo mucho cuidado en no hacer estallar demasiadas bombas demasiado rápido. Pero el asunto es serio. Hasta cierto punto, ambos lados están atrapados por una diversidad de intereses políticos que no les dan tanto margen de maniobra como querrían. Si el otro lado (Estados Unidos) decidiera tirar algunas bombas sería una mala noticia”, dice Woods.
Algunos miembros de la UE consideran que la venganza es un objetivo más importante que mantener abiertas las arterias del comercio mundial. Contemplan la victoria en el caso de las ventas exteriores de las corporaciones como una oportunidad para hacer morder el polvo a Washington. En el Congreso, las presiones proteccionistas están creciendo a medida que las compañías norteamericanas reducen puestos de trabajo e inversiones. Zoellick puede hallar negociar un acuerdo que haga la vida más difícil para algunas de las compañías estadounidenses más grandes y más fácil para las firmas europeas que venden bienes en Estados Unidos.
Rachel Thompson, analista comercial de la consultora de asuntos públicos Apco, dice: “Este es el final, y es serio, de un proceso de larga data. Presidentes y primeros ministros van a tener que empezar a prestarle atención. Todo tiene que se manejado seriamente. Hay gente y gobiernos en los países europeos que ven esto como una manera de sacar ventajas en otros rubros, tales como acero y carne. Y hay gente en Washington que está decidida e impedir esto. Encontrar un camino fuera de esto va estar plagado de trampas para Lamy y Zoellick”.
Lamy respondió con tranquila satisfacción al fallo de la OMC, pero hizo todo lo posible para evitar inflamar la situación. “Nos hemos preocupado en manejar esta disputa de un modo muy razonable. Ahora es Estados Unidos el que tiene que cumplir con la OMC para arreglar este asunto de una vez y para siempre. En lo que se refiere al modo, esperamos que haya rápidas propuestas de Estados Unidos.”
También Zoellick ha tratado de ser conciliatorio. Pero con George Bush prestando atención al frente interno después de la campaña militar en Afganistán, hay un peligro de que Estados Unidos adopte un enfoque comercial halcón y aislacionista. Woods afirma que la UE puede encontrarse con que los regímenes impositivos que operan en sus países miembros han caído bajo escrutinio de la OMC.
Por lo que se refiere a Mike Moore, director general de la OMC, la disputa no podría haber llegado en un peor momento. Moore está apostando a la química personal entre Lamy y Zoellick para sentar las bases de una ronda exitosa de conversaciones de liberalización del comercio después de su lanzamiento en Doha en noviembre pasado. Moore ya ha advertido que los próximos meses son críticos, y la OMC podría ayudar a desactivar la pelea reduciendo el monto de las sanciones respecto a los 4000 millones de dólares que está reclamando la UE.
Pero Rachel Thompsom dice que se está esperando demasiado de la UE. Aunque ha sido demonizada por el movimiento antiglobalizador como un gobierno mundial todopoderoso en las sombras, la OMC es en realidad una organización pequeña si se la mide por los patrones internacionales. Y está siendo estirada hasta sus límites por la gran cantidad de disputas que depositan en ella sus 134 miembros, principalmente litigiosos, y está a punto de embarcarse en una ronda de conversaciones larga, ambiciosa y ciertamente polémica. Intentar interferir con los regímenes impositivos de los Estados-naciones puede ser un puente demasiado lejos.
Para agregarse a los dolores de cabeza de Moore, está despuntando una nueva disputa entre la UE y EE.UU. En medio de una sobreabundancia global de acero, EE.UU. ha amenazado con cortar importaciones. La UE ha dicho que estaría dispuesta a respaldar cortes globales en la producción de acerocomo forma de limitar la sobreoferta, pero sólo si Washington retrocede. Y retroceder no es algo que EE.UU., particularmente bajo el liderazgo de Bush, sea proclive a hacer.

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