Kosovo quedó ayer a un paso de la independencia, pero también de una posible crisis. A casi diez años del genocidio dirigido por el ex presidente Slobodan Milosevic, la ex provincia yugoslava eligió el Parlamento que declarará el próximo 10 de diciembre la separación de Serbia. Ante el anuncio separatista de la mayoría albanesa, los serbios decidieron boicotear las elecciones, quedándose prácticamente afuera del nuevo Legislativo y logrando una abstención de casi el 45 por ciento. Ahora la última palabra la tienen Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Rusia, quienes deberán decidir si apoyan o no la separación.

Según los resultados parciales, el próximo primer ministro será el ex guerrillero albanés, Hashim Thaci, quien se impuso con un 37 por ciento de los votos, frente al actual gobierno que sólo cosechó un 23 por ciento. De todas formas, ambas fuerzas ya han adelantado que impulsarán la independencia el mes que viene, cuando se termine el plazo para las negociaciones entre Estados Unidos, la UE, Rusia, Serbia y la dirigencia albano-kosovar. Estos últimos ya advirtieron que si no llegan a un acuerdo sobre el nuevo status de Kosovo, declararán unilateralmente la separación. En tanto, Belgrado ya adelantó que no se quedará sentado mientras 120 mil serbios-kosovares quedan aislados por una separación unilateral. La tensión crece a cada momento y la ONU ya envió a los 16 mil soldados de paz que mantiene en la zona desde el final de la guerra, en 1998, a las ciudades de mayoría serbia.

Después de las elecciones legislativas de ayer, las opciones para el futuro de Kosovo son sólo dos. Una: la ONU, la UE y Estados Unidos apoyan la independencia de Kosovo, forzando un enfrentamiento con Rusia y Serbia. Dos: las potencias occidentales optan por no rivalizar con Moscú y Kosovo queda sólo en la separación, debilitándose frente a Belgrado.