EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
A veces parece Superman. Mariano Fernández Bermejo, el flamante ministro de Justicia del gobierno español, es material de leyenda. “Tuvo la sangre fría de afrontar las amenazas fascistas en los estertores de la dictadura franquista, cuando era un joven fiscal, y puso en evidencia las torturas asesinas del comisario Matute en Tenerife; fue perseguido por ello, y eso le curtió”, dijo de él El País de España. “Yo... dormía con una escopeta cargada al lado de la cama, con la cuna de mi hija al otro lado, y con la convicción de que en cualquier momento yo podía morir. Las amenazas estaban ahí, el momento era tensísimo”, dijo él en la misma entrevista. Eso fue a los 23 años. Dos años antes había colgado los botines porque su club, el Atlético de Madrid, lo había cedido a préstamo a un equipo de segunda. En los ’60 fue bajista del grupo de rock Los Cerros. Tenía padres falangistas pero una abuela republicana que lo inspiró a luchar en favor de los oprimidos. Fundó la Unión de Fiscales Progresistas. Investigó al poderoso banquero Mariano Rubio. Armó un revuelo al declarar, siendo fiscal, “soy un hombre de izquierdas y obro en consecuencia”. Fue asesor de Felipe González. El gobierno de Aznar lo echó de la fiscalía de Madrid, pero cuando volvieron los socialistas ascendió al Tribunal Supremo. En febrero pasado, con el PSOE estancado en las encuestas por el desgaste que le produjo el fracaso del proceso de paz con la ETA, el presidente Rodríguez Zapatero pateó el tablero al nombrar ministro de Justicia a quien ya era conocido como “el fiscal antipepé” por el rechazo que producía en la filas del Partido Popular. Era una respuesta política, una afirmación de autoridad ante la falta de cooperación, sin precedentes en España, de la fuerza opositora en las negociaciones con el grupo terrorista vasco. Fue abucheado en la jura por sus rivales pero contestó con gracia: “Esperaba otro recibimiento”. Volvió a causar un revuelo cuando declaró que el acuerdo parlamentario que habilitaba las negociaciones con ETA no había caducado. Sereno y conciliatorio a la hora de contestar críticas, el perfil de Fernández Bermejo ayudó a renovar la imagen del gobierno socialista tras el empate en las elecciones autonómicas de mayo pasado.
A veces parece Clark Kent. Un Clark Kent maduro, Fernández Bermejo, con anteojos plateados, barba gris y entradas en las sienes, que a los 58 años sigue ocultando su cuerpo de atleta debajo del saco y la corbata, pero que ha encogido a un metro setenta y tres. Recibe a Página/12 en la sede de la embajada española, en medio de una visita a la Argentina de dos días para firmar convenios y participar en un acto comunitario. Serio y reconcentrado, contestó preguntas durante una hora midiendo cada palabra, sin salirse ni un centímetro del discurso oficial del gobierno que representa. Defendió la ley de amnistía de 1977, dijo que no habrá diálogo con ETA y minimizó el cruce entre Chávez y el rey. Tanto cuidó su mensaje que eludió, no una sino tres veces, tocar el mito del Che Guevara.
–¿Qué dice de las relaciones entre España y América latina el intercambio entre Chávez y el rey?
–Yo creo que las cosas hay que ponerlas exactamente en su contexto. Hablamos de algo que no pasa de la categoría de anécdota dentro del conjunto de relaciones de España con Venezuela, que son y van a seguir siendo buenas. Queda insistir en esa necesidad de respeto recíproco en que se fundamentan las buenas relaciones. Por supuesto que no afecta las relaciones con el conjunto de iberoamérica, que deben ser de monolítica cooperación.
–Además de lo que dijo Chávez, también hubo comentarios de Correa (el presidente ecuatoriano) y de Ortega (el presidente nicaragüense) sobre el rol de las empresas españolas en la región.
