La Corte Suprema paquistaní –cambiada por el mismo dictador– apoyó la reelección del general. El opositor Sharif podría volver.
› Por Georgina Higuera *
desde Islamabad
El nuevo Tribunal Supremo paquistaní, formado después del establecimiento del estado de excepción el 3 de noviembre, abrió ayer paso a la reelección de Pervez Musharraf como presidente del país al desestimar cinco de los seis recursos presentados por la oposición. En una sesión de menos de tres horas, los jueces amigos del general cumplieron sin ambages la misión para la que fueron nombrados. El antiguo presidente del Supremo Iftijar Chaudry y otros cinco jueces independientes siguen bajo arresto domiciliario. A todo esto, el opositor y ex estrella de cricket Imran Khan empezó una huelga de hambre.
El fiscal general Malik Qayum indicó que el jueves se examinará el recurso que aún queda pendiente. En medios legales se considera éste poco relevante, ya que no cuestiona la reelección de Musharraf sino que se refiere a un ciudadano que no fue admitido como candidato a las presidenciales del pasado 6 de octubre. La oposición había cuestionado la legalidad de la candidatura de Musharraf por presentarse ejerciendo el cargo de jefe del ejército. El general se ha comprometido a quitarse el uniforme una vez que el Tribunal Supremo valide los resultados de las presidenciales. Las elecciones se celebraron en la Asamblea Nacional y las cuatro provinciales después de que la oposición abandonara sus escaños en protesta por los intentos de Musharraf de perpetuarse en el poder. Su victoria fue clamorosa.
Aplastada la independencia del Tribunal Supremo y rotas las negociaciones con la líder del Partido Popular de Pakistán (PPP), Benazir Bhutto, el general viaja hoy a Arabia Saudita para buscar una salida a la crisis paquistaní, que pasaría por permitir la vuelta al país de su más feroz enemigo: Nawaz Sharif, líder de la Liga Musulmana de Pakistán-N (PML-N). Sharif negó ayer rotundamente que vaya a entrevistarse o a negociar con Musharraf, a quien le exige que levante el estado de excepción, restituya a los jueces en sus cargos y dimita para garantizar la celebración de elecciones libres y limpias. Sin embargo, todo apunta a que al menos habrá “contactos indirectos”.
El rey Abdulá, con excelentes relaciones tanto con Musharraf como con Sharif, podría haber hecho de mediador para facilitar el regreso a Pakistán del ex primer ministro, lo que al mismo tiempo lo liberaría de ser su guardián. Sharif está recluido en la ciudad saudí de Yeda desde que en septiembre trató de volver a Pakistán, tras siete años de exilio, y fue deportado de inmediato. La absoluta mayoría de los paquistaníes considera que Sharif debe participar en las elecciones generales, previstas para el 8 de enero. El líder de la PML-N cuenta, según una reciente encuesta, con un índice de aprobación del 32 por ciento, frente a un 18 por ciento de Bhutto y un 15 por ciento de Musharraf.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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