El delegado de Bush insiste, pero el dictador no se da por enterado. Ni suelta a los presos ni larga el uniforme.
› Por Andrew Buncombe *
Desde Islamabad
El presidente Pervez Musharraf se negó a levantar el estado de emergencia, a pesar de los pedidos del enviado norteamericano, el número dos del Departamento de Estado, John Negroponte. El mandatario paquistaní llegó incluso a afirmar, después del encuentro, que Washington en privado está 200 por ciento más a favor de su política de lo que dice en sus declaraciones públicas. Lleno de confianza, Musharraf dejó entrever que, aunque aceptó dejar su cargo al frente de las fuerzas armadas, es muy posible que las elecciones programadas para enero próximo se realicen bajo el estado de emergencia. La oposición paquistaní ya advirtió que en esa situación será imposible que los comicios sean libres o legítimos.
Las palabras de Musharraf definen perfectamente la naturaleza de la alianza entre su gobierno y el de Bush, una alianza que ya le ha aportado a la nación islámica más de 11 mil millones de dólares en concepto de ayuda militar desde el 11 de septiembre de 2001. La transición democrática paquistaní no es una prioridad en esta relación. Por eso, según diplomáticos norteamericanos, la Casa Blanca no está tan preocupado por el estado de emergencia, sino porque Musharraf esté más pendiente de la crisis política en Islamabad, que del avance de los milicianos islamistas. El foco de esta insurgencia está en el valle Swat, un lugar que previamente era un destino turístico conocido como la Suiza de Pakistán. Ahora el valle es controlado por un grupo pro talibán. En las últimas semanas el gobierno no ha conseguido frenar el avance de los milicianos, quienes no sólo estaban ganando fuerza en el noroeste –zona fronteriza con Afganistán–, sino también el resto del país. La prensa local informó que en varias ciudades del interior las tropas gubernamentales se rindieron ante los grupos islamistas. La semana pasada Islamabad lanzó la mayor ofensiva de este año contra ellos y, según informes extraoficiales, más de medio centenar ya habrían muerto.
Además, los analistas paquistaníes se preocuparon ayer cuando un enfrentamiento sectario explotó en la una de las zonas tribales del noroeste, una región tradicionalmente autónoma del gobierno central. Según informes de prensa, 34 personas murieron y otras cien resultaron heridas en combates entre chiítas y sunnitas. En abril pasado, incidentes similares dejaron 60 muertos en una sola tarde.
Musharraf no sólo destacó las ofensivas contra los talibán durante la reunión con Negroponte, sino también sus supuestos gestos de buena voluntad, una referencia directa a la reciente liberación de la ex primera ministra y principal líder opositora, Benazir Bhutto. Sin embargo, ayer hubo otros gestos que el mandatario no mencionó. Los dos principales canales de televisión fueron cerrados por la policía.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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