–Yo creo que la presencia de las empresas españolas se está dando en un muy nivel interesante para América latina. Se está manteniendo la inversión española, incluso en momentos delicados. Insisto: en nada puede afectar que en un momento dado suceda una cuestión que no pasa de la categoría de anecdótica.
–En Argentina muchos de los críticos de los juicios contra los represores dicen que no hay que remover el pasado y citan el caso español. Pero ahora en España reaparece el tema a través de la Ley de Memoria Histórica, la beatificación de los mártires falangistas, y la discusión por los monumentos franquistas.
–Lo que está acaeciendo ahora en España es algo diferente y sin duda complementario de lo ocurrido durante la transición. En la transición se quiso cerrar un capítulo de respuesta de lo que pudo haber sido una reacción en contra. Ahora no se está reaccionando en contra de nadie. Ahora la ley de la memoria lo que intenta es recuperar la dignidad de las victimas, la dignidad que no han tenido durante todos estos años. No es una ley contra nadie, no se pretende remover ninguna herida. La beatificación que ha ocurrido en estos días no es otra cosa que algo que sabíamos y conocíamos. Las víctimas de los que triunfaron tuvieron el reconocimiento que se merecían. Ahora estamos embarcados en el otro grupo de víctimas, no sólo los que fueron llevados a las fosas comunes, sino los que fueron al exilio, los perseguidos, los torturados. Los que fueron condenados en tribunales de emergencia, cuyas sentencias fueron declaradas ilegítimas.
–La ley hace hincapié en el aspecto de verdad, pero no en el de castigo. ¿Se puede cicatrizar la herida cuando quedan crímenes impunes?
–Nuevamente de lo que estamos hablando nosotros es de un proceso. En 1977, en toda la transición, se tomaron decisiones que se referían a la etapa del conflicto bélico y a los años de dictadura inmediatamente posteriores, en los que existieron todo tipo de persecuciones del régimen del general Franco. Lo que tenía que ver con respuestas del tipo que usted indica quedó cerrado en la etapa de la transición. En 1978 marcaron una raya. Es hasta ahí. Nada tiene que ver con la búsqueda de la recuperación de la dignidad, que es una cosa en positivo. No creo que se pueda reprochar nada a la judicatura española.
–¿De qué manera se reconoce a las víctimas de las fosas comunes?
–En el ámbito de la ley es reconocer que hubo víctimas inocentes. En el ámbito de los hallazgos, se intenta por todos los medios, pese a la dificultad que plantea el tiempo transcurrido y que estamos hablando de hechos ocurridos entre 1936 y 1940. Nos interesa mucho la experiencia de ese equipo argentino que ha trabajado tan bien en el ámbito de la ciencia forense. El convenio que acabamos de firmar creo que abre las puertas para una colaboración interesante en ese tema.
–¿Se ha podido reconocer alguna victima?
–Estamos trabajando en ese tema, se está dando ese camino...(Hay que) localizar las zonas en los pueblos donde se podría pensar que podrían existir... algunas están localizadas, otras no se localizarán nunca por el paso de los años.
–Cuándo podría viajar el equipo argentino?
–En el ámbito de colaboración en principio lo que estamos haciendo es pensar más en los desaparecidos españoles aquí, para ver si podemos ayudar a través de los exámenes biológicos que les podamos hacer allá a los familiares. En el ámbito de la reciprocidad, aprenderemos mucho de las técnicas y las prácticas del equipo argentino (de antropología forense).
–Se ha acusado al Estado español de haber permitido el uso de sus bases y su espacio aéreo para trasladar prisioneros de la CIA a cárceles clandestinas como la de Guantánamo.
–El gobierno del que formo parte tiene muy claro el respeto por la ley internacional. Tenemos un convenio de cooperación muy amplio con Estados Unidos que ambos respetamos. Tenemos buenas relaciones y las queremos seguir teniendo en el ámbito de la legalidad española, que es donde el gobierno de Rodríguez Zapatero se mueve. Nada que no sea legal será permitido en este gobierno.
