El presidente paquistaní, quien rechaza poner fin al estado de emergencia, fechó los comicios para el 8 de enero. Y anunció que renuncia a la jefatura de las fuerzas armadas esta semana. Pero los partidos y las organizaciones se muestran escépticos.
El gobierno paquistaní sigue enviando señales contradictorias. El presidente Pervez Musharraf intentó ayer hacer un gesto a la comunidad internacional al poner fecha para las elecciones legislativas y su renuncia a la cúpula de las fuerzas armadas. Las primeras serán el 8 de enero próximo y la segunda, esta semana. Incluso ordenó liberar a más de tres mil opositores, que habían sido arrestados bajo el estado de emergencia. “Es un paso para normalizar la situación”, explicó un comunicado difundido por el Ministerio del Interior. Sin embargo, unas horas después, al menos 150 periodistas eran detenidos y reprimidos por la policía, sólo por participar de una protesta contra el gobierno frente al Club de Prensa de Karachi, la principal ciudad del sur del país.
Los liberados fueron 3400 y, según el Ministerio del Interior, podrían sumar otros dos mil detenidos políticos en los próximos días. Entre los que fueron excarcelados ayer se destacan los jueces de la Corte Suprema destituidos por el general Musharraf a principios de mes, después de que calificaran de ilegal el decreto que establecía el estado de emergencia. Según explicó el vocero de la cartera, Javed Iqbal Cheema, los doce magistrados dejarán sus residencias oficiales, donde cumplían arresto domiciliario, y volverán con sus familias. No obstante, el portavoz oficial no quiso aclarar si tendrán libertad para moverse o si estarán restringidos. La duda no es menor. El líder de los doce es el ex presidente de la Corte, Iftijar Chaudhry, un hombre que se ha convertido con la crisis en un referente de la democracia y del frente anti-Musharraf.
Mientras los gestos del gobierno paquistaní fueron muy bien recibidos en Estados Unidos y la Unión Europa, dentro del país los partidos y las organizaciones sociales se mostraron más escépticos. En las manifestaciones de ayer, los líderes de todo el arco opositor recordaron que todavía hay unos quince mil detenidos políticos en las cárceles del país. El gobierno de Musharraf pronto les dio otro argumento para dudar de sus gestos de buena voluntad. Durante la tarde, la policía volvió a reprimir una protesta de trabajadores de los medios de comunicación, uno de los sectores más golpeados por el estado de emergencia vigente.
El fin de semana pasado el general Musharraf ordenó el cierre de los dos principales canales de televisión, Geo News y ARY, y el resto de las emisoras locales también han denunciado presiones desde la instalación del estado de emergencia. Los periodistas y los medios extranjeros también sufrieron la censura de Islamabad en las últimas semanas. Hace apenas unos días, el gobierno anunció que expulsaba a tres periodistas británicos del Daily Telegraph.
Lo cierto es que a pesar de las denuncias y las manifestaciones callejeras todo indica que Musharraf asumirá sin grandes problemas esta semana. El lunes pasado la nueva Corte Suprema designada a dedo por él ratificó su candidatura presidencial y, en consecuencia, su victoria electoral. Según confirmó ayer el fiscal general Malik Qayyum, Musharraf jurará de nuevo como presidente el viernes o el sábado próximo. La nota distintiva la dará su vestimenta. A diferencia de 1999, cuando lideró el golpe de Estado, o en 2001, cuando se autoproclamó presidente, esta vez Musharraf asumirá el cargo como un civil. Qayyum rechazó todas las especulaciones y confirmó que el general renunciará a la cúpula de las fuerzas armadas antes de la ceremonia de investidura.
Pero aunque el general tiene vía libre para asumir como presidente, la convivencia con el gobierno que sea elegido en enero está lejos de ser garantizada. Por eso, en los últimos días empezaron a circular rumores sobre un posible acercamiento entre Musharraf y el hombre al que derrocó en 1999, el ex primer ministro Nawaz Sharif. Ayer el dirigente opositor confirmó que el presidente paquistaní intentó contactarlo, pero sostuvo que se negó a atenderlo. “Dije que no, que no tenía ningún interés”, dijo el ex premier, sin divulgar qué tipo de oferta le había hecho el mandatario. Musharraf llegó ayer a Arabia Saudita, el mismo país en donde Sharif se exilió meses atrás después que le prohibieran volver a Pakistán.
Mientras le cerraba las puertas a Musharraf, Sharif se acercaba un paso más a su también rival, la ex primera ministra Benazir Bhutto. “Soy totalmente favorable a la propuesta de Bhutto para una reunión de todos los partidos de la oposición”, le dijo a la prensa. Eso sí, aclaró, sólo si antes aclara su relación con Musharraf y el supuesto acuerdo que permitió su vuelta a Pakistán el mes pasado. Lo mismo le pide el resto de la oposición paquistaní, quien tiene menos de dos meses para unirse para enfrentar a las fuerzas del general en las próximas elecciones.
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