–Usted habla de este gobierno. ¿Y antes? Las pruebas parecen sólidas.
–Hay veces que se habla de pruebas y realmente pruebas no hay. No estoy viendo visiones. Hablo de lo que sé. Y este gobierno se mueve dentro de la ley.
–¿Por qué le dicen el fiscal antipepé?
–Me dicen así, supongo, algunos miembros del Partido Popular. Yo creo que tiene que ver con el modelo del fiscal que he sido. Soy de aplicar el código penal en su conjunto, no sólo el trozo que siempre recae sobre los débiles. También hay leyes contra la delincuencia de cuello blanco, y yo las he aplicado. Si el reproche que se me hace es ése, lo acepto encantado.
–También habrá tenido algo que ver que usted dijera “soy de izquierdas y obro en consecuencia”.
–No solo dije eso, dije más cosas. Efectivamente soy de izquierda y me siento muy a gusto y claro que obro en consecuencia, si no sería un inconsecuente. ¿Y qué quiere decir eso? Soy un poco anómalo en la Justicia. Pero, ¿por qué se puede decir que uno es de derecha en la Justicia?
–¿Se puede?
–Sí, claro. La mayoría de los miembros de la Justicia del mundo entero tienen un punto de vista conservador, que además es coherente con la sustancia de los aparatos de Justicia. Es normal. Lo que yo quería decir es que en el mundo de la Justicia se piensa. Todo el mundo piensa, todos tienen ideología. Lo que no suele ser frecuente es que se manifieste. Yo creo que es sano. La clave es que todos seamos capaces de someternos al imperio de la ley.
–Hace poco usted fue muy criticado por la derecha por unas declaraciones en las que pareció dejar abierta, de manera muy tenue y cuidadosa, una ventanita para revivir el proceso de paz con la ETA.
–El problema de decir obviedades es que algunas veces pueden ser interpretados interesadamente. Había varias obviedades en lo que dije. La mas entendible es que este gobierno no iba a dialogar con una organización terrorista. Pero parece que eso no interesaba demasiado, ¿no? Porque es lo que dije. Es evidente que no se puede dialogar con alguien que ha abandonado su actitud de tregua, que por tanto se ha salido del margen que el parlamento había establecido. Eso parece que no le interesaba a nadie. Tampoco parece que le interesaban a nadie las afirmaciones en torno de la necesidad de unidad frente al mundo del terrorismo, la necesidad de que los demócratas estemos unidos, porque sólo esa unión permite un escenario fuerte para los que estamos del lado de la ley y el orden. Me parecer que es tan obvio que no tiene más que remitirse a lo que dije y que por otra parte es compartido por mucha gente.
–¿Se puede decir algo del tema ETA que no sea una obviedad?
–No es ninguna obviedad, finalmente, hacer afirmaciones en torno de la unidad. Es necesario recordarlo. Ha dejado de ser obvio cuando la praxis de la oposición durante tres años ha sido estar de espaldas a la política del gobierno. No había ocurrido jamás en la historia de la política española. Creo que es una línea que el PP deberá abandonar si quiere afirmar que está en la lucha antiterrorista.
–Un hombre de izquierdas es un hombre idealista. ¿Quiénes son sus héroes?
–Sobre todo aquellas personas que han sabido defender con coherencia los ideales frente a la opresión, frente al poder incontrolado. Son generalmente seres anónimos pero que han luchado contra la dominación.
–¿Y alguno conocido?
–Hay tantos que yo admiro... Me gustan todas esas personas que han realizado una labor profunda de transformación social.
–¿Alguno que lo inspiró en su adolescencia? No le quiero nombrar uno...
–Mi abuela siempre dijo que yo era un abogado de pleitos pobres. Entre mis actitudes estaba la defender cualquier causa, por más que parezca perdida. Ha habido tantos abogados de pleitos pobres que cualquiera sirve.